Cultura

Apostillas a Umberto Eco

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literatura

Reseña

Mauricio Rodríguez Medrano*

La Paz, Página Siete, martes, 08 de marzo de 2016

Umberto Eco dio el último estertor, y murió de cáncer a los 84 años. Dejó atrás una biblioteca que será deteriorada por el tiempo, y al final sólo quedará el nombre o algunas cenizas de los libros que escribió. Por ejemplo: El péndulo de Foucault, por ejemplo: El nombre de la rosa, su obra maestra.

Aníbal Almagro es restaurador de iglesias y es español; también es tuerto y cojo. "En la Guerra Civil española los militares me agarraron”, dice. "¡Me cago en la leche!: la guerra para ellos era una escenografía de papel de una obra escrita por chavales, dirigida por chavales, actuada por chavales, y me dejaron así: sin uno de mis ojos y la pierna coja”.

Un cura es degollado y su cuerpo es encontrado en unos turriles de sangre de cerdo, dentro de una abadía. Es uno de los primeros enigmas de El nombre de la rosa. Y el monje franciscano Guillermo de Baskerville y su ayudante Adso de Melk son enviados a la abadía para descubrir al asesino. 

"Esos ángeles miran el vacío del cielo y sienten miedo”, dice Aníbal Almagro. "Lo ves en sus rostros y en los arcabuces que nunca dispararán alguna munición”. Camina por los pasillos de una iglesia en ruinas de Patacamaya, y alrededor está el altiplano y el viento frío que llega del norte. "Muy cerca encontraron los cadáveres de mujeres con las bocas amordazadas y tenían vaciadas las cavidades de los ojos: ciegas sin poder mirar el cielo”.

Guillermo de Baskerville investiga las muertes que suceden en la abadía. No se deja intimidar por los murmullos de los demás curas que dicen que las muertes son el símbolo de la llegada del apocalipsis. "¿Conoces algún lugar dónde Dios se haya sentido a gusto?”, dice a su aprendiz.

Aníbal Almagro vive en una pequeña vivienda. Tiene un fonógrafo y un catre de plaza y media y varios libros apilados y periódicos en el suelo. "Estos son de la época de Francisco Franco”, dice. "Cada día esperaba que muriera y cuando lo supe fue sólo un día más. En la tierra no hay cabida para ninguna venganza”.

En el centro de la abadía hay una biblioteca que a la vez es un laberinto. Guillermo de Baskerville la encuentra por casualidad, y allí los monjes dedican su tiempo a leer y alejarse del mundo. Es una pista clave para descubrir al asesino: "Porque en la mucha sabiduría hay mucha angustia, y quien aumenta el conocimiento, aumenta el dolor”, está escrito en el libro de Eclesiastés.

"Me escapé de un infierno para ingresar a otro”, dice Aníbal Almagro. "Aquí las muertes desaparecen en el altiplano, en la tierra, en el polvo”. Con una brocha delgada limpia a un Tata Santiago de tamaño natural, que tiene el rostro iracundo. "Los ángeles son testigos de la maldad pero no pueden hablar”.

El nombre de la rosa es una novela policiaca, es novela gótica, es novela ideológica y también una broma que no tiene solución, y en la que se plantean algunas interrogantes: ¿Cristo era pobre? ¿Cuál era la imagen de Cristo? ¿Cristo reía? ¿Cristo abominaba la risa?

Aníbal Almagro camina por un sendero de tierra apenas apisonado. "Cada vez es más difícil venir por aquí: el tiempo lo hace difícil”, dice. En unas manos lleva un ramo de claveles, y con un pañuelo se limpia el sudor del rostro. En un promontorio hay unos nichos enterrados y algunas cruces de metal. "Aquí descansan mi esposa y mis dos hijos”. Se hinca y coloca las flores en un vaso de cristal empolvado. "Murieron en un accidente de la carretera principal: ya no tengo tierra que me pertenezca, sólo ángeles y yeso”.

Hace frío en el escritorio y a Adso de Melk le duele el pulgar. Está viejo y cansado de tanto recordar, y de sólo tener cenizas del recuerdo (que serán polvo como Umberto Eco ya lo es). "Dejo este texto, no sé para quién, este texto, que ya no sé de qué habla: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus”.

*Escritor.