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Una insurrección popular inconclusa derribó al gobierno de Morales

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Editorial de Aquí 297

Una insurrección popular inconclusa derribó al gobierno de Morales

No hubo golpe de estado. Ocurrió, en cambio, una insurrección popular inconclusa que acabó con el gobierno de Juan Evo Morales Ayma.

Hubo acumulación de fuerzas en el campo popular, ante el otro bloque encabezado por el Presidente derrotado.

Una parte del pueblo, explotado y oprimido, capas medias y grupos de empresarios se aliaron especialmente los meses de octubre y noviembre del año pasado; fuerza que se impuso y sepultó al gobierno autoritario de 14 años, pero no terminó con el aparato que articuló el masismo, bajo el mando, sobre todo, de Morales.

Aquélla no fue una alianza de último momento y una conjunción social y política de tamaña en envergadura, tampoco podía ser químicamente pura.

Los agrupamientos sociales y políticos que se enfrentaron y derrotaron al caudillo y al masismo fueron afectados en sus intereses materiales y varias veces burlados por los gobernantes que decían una cosa y hacían otra.

Al despegue del gobierno masista, aquellos sectores populares creyeron que en Bolivia transitaba una revolución democrática y cultural que cambiaba nuestro país, a pesar de que pocos, sin dejar de apoyar a ese régimen, señalaban que aquí se impulsaban reformas burguesas de alguna profundidad y extensión; pero, el camino fue desandado por los mismos gobernantes y los aplaudidores que recibían favores políticos y plata cada vez en mayor cantidad.

Esos sectores populares debieron ser los que ganen la batalla de la producción, la que no existió ni como consigna; los cambios sociales, tan charlado al decir de los cruceños, en mucho fueron palabras y palabras, así como la inclusión de indígenas al proceso de cambios fue formalista, de levanta manos que nada sustancial decidieron.

Hubo asistencialismo, el Jefazo aparentemente todo lo hacía y todo lo regalaba: la emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos, incluso como consigna se olvidó entre los sindicatos, en los que debió ser una idea redentora y se convertía en idea-fuerza.

Al revés: el pago directo e indirecto para asegurar el apoyo de los más sencillos al principal gobernante, fue una práctica de todos los días.

Parecía que todo se regalaba por gestiones de Evo Morales.

Marta Harnecker, estudiosa de política, especialmente de la región latinoamericana y caribeña, dijo una vez en Bolivia: Le diré al compañero Evo que en la revolución no debe haber asistencialismo, mostrar que aquí todo se regala a los desvalidos del pueblo y a otros más con tal de que se comporten incondicionales del régimen depuesto.

Es pues verdad que todo lo que brilla no es oro. El crecimiento económico, sin desarrollo social, se debió a los precios favorables para las materias primas en el mercado internacional, como dijeron funcionarios de jerarquía de la CEPAL, preferentemente.

La exfuncionaria pública Patricia Ballivián Estenssoro, como si no hubiera dicho nada importante, a medios de difusión declaró que las empresas constituidas por el gobierno masista no tenían como meta ganar, pero que generaron trabajo para mermar la desocupación, a pesar de que la mano de obra no fue ni podía ser cuantiosa.

Ahora que se conocen mejor los desaciertos de los gobernantes en materia económica, lo menos que corresponde decir es que la espontaneidad (la no organización) fue lo dominante, en un renglón que debe asegurar el bienestar material de los bolivianos.

Es verdad que las multitudes asumen ideas y asimilan la política, en la acción, antes que en las lecturas de textos, sin los cuales es más difícil leer la realidad.

Asimismo, no hubo empeño alguno para conseguir la educación política de la gente del pueblo. El discurso del caudillo, con muy pocas ideas para la transformación, fueron insuficientes.

No exageramos al afirmar que el masismo fue bueno para votar por cualquier candidato y para promover fraudes electorales y ocultarlos.

El comportamiento contrario a la democracia de Morales, como el desconocimiento de los resultados del 21F, desfiguró más de lo que ya estaba a Morales.

El remate fue el fraude informático que marcaron a las elecciones del 20 de octubre marcadas por vicios de nulidad.

Morales, por su lado, creía que sus obras le habían deparado el apoyo de la inmensa mayoría de los bolivianos, el que sería invariable.

Morales no alcanzaba a leer la realidad, si de veras algún momento desarrollo esa cualidad.

Morales navegaba en burbujas, como dicen políticos, incluidos algunos que habían sido aliados suyos.

  

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