Cara o cruz
Raúl Peñaranda U.
La Paz, Página Siete, jueves, 08 de octubre de 2015
El Vicepresidente está en una franca campaña contra la República. Todo lo que ocurrió antes, dice García Linera, no tiene valor. Le achaca a los gobiernos previos todos los males. En sus recientes discursos ante públicos diversos señala cosas como: "en el pasado, los gobiernos deseaban mantener a la gente en la pobreza, en la miseria, no querían que los niños se sanen y querían regalar todo a los gringos”.
Es más grave lo que hizo hace poco frente a dirigentes interculturales al explicar la causa marítima, ya que se lanzó especialmente contra "los doctores” para insistir en que fue un "campesino” (Evo Morales) el que logró el éxito en La Haya. Al atacar a los "doctores”, una forma de retratar a las elites bolivianas del pasado, García Linera está atacando a toda la estrategia jurídica boliviana ante la Corte Internacional de Justicia. En su esfuerzo por lograr la reelección, suya y la de Evo, a toda costa, en el nuevo modo en el que está, en el que adora hablar por horas y horas, el Vicepresidente no logra reprimirse y, así, afecta la argumentación nacional.
Justamente, la estrategia del país ha sido construir sobre lo que los "doctores” hicieron en 136 años de historia, en muchas veces complejas, agotadoras y descorazonadoras negociaciones con Chile. Precisamente allí está la fuerza del planteamiento boliviano (y debilidad chilena), en recordar el pasado y haber convertido esta lucha en una política de Estado.
Pero no yerra García Linera del todo. Es correcto que fue Evo, "un campesino”, quien decidió emprender, en una carrera inicialmente un poco a ciegas, el proceso judicial internacional. Se debe reconocer que su intuición, aunque no hubiera sabido todavía, cuando hizo el anuncio en 2011, qué pasos seguirían después, acaba de implicar un gran triunfo internacional, como es el reciente fallo de La Haya. Es un inicio de un proceso largo que podría desembocar en la consolidación de una nueva etapa de la historia boliviana.
¿Pero y los "doctores”? ¿Por qué negar su aporte? No sólo los del último siglo, de esa república con fallas que el Gobierno intenta desacreditar más de lo que merece, sino también los de ahora. No hay más representación de "doctores” que dos personajes claves en este asunto, como son Eduardo Rodríguez y Carlos Mesa, además de excancilleres como Armando Loaiza, hoy de capa caída, y Gustavo Fernández y Javier Murillo, en este éxito. Todos ellos tienen una línea ideológica contraria al Gobierno y todos fueron cruciales para el resultado obtenido.
La inteligencia y pragmatismo del Gobierno hizo que fueran convocados. El patriotismo de los mencionados los hizo aceptar el desafío, pese a sus claras diferencias con el Gobierno. Y si es así, ¿por qué el Vicepresidente se regodea en atacar a los "doctores”? ¿O algún "masista genuino” podría haber tenido, por ejemplo, la solvencia que mostró Mesa en el canal estatal chileno? No hay ninguno de ese nivel. ¿Qué hubiera hecho García Linera en ese set? ¿Hablar de comunitarismo y marxismo-leninismo? Y, a propósito, el menos "doctor” de todos ellos, el canciller David Choquehuanca, "otro campesino” para seguir con la etiqueta del Vicepresidente, es hoy el más aislado de los políticos que tienen que ver con este tema. (No vale la pena comentar el dislate de la ministra Marianela Paco de insinuar que Mesa es un "antipatriota” porque dijo que votará No a la reelección de Evo).
Tras casi un siglo desde el fallido intento boliviano de llevar el tema a la Liga de las Naciones, Bolivia estuvo en un callejón sin salida. El Tratado de 1904 era como un sino ineludible. Todo había sido zanjado, creíamos. Pero otro de los "doctores”, Ramiro Orías, empezó, a fines de los 90, a mascullar la idea de que se podía llevar a Chile ante un estrado internacional eludiendo el Tratado de 1904. Orías, un abogado internacionalista, ha debido sentir que araba en el desierto, durante años, mencionando su idea. "Bolivia debe procesar a Chile”, decía, "usando el concepto de ‘actos unilaterales de los Estados’”, que generan una obligación de éstos. Los Estados -asegura esta relativamente nueva concepción del derecho internacional- no pueden, así nomás, prometer cosas a otros. Su palabra empeñada debe traducirse en hechos.
Orías, que era consultor de Unidad de Análisis de Política Exterior (UDAPEX) de la república que tanto odia García Linera, presentó en 2000 su documento, en el que propuso dejar de lado la estrategia de intentar afectar la vigencia del Tratado de 1904 y a cambio planteó "iniciar una nueva negociación jurídica internacional para acordar una salida libre y soberana a las costas del Pacífico, tal como Chile ha ofrecido de manera expresa y formal en 1895, 1920, 1923, 1926, 1950, 1953, 1961, 1975 y 1987”. Y esa idea fue el centro de la argumentación boliviana en La Haya.
Con su proverbial modestia, Orías, a quien el gobierno actual le negó participar del proceso debido a que es un supuesto "neoliberal”, le dijo a Isabel Gracia de ANF hace unos meses: "Me alegra que lo que yo propuse haya contribuido a la presentación de la demanda, aunque me hubiera gustado tener un rol como asesor”. Hoy trabaja en Estados Unidos. El "Estado Plurinacional” de García Linera tiene el raro privilegio de haber alienado a uno de los actores cruciales del éxito diplomático más importante en décadas.