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Carnaval o anata

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Por Manuel Alfonso Rojas Boyan - Periodista y antropólogo

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La palabra, carnaval, explicada por el enciclopedismo es definida de la manera siguiente: "Carnaval es una celebración pública que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, con fecha variable (desde finales de enero hasta principios de marzo según el año), y que combina algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle.

 

La proximidad de una de las festividades más controversiales, el carnaval, que invita a una reflexión profunda, en un estado, como el boliviano que hace dos años se define como Pluricultural.

La definición de la expresión carnaval obliga, necesariamente, a interpretar uniformemente que, se trata de una festividad en la que el conjunto de la población, en diferente lugares del planeta, dedica tres días del año al esparcimiento frívolo del espíritu, dar rienda suelta a festejos en los que predomina, principalmente, el abuso del alcohol complementada con la diversión en salones de baile privados o públicos, desmanes sexuales y otros excesos.

Haciendo un recuento histórico, la intencionalidad primaria, no ha sufrido muchas variantes. En la antigüedad, las poblaciones de distintas partes de la Europa medieval y muy anterior a la época del medievo, contaban con la venia de las administraciones estatales, de las épocas para abstraerse colectivamente en tres días de desenfreno, llenar sus vidas de exceso principalmente carnales, para luego, el miércoles de ceniza, iniciar una dura etapa que, por espacio de 40 días, exigía a la población someterse a un período de abstinencia y extrema sobriedad. La Cuaresma.

Analizando las condiciones propias de muchas regiones europeas, la explicación que justifica esta festividad u otras similares alcanzan plena justificación y están propiciadas por condiciones climatológicas propias de cada lugar.

En la Europa del norte, la recolección de la escasa producción agrícola, terminaba a principios del mes de noviembre, inusualmente llegaba hasta la segunda semana del mismo mes.

El trigo y los productos que podían almacenarse, eran celosamente guardados, pero al llegar el mes de diciembre, los graneros estaban casi vacíos, es por esta razón que, los pueblos nórdicos, por ejemplo, guardaban una reserva y el día 21 de diciembre, día dedicado al Dios Rueda o Jul, tomaban parte de la producción y propiciaban una fiesta. Adornaban con cirios el árbol más alto de la aldea, por lo general una pinácea, y al pie del macizo departía toda la comunidad en una fiesta, en la que se sacrificaba un cerdo, se bebía cerveza caliente, se caía en excesos sexuales, consumándose así la fiesta del dios Jul, o Dios Rueda.

Esto nos recuerda y explica, la presencia de un árbol de pino en la fiesta de navidad occidental, hecho que muy pocas personas pueden explicar el porqué de la presencia de un pino junto al pesebre del niño nacido en Belén de Judá, donde las pináceas no eran comunes.

La festividad del Dios Jul, de los escandinavos, antecedía a la partida de los hombres y el enfilar sus guerreras naves con rumbo sur; es por eso que cuando los pueblos del sur, conocidos ahora como franceses, españoles y otros, daban voces de alerta a la llegada de los vikingos, raudamente partían a esconderse a los montes, hasta que pasara el peligro, puesto que es muy cierto, no hay fuerza más peligrosa e incontenible que un conjunto de seres humanos hambrientos.

En tiempos posteriores, analizando la secuencia de circunstancias que conformaban parte del diario vivir de los pueblos en Europa, podemos observar que los meses posteriores a la celebración de la fiesta del solsticio del hemisferio norte, los meses que precedían a la llegada de los períodos de labranza en los campos, bajo un invierno que era extremadamente frío que no permitía, casi, ningún tipo de actividad agrícola, el hambre hacía estragos en la población.

Mientras ello sucedía, las élites dominantes y parasitarias, durante los períodos medievales de esas sociedades, se dedicaban a un tipo de vida en el que sobresalía el lujo y derroche de bienes. Para evitar convulsiones sociales —las cuales habrían sido una casi lógica reacción ante la escasez de alimentos, pues el hambre y la miseria que hacia presa de la población— las circunstancias exigían la presencia de un artilugio que obrara de manera tal que el conjunto poblacional alcanzara a las primeras cosechas de alimentos de la primavera, sin alterar el orden desigual imperante.

Había necesidad de una válvula de escape social que mitigara el descontento de la mayoría de famélicos habitantes; la solución más concreta la proporcionaba el carnaval.

Tres días de permisividad absoluta era más que un deseo de expansión del espíritu; se constituían en una necesidad social.

Carne vale, todo lo que se puede hacer con la carne vale, decían los italianos y muchas poblaciones, como los hispanos y otros pueblos, daban rienda suelta a los placeres de la carne, el desenfreno sexual, beber el infaltable alcohol, oportunidad en la que toda la gama de excesos era permitida.

Todo ello concluía, sin derecho a reclamo, el día miércoles de ceniza, cuando la población era obligada a ingresar a un período de total recogimiento y abstinencia. Cuarenta días en los que casi no se debía comer.

La costumbre portada por el invasor hispano a un continente donde las condiciones eran diferentes, fue una de las más brutales agresiones a la cultura de los pueblos que habitaban en el lugar.

En el Tawantinsuyo, que geográficamente estaba en el hemisferio sur, las condiciones climáticas eran totalmente diferentes, mientras el frío invierno castigaba Europa, un verano espléndido proporcionaba a la población de múltiples beneficios, y el ser humano se dedicaba a la recolección de una rica producción agrícola.

Las sociedades originarias basadas y regidas por igualdad social, no conocían el hambre puesto que, no existían las élites parasitarias opresoras, pese a todo lo que la pseudo historia, siguiendo las políticas colonialistas impuestas desde hace quinientos años y más, pretende explicar.

Los hechos demuestran que la historia relatada por el enciclopedismo pro occidental, carece de sustento.

Los pobladores de la región andina, por ejemplo, tenían sus piruas, graneros o depósitos, repletos de productos agrícolas, una extensa gama de estos, que lamentablemente, también la barbarie colonialista, ha pretendido destruir, como los cientos de tipos de papas, o cereales, gramíneas y alimentos altamente nutritivos que lograron sobrevivir y llegar hasta nuestros días, tales como la quinua, millmi y otros.

Para los pakajakis, lupiJakis, suñis, etc., pueblos y naciones que poblaban el Kollasuyo, la festividad mayor era aquella en la que dedicaban a dar cumplimiento o a ejecutar las reglas de sus instituciones.

De esta manera, la festividad dedicada a agradecer a sus manes o divinidades era la ch'alla, ceremonia en la que se agradecía a pachamama, achachilas, taikas, qutamama y otras fuerzas divinas, dependiendo de la región de la que se trate.

Era la fecha del calendario agrícola de estos pueblos que llegan a nosotros descritas por Johan Murra, inspirado por el concepto de "control vertical de un máximo de pisos ecológicos".

En el núcleo central o serrano se reunían la gran mayoría de habitantes, exceptuando aquellos que habían quedado al cuidado de los otros pisos ecológicos, para celebrar la fiesta de fiestas.

Los pobladores andinos, la sociedad Chacha-Warmi, Kari-Warmi, en una auténtica forma de igualdad de género y sin distinción de edades, cumplían con las ceremonias propias del agradecimiento a sus manes por todos los dones alcanzados.

En la oportunidad también, y siguiendo algunos relatos llegados a nosotros por la madre de la historia, la tradición oral, se propiciaba a la distribución de todo aquello que hubiese sido producido en la comunidad, la repartición de la producción agrícola, su necesaria acumulación para evitar el hambre, tanto como lo distribución de los elementos materiales, para ilustrar mejor el sentido del reparto de bienes, finos objetos tejidos por manos maestras, por ejemplo, y que hubieran generado excedentes, y una vez que todos los integrantes de la comunidad, menores, adultos, así como ancianos, poseyeran los objetos necesarios.

Los excedentes eran quemados, compartiendo de esta manera con sus manes tutelares lo que el ser humano producía, hecho que nos permite apreciar muy de cerca la política de evitar la acumulación, imponiéndose el principio de los pueblos originarios que nos transmite la grandiosidad de ese pensamiento. "Acumular es morir, redistribuir es dar vida"

En la oportunidad, la comunidad, mostraba regocijo, no de la manera occidental, sólo propiciando el desenfreno de los sentidos, la festividad que se enmarcaba en el tiempo de lluvias, Jallu Pacha. La población en su conjunto interpretaba y bailaba música, haciendo uso sólo de los instrumentos musicales propios de la época, música de sonidos agudos, que propiciara la necesaria e imprescindible lluvia.

Tiempo del Anata

La Anata, podría resumirse como la comunicación espiritual y material que resume el agradecimiento de los seres humanos a sus manes protectores, cuya mayor expresión sería la ch'alla, agradecimiento a sus manes por la excelente producción agrícola y por el reforzamiento de sus instituciones, la solidaridad, la reciprocidad y la fortaleza de la organización colectiva comunitaria.

Dependiendo la tarea a la que los pueblos en la que dedicaban sus actividades cotidianas, esta forma de agradecimiento ha podido llegar, deformada y atropellada, hasta nuestros días.

Un ejemplo claro y específico nos muestra como la leyenda de los pueblos suñis, mal conocidos como urus, definición que los suñis se niegan a aceptar puesto que fue un apelativo impuesto por el clero, en venganza por no haber podido doblegar ni evangelizar a ese pueblo.

Los suñis fueron víctima de desprecio y se los quiso denigrar poniéndoles epítetos groseros, como el de huraño, del cual uru es una abreviación.

El hecho, registrado en la mitología de los suñis, da una clara muestra de lo antes expuesto y nos relata que desde tiempos inmemoriales los suñis que han dedicado su actividad cotidiana a la caza, pesca y recolección de huevos, habrían olvidado al celoso dios Wary, considerado uno de los dioses de las aguas. Wary, en un arrebato de ira, habría convocado a fuerzas afines a él, y dispusieron el exterminio total de los suñis. Por el norte de la población del núcleo serrano, definido así por Murra, un inmenso y devorador sapo ingresaba al poblado; por el sur una no menos peligrosa y agresiva víbora se predisponía a dar fin a los pobladores; y para cerrar la mínima posibilidad de escape, miles de hambrientas hormigas atacarían por el este del poblado.

Los aterrorizados suñis procuraron refugio a los pies del cerro Pata de Gallo, de la ciudad conocida hoy como Oruro. Cuando todo presagiaba el cruel fin de los suñis, fuerzas protectoras afines a los suñis, hicieron aparición y convirtieron al devorador sapo y a la culebra en piedras, y en arena a las hormigas.

Los suñis pidieron perdón a Wary y en agradecimiento a las fuerzas que los habían salvado de tan horrendo fin decidieron honrar a todos sus manes, estableciendo su Anata, como una festividad en la que rinden pleitesía a todos y cada uno de sus manes.

La leyenda concluye indicando que Wary, avergonzado por su acción, tomó la forma de Taruka, venado andino, se confino a sí mismo al interior de las entrañas de las montañas, desde donde pasó a prodigar dones a los suñis, quienes cada año honran a Wary bailando e interpretando música en su honor y también en honor de sus fuerzas protectoras para que les proporcionaran la totora, los peces y las aves necesarias para su sustento.

Reproduciendo la figura del Taruka, con la cual se manifestaba Wary —a la que la bárbara administración colonial, pretendió deslucir y confundir la tradición del Anata Suñi, contando con el sempiterno apoyo de su aliada incondicional, la iglesia católica— definió la representación del Wary o Taruka como el diablo o maligno, propiciando la danza, que a despecho de los prelados, ha sido reconocida como una de las danzas más bellas del género humano, caprichosamente denominada diablada, actualmente, parte magnifica e importante de la celebración de la festividad "Obra Maestra de la Humanidad".

Contubernio mal intencionado

Con el fin de hacer más efectiva la política colonizadora, las élites de las castas dominantes, tanto en el período colonial como en el republicano, se dedicaron a la tarea de desmerecer y deslucir la festividad de los pueblos originarios Tawantinsuyanos, y asociando al vulgar carnaval europeo con una festividad espiritual y tan importante como es, para los pueblos originarios la Anata.

La calificación de ambas festividades, bajo el denominativo de carnaval, ha propiciado a que en la mentalidad de los pueblos andinos, en especial en el moderno Estado plurinacional Bolivia, se desarrolle un espacio festivo confuso y sin mucho sentido, aparente.

Empero, y al no haber alcanzado su objetivo, toda vez que la población de las ciudades como Oruro, Cochabamba, La Paz, Potosí y de casi toda Bolivia, año que pasa, realzan con mayor ímpetu la celebración de la ch´alla, expresión más alta del Anata, ritualidad que no ha podido ser reinterpretada por la religión católica, como casi todas las fiestas de los pueblos originarios lo han sido, y que demuestra la presencia, innegable, del pensamiento tawantinsuyano en la vida cultural y social del moderno Estado Plurinacional de Bolivia.

Empero, la intencionalidad del pensamiento colonizado, aún vigente en la vida nacional, ha logrado extender un amplio manto de confusión en lo relacionado al tema.

En 1977 la UNESCO de Naciones Unidas, dentro de su programa para la proclamación de Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la humanidad, proclamó al Carnaval de Oruro, festividad suñi ancestral, como primer Patrimonio Cultural Oral e Intangible de la Humanidad.

Como una clara muestra de la política colonialista y colonizadora, vigente aún en nuestros días, la Iglesia Católica, sustituyó a la tradición suñi, por una hierofanía, en la que el bandido Chiruchiru apuñalado por el padre de la mujer con la que huía, llegó a un hospital ayudado por una mujer que portaba un niño. El bandido murió en el hospital y en su refugio de una cueva en el cerro Pata de Gallo, encontraron imágenes de la virgen de la Candelaria.

Esta hierofanía pasó a sustituir a la leyenda suñi, celebrando al presente la fastuosa festividad de los suñis, en honor a este hecho religioso.

Como hemos expuesto, la confusión que ha sembrado la política colonial, que aún se mantiene vigente en nuestros días, obra de manera totalmente negativa, puesto que confunde el sentido que para los pueblos andinos representa una de sus expresiones espirituales más altas, la ch´alla del Anata, confundiéndola con una expresión superficial y sin otro fin ni propósito que alcanzar desenfreno y excesos.

El ejemplo con el que hemos ilustrado las bases de nuestra investigación expone claramente, la agresión cultural a una alta manifestación cultural, hoy patrimonio no tangible de la humanidad.

Estos extremos se pueden claramente observar durante la realización de la fastuosa Entrada de Oruro, donde las danzas ancestrales vernáculas, que han sido modificadas y sofisticadas en grado extremo, sufren la provocación del juego con agua, bajo el justificativo de "es carnaval y en carnaval hay que jugar con agua", sumando a este argumento que la mejor manera de mostrar alegría y júbilo es recurriendo al uso y abuso del alcohol.

Esta confusión y otras similares, perpetran daño a las tradiciones milenarias de los pobladores; por ejemplo, en la ciudad de La Paz, que cuenta con tradiciones propias cuyos antecedentes han sido proporcionados por la mitología de los pobladores de la zona, como el Jiska (pequeño) Anata y Jacha (gran) Anata, en los que se honran a los manes tutelares, como el Kuntur Mamami, pero que y como lo hemos descrito ampliamente, son inscritas bajo los esquemas del deslucido y superficial carnaval europeo.

La agresiva política neo colonizadora, no sólo agrede el sentido de las festividades andino originarias, sino que atenta de manera directa a la reconstrucción de la verdadera historia a la que tienen derecho todos los pueblos, que por razones de opresión ha sido y es negada por el colonialismo y la adhesión de determinados sectores de la población a estas políticas.

 

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