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El Zambo: más que un hermano

De sábado a sábado 525

El Zambo: más que un hermano

Remberto Cárdenas Morales*

1.

El Zambo Orlando,

valluno optimista,

sincero decía

yo soy comunista.

Con Pablo Neruda digo que Orlando Alcoba Vargas, el Zambo, como con respeto y cariño le llamábamos en Vallegrande, para mí fue (en verdad es) más que un hermano. Y esta confesión nerudiana no sugiere que Orlando haya suplantado afecto familiar alguno (nunca hizo tal cosa). Este amigo, paisano, camarada, compañero, jamás disputó afectos, atenciones, distinciones, premios, méritos...

Admiración y miedo

Conservo intacto un pasaje ocurrido en nuestra natal Vallegrande. Orlando retornó de Brasil, donde estudiaba, y nos encontramos en la plaza Rubén Terrazas (la del Mercado Central). Un poco al oído me sugirió que deje de “perseguirla” (pretenderla) a una vallegrandina de “inmensos” ojos negros, de la que en los mejores momentos apenas pude conseguir su cálida amistad.

Yo sabía que Orlando era de los “rojos”, como se sigue diciendo, ahora con menos desprecio que antes, a los militantes comunistas e izquierdistas. Los rojos, como Orlando, me producían respeto mezclado de cierto temor porque crecí cuando se difundía que los comunistas convertían a los viejos en jabón negro o de lejía, que a los campesinos sólo les permitían criar dos vacas y las otras se las quitaba el gobierno (Estado), que en aquella sociedad socialista (comunista) se casaban entre primos y tantos otros cuentos destinados a que nos asustemos los muchachos de corta edad (era el tiempo en el que se inducía el miedo al comunismo).

2.

¡Viva Cuba libre!,

grito solidario,

de la juventud,

afán prioritario

Nuestro amigo y compañero Orlando “integró la promoción 60 del colegio Manuel María Caballero de Vallegrande. Durante el último curso de sus estudios de secundaria se organizaron en algunos lugares de Bolivia comités de solidaridad con la Revolución Cubana, así como existió un Comité Boliviano Anticomunista, en La Paz, de corta duración y de limitada convocatoria.

En Vallegrande, luego del cotidiano corte del servicio de luz eléctrica, Orlando y otros estudiantes gritaban a todo pulmón: ¡Viva Cuba libre!

Algunos de aquellos estudiantes pertenecían a la Avanzada (Juventud) del Movimiento Nacionalista Revolucionaria (MNR).

Esos jóvenes vallegrandinos y otros reproducían en reuniones públicas aquella consigna como una manifestación de solidaridad con los hijos de la Mayor de las Antillas.

En Vallegrande ese fue el origen del movimiento boliviano de solidaridad con la Revolución que dirigió Fidel Castro Ruz y los barbudos de la Isla indómita. Orlando compartió el mérito de pertenecer al grupo de jóvenes vallegrandinos que iniciaron en aquella tierra valluna la solidaridad con la Revolución Cubana.

En la capital cruceña, con otros profesionales, Orlando participó en actividades de solidaridad con Cuba y el pueblo cubano. En ese mismo cauce estuvo en una reunión nacional de activistas de esa solidaridad que se realizó en Cochabamba

3.

Un “sindicatero”,

y buen cirujano,

amigo por siempre,

y mejor paisano.

En Santa Cruz de la Sierra, en los años de estudiante de Derecho en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, con Orlando compartimos innumerables actividades partidarias, sindicales y universitarias. En ese tiempo, un amigo común (Cacho Ibáñez) decía que el Zambo se especializaba en cirugía del abdomen y en vallegrandinos, porque los migrantes del valle cruceño en la ciudad oriental recurrían a este médico para todo tipo de consultas, pues sabían que Orlando era un cirujano competente. La demanda de atención médica de los paisanos convenció muy pronto a nuestro amigo y hermano de que también debía ocuparse de la clínica médica, que debía curar enfermos ante requerimientos expresos e inapelables.

A pesar del tiempo como médico inscrito en la planilla del Hospital San Juan de Dios de la capital cruceña, los médicos del sistema de salud que decidían por encima de las autoridades de salud del departamento y del país, a Orlando le asignaron el lugar de cirujano adscrito no menos de cinco años, es decir, operaba cuando había espacio en un quirófano o el momento en el que debía suplir a un cirujano ausente.

Por las ideas avanzadas que asumió, a Orlando y a un grupo de colegas suyos los llamaban con desdén “sindicateros” en vez de sindicalistas. Todos ellos no pertenecían a la llamada “sociedad” cruceña de entonces. Sin embargo, los méritos profesionales de los denominados “sindicateros” eran reconocidos por los pacientes.

Durante décadas médicos dirigieron el Comité Pro-Santa Cruz. Orlando y los “sindicateros”, cuyo número creció, apoyaban a los dirigentes de la Central Obrera Departamental que en ese tiempo luchaban por constituir en Santa Cruz un movimiento sindical con solidaridad inagotable e independencia política e ideológica respecto de los partidos de la derecha y del movimiento cívico.

Cuando me convertí en residente paceño, tiempo de la resistencia a la dictadura de Banzer, un día me enteré de que Orlando decidió operar a mi madre (Paulina Morales viuda de Cárdenas) de una antigua dolencia en la vesícula. Cuando mi madre le respondió que iba a consultar con sus hijos, Orlando le dijo que la operación la debían decidir él como médico y ella como paciente; además, añadió que la operación no le iba a costar nada. De inmediato definieron día, hora y quirófano... (Para mi madre, Orlando era su “doctorcito”, del que cumplía sus recomendaciones).

4.

Con firmeza dice:

muera el dictador,

yanquis ni en pintura,

pueblo-vencedor.

En similar período (resistencia a la dictadura banzerista), Orlando me recogió de la casa de mi hermano mayor (Juan Cárdenas Morales), cita a la que se atrasó 15 minutos porque tuvo que cambiar una llanta que se descompuso en el trayecto. Esa noche, dentro del auto y mientras recorríamos la nueva Santa Cruz, hablamos ocho horas. Cuando abarcamos seis, Orlando me dijo: ya hubiéramos llegado a Vallegrande... un día tenemos que ir a la tierra, añadió. Orlando era un querendón de nuestro pueblo, cariño que manifestaba con los hijos de aquel valle por el que tantos de nosotros sacamos pecho allí donde nos encontramos.

En ese tiempo de dictadura conversamos largo y casi siempre compartimos ideas con Orlando. Nunca tuvimos discusión alguna que nos distancie, apenas hubo alguna vehemencia en las palabras. Fuimos tolerantes con nuestras diferencias políticas, jamás me recriminó cuando me alcé con otros militantes del PCB y pretendimos organizar otro PCB (para la revolución), pero con una parte de los mismos militantes, con un periódico del mismo nombre, con aliados similares y, por tanto, con relaciones indiferenciadas respecto de la entidad partidaria en la que crecimos juntos...

Un dato para no olvidar: operadores políticos del entonces Gral. Alberto Natusch Busch, atrincherado en el Palacio Quemado, le propusieron que ejerza como Ministro de Salud. Orlando desestimó la propuesta.

En un momento como ese, en el que los trabajadores resistían al golpe con una huelga general política, Orlando siguió con el pueblo sin extraviarse: esa oferta al camarada y amigo sucedió días después de la Masacre de Todos los Santos (1979).

En un homenaje al Che

Para los 30 años de la caída del Comandante de América nos encontramos en Vallegrande. Allí participamos juntos de varios de los homenajes a los guerrilleros de Ñancahuazú y en especial al Che.

Allá Orlando, con mi compañía, habló con delegados del Movimiento Sin Tierra de Brasil que visitaron Vallegrande. Orlando vivió en Brasil los primeros años de la dictadura fascista (1964) y conocía la situación política del país vecino, así como sentía especial simpatía por los Sin Tierra, el Partido de los Trabajadores e Inácio Lula da Silva.

En medio de las celebraciones por los guerrilleros de Ñancahuazú tomamos "sucumbé" con leche entera, conversamos especialmente sobre nuestra militancia y ambos manifestamos una añoranza: juntarnos otra vez y en el menor tiempo posible en la misma organización política o cuando menos en el mismo frente (hablamos de un movimiento social y político). Nunca nos conformamos con nuestras militancias separadas.

Cuando Orlando asumió la secretaría regional del PCB en Santa Cruz me dijo que había un espacio para mí en esta organización política. Otros ya han vuelto, tú estás entre los que faltan y ya no tienes mucho tiempo para hacerlo, añadió.

En Santa Cruz le resumí que, con otros compañeros, llegamos al convencimiento de la necesidad de organizar un partido marxista leninista unificado en Bolivia, con aportes criollos que seamos capaces de incorporar, y con viejos y nuevos luchadores. Conversamos, asimismo, del movimiento social y político (más que un frente como los que tuvieron lugar en nuestro país). Cuando le avisé que pronto empezaría a circular una revista de análisis político y que ésta sería el primer producto del empeño unitario del que participamos y que sigue inconcluso, advertí que renovó la esperanza, esa que compartimos siempre. Luego me enteré de que apreció con entusiasmo, como otros, las ediciones de la revista Causa (del PCB, PCB-ML, Patria Socialista y una fracción del Partido Revolucionario del Pueblo). Quiero que me mandes —me dijo— una colección de Causa para Wilma (su hermana), la profesora que me enseñó –en la escuela Ignacio Terán de nuestro Vallegrande– a leer y a diferenciar la solidaridad del egoísmo.

En tu nueva residencia

Orlando, siento tu muerte como una desgarradura muy difícil de curar sin los auxilios del médico, del compañero solidario como el que más, como tú fuiste. Siento mucho, asimismo, porque no estuve en tu nueva residencia, en la tumba, en la que tus hijas, tus hermanos, los vallegrandinos y los compañeros te levantaron con dolor pero con la entereza que mereces.

Siento que añado una nueva deuda contigo: debí llevar un trecho tu cuerpo para que renueves mis fuerzas como ocurrió en vida.

Quería construir contigo la unidad de los bolivianos de abajo, en este tiempo en el que el gobernante/periodista que tenemos se empeña todos los días en “hacernos creer” para mantener a Bolivia como festín de las transnacionales petroleras y de otras empresas voraces.

6.

Orlando te juro

no te fallaremos,

para liberarnos

frente formaremos

Con otros compañeros te pagaremos con creces aquella deuda: construiremos o al menos ayudaremos a construir la dirección política de nuestro pueblo para que acaben los alzamientos populares inconclusos como el de octubre de 2003.

Orlando: visitaré tu tumba cada vez que me fallen las fuerzas y también cuando las tenga enteras. Siento que, como fuiste solidario conmigo, seguiré recibiendo tu apoyo, como siempre.

“El día de tu partida...”

“Corazón por qué lloras tanto...”

La Paz, 12 de marzo de 2005.

La Paz, 12 de septiembre de 2020.

*Periodista

El Progreso cuenta la campaña que consigue suspensión del proyecto Rositas

De sábado a sábado 524

El Progreso cuenta la campaña que consigue suspensión del proyecto Rositas

Remberto Cárdenas Morales*

1.

El Progreso avanza

y encauza destinos,

esa es la palabra

de vallegrandinos.

El Progreso del Gran Valle, palabra de vallegrandinos (y de los valles cruceños) para vallegrandinos, cruceños y bolivianos, que se imprime en Santa Cruz, ha llegado a sus 100 ediciones en papel y tinta, incluidas las cinco entregas virtuales durante la campaña para vencer al coronavirus.

El número 100 de esta publicación periódica es un acontecimiento que celebro y creo que debemos celebrar.

En Bolivia, según un recuento de Gunnar Mendoza, otrora director del Archivo y Biblioteca Nacionales de Sucre, hubo periódicos que no pasaron del número uno. Otros papelistas refieren que, también en nuestro país, editores de una revista empezaron a contar sus publicaciones desde el número 10 hacia el 1.

El impreso al que se refiere esta nota es el segundo, su antecesor llegó a los lectores el 30 de marzo de 2012.

Reflejos fue el primer periódico impreso en Vallegrande y con redactores del Gran Valle, para decirlo con la segunda parte del nombre del periódico que motiva este texto.

El director de Reflejos, durante casi todo el tiempo de su circulación, fue el abogado Remberto Prado Montaño, quien después fue presidente de la Corte Suprema de Justicia.

En Santa Cruz, un grupo de estudiantes universitarios oriundos de Vallegrande publicó tres números de un tabloide llamado La Prensa. En uno de esos números se publicó un artículo de Hernando Sanabria Fernández con el título: “Navidad puebleña”.

Sanabria Fernández fue vicerrector de la Universidad Autónoma “Gabriel René Moreno” y uno de los historiadores más destacados del oriente boliviano y de Bolivia.

El periodista Gerardo Morón Arce (el Choco Morón), mientras vivió en La Paz, publicó un medio tabloide quincenal, La Lupa, impreso que para la fundación de Vallegrande (30 de marzo de 1612) difundía materiales sobre nuestra natal Vallegrande.

Fernando Prado Salmón, en Santa Cruz, mantuvo una revista a la que bautizó con el nombre de Reflejos, en homenaje al impreso que dirigió su tío (R. Prado M.), según dijo él en una de las páginas de esa revista.

El Progreso… como periódico, cuenta el quehacer de los hijos de Vallegrande y de los otros valles cruceños, y de los llegados al terruño; además propaga escritos periodísticos sobre Bolivia y excepcionalmente acerca de países vecinos y del mundo.

2.

Se archivó el Rositas,

se salvó el Guapay

El Progreso dice:

mi cota: elay.

En la última gestión del gobierno de Evo Morales se avanzó en el proyecto Rositas para instalar una represa en el río Grande o Guapay (como se le denominaba antes más que ahora), para la generación de energía eléctrica destinada preferentemente a la exportación.

Entonces surgió un movimiento cívico-regional en Vallegrande y en las localidades próximas a Rositas, porque según los alcances del proyecto y de acuerdo con criterios de profesionales y de lugareños la proyectada represa, y como ha sucedido en países vecinos, hubiera provocado la degradación de las aguas (del río Grande o Guapay), inundaciones, pérdida de cultivos, enfermedades y muerte de peces.

Voceros del Comité Cívico de Vallegrande, respecto del proyecto Rositas, dijeron que querían la represa, pero no como fue proyectada.

Los dirigentes cívicos regionales encabezaron un movimiento que consiguió que el Presidente de entonces disponga el abandono del proyecto, y cuando informó de su decisión agregó que la responsabilidad era (y es) de los que se opusieron a esa obra.

El Progreso del Gran Valle informó, comunicó, opinó e interpretó o analizó, en varias de sus ediciones, sobre el proyecto Rositas.

El periódico que hace unos días entregó su centésima edición, con su labor periodística, fue parte de la campaña que consiguió que se archive el proyecto Rositas.

Esa labor de El Progreso me convence de que este impreso se desempeña como vigía de los intereses legítimos de los vallegrandinos y de los pobladores que probablemente hubieran sido afectados por la represa Rositas que no fue.

3.

El Progreso del valle

va en el corazón,

no se neutraliza,

pues tiene opinión.

En las páginas del impreso valluno se “cuentan cosas”, como define Gabriel García Márquez a la principal faena de un periódico. Esa actividad es abordada con rigor profesional, que es otro rasgo destacado de El Progreso

La línea editorial de este impreso muestra que las opiniones son responsables, como se recomienda que sean en el oficio periodístico bien ejercido.

En todas o en casi todas las ediciones de El Progreso se han publicado artículos de colaboradores, los que siempre son compartidos por el Director. Por tanto, añado que en sus páginas se materializa la libertad de pensamiento y la libertad de la palabra.

Especialmente en las entrevistas que realizaron y que retransmitieron los redactores de El Progreso se leen elementos constitutivos de la comunicación, la palabra de la gente dicha por ese medio impreso sin los “arreglos” que con frecuencia incomunican desde otras publicaciones. En las páginas del impreso, sobre el que intento aportar para una semblanza, se encuentran al menos fragmentos del análisis periodístico, es decir, allí se contextualiza, explica, organiza y proyecta una información y/o un comentario.

4.

Nata, el director,

ha plantado un hito,

con minka o “faina”

no estará solito.

Nataniel Álvarez, periodista, trabajó en radio 21 de Diciembre de Catavi (cerrada), en radio Nacional de Huanuni, en el diario Presencia (cerrado) y en radio Santa Cruz.

En la sede de gobierno fue secretario ejecutivo del Sindicato de Trabajadores de La Prensa de La Paz (ahora Federación).

El desempeño periodístico de Nataniel confirma ahora su papel eficiente en El Progreso del Gran Valle, del que es fundador, director, redactor, financiador, administrador y distribuidor.

Se sabe que Nataniel iba a Vallegrande con El Progreso. En esas ocasiones besaba, abrazaba y conversaba con su mamá… Lindo aquel destino después del trabajo desplegado en cada una de las ediciones de El Progreso del Gran Valle.

5.

Comer chicharrón

y mote con queso,

con chicha: ¡Salud!

¡Que viva

El Progreso!

De veras vidita

¡Que viva El Progreso!

La Paz, 5 de septiembre de 2020.

*Periodista

De sábado a sábado 522

De sábado a sábado 522

Remberto Cárdenas Morales*

La Paz, agosto de 2020

Che y Vallegrande en el corazón

De sábado a sábado 523

Che y Vallegrande en el corazón

Remberto Cárdenas Morales

"Che, Che,

Che Guevara

cada uno de nosotros

solo no vale nada".

Me sigue martillando la cabeza y me hace latir más el corazón este estribillo de la canción compuesta por Manuel Monroy Chazarreta y estrenada en Vallegrande en ocasión del Encuentro de homenaje al Che y a los guerrilleros caídos en la gesta de Ñancahuazú en 1967.

Aquel mensaje, tomado de una carta en la que el Comandante de América se despide de sus hijos, sucede a otro para construir la unidad en nuestro suelo rociado con tanta sangre de patriotas: "Los cubanos unimos lo que otros dividen", proclama un militante de la Unión de la Juventud Comunista de la tierra de Martí y de Fidel en el último Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Solidaridad Antiimperialista, la Paz y la Amistad (1997), realizado en la capital de la isla indomable. Este Festival (en un video durante el viaje a Vallegrande) otra vez propone que pueden (y deben) impulsar tareas conjuntas militantes desde diferentes trincheras partidarias y los que no tienen partido pero que asumen una causa liberadora.

En el Encuentro de Vallegrande participa un contingente humano unitario y multinacional, acaso porque allí se "atemperan" las discrepancias, como postula el Che en su herencia teórica y política que, sin embargo, es la que menos se difunde en aquellos homenajes, con frecuencia inflamados de frases hechas y gastadas, poco imaginativas y agotadoras...

El reducido grupo que formamos con estudiantes de Comunicación de la UMSA (casi todas mujeres, para sentirlo como un halago) es una muestra de incipiente unidad; empero, convergencia a pesar de todo.

En la quebrada del Churo, allí donde cayó herido el Che, rememoro que los miembros del pequeño ejército guerrillero tienen procedencia política diversa, hasta discrepante, aunque esto seguro en cuestiones secundarias.

"Es Vallegrande la tierra

donde florece el ensueño

y su nostalgia infinita

nos va brindando el amor".

¿Cómo ir a Vallegrande?

Apelo a los estudiantes con los que trabajo. Ante la consulta, la respuesta de los concentrados en un curso llega de inmediato: ¡Vamos! Aunque se veían ciertas caras incrédulas, más o menos como la mía. No obstante, otra vez llega la constatación de que el Che convoca a los de izquierda, a los que no son parte de ésta, así como ante él se neutralizan sus enemigos o cuando menos calman sus furias (salvo las naturales excepciones).

En el viaje siento necesidad de gritar o cantar: "¡Que vivan los estudiantes!", esa hermosa e interpeladora canción de la chilena Violeta Parra.

Viajamos convencidos de que no cabría buscar comodidades en Vallegrande, inexistentes además, aunque disponemos allí de la "cama dura" pero fraterna de los profesores rurales, gesto que de nuevo agradecemos.

Me preocupa la cantidad de concurrentes porque supongo que se reducirá ante los huesos del Che en Santa Clara (Cuba) y no así en esa fosa común en la que, para serles franco, me hubiera gustado que permanezcan con el argumento del mismo Guevara: los restos deben quedar sepultados allí donde se muere; afirmación que recordó para la revista Bohemia la mayor de sus hijas cuando se buscaban sus restos.

Además, me siguen conmoviendo más las tumbas del soldado desconocido en vez de los mausoleos con guardias vigilantes y cerraduras bien cuidadas, llamas eternas y flores en todas las estaciones.

Pienso en la organización y en el desarrollo de ciertos programas en un escenario modesto: festival de cine, canciones cada noche, muestras de pintura, actividades infantiles, verbenas, charlas de reflexión, debates, proclamas, artistas anunciados que a veces no llegan, y tantos otros. A muchos de ellos no se puede concurrir porque varios coinciden en horarios o, lo insuperable: los ambientes reducidos se niegan a reunir a tantos asistentes.

Exigencias extremas, a tono con la defensa del medio ambiente (como aquélla que la basura debe arrojarse en basureros, también inexistentes), nos parecen una exquisitez plausible pero irrealizable.

Las mesas de reflexión, como para fatigar a los habituados a tragarse tantas de su género, confirman una sospecha: pocas son las que valen la pena. Más escasas aún son las que llevan a la meditación; improvisadas, como alguna que ni siquiera puede concluir; otra, en la que se hace algo que no aparece escrito en sus discursos conocidos (Ej.: el de Argel). Ausencias, entre los expositores, como la de un vallegrandino estudioso, ahora historiador, quien cuando empezó la guerrilla dirigió en Vallegrande el primer rayado mural de apoyo entusiasta de jóvenes comunistas a la epopeya del Che, acción que le valió una golpiza y una afrenta: con el pelo rapado (al estilo de un conscripto) es paseado en burro por la plaza pública de aquella localidad. Los responsables del abuso mayúsculo: militares, entonces en armas, bajo órdenes del Cnl. Andrés Selich (tenebroso ya entonces, luego ministro del Interior de la dictadura de Banzer y muerto a golpes a manos de otro fuerte de ese régimen, Alfredo Arce Carpio). Aquel historiador y amigo (Adhemar Sandóval Osinaga), en ese momento director de la Casa Municipal de Cultura Hernando Sanabria Fernández, pudo haber contado más de un testimonio interesante en esas mesas de reflexión. En otra será, se dice en Vallegrande.

Pocos vallegrandinos en los actos

Otro persistente temor es verificado: pocos vallegrandinos, residentes en el lugar, participan de las actividades programadas como parte del Encuentro. Los llegados allí se apropian de plazas, calles, mercado, locales públicos. Acciones pensadas, programadas, realizadas, evaluadas, por los visitantes. Este rasgo hace decir a un colega periodista que el Encuentro parecía inscribirse en una acción extensiva del foco guerrillero (a éste sus integrantes llegaron de afuera y emprendieron los combates para liberar a los lugareños). Y con ese título que resume esa apreciación envía su nota a la agencia de noticias para la que trabaja.

Pese a la notoria ausencia de mis paisanos en los homenajes al Che, la acogida de ellos se siente, como anota el vals de Gilberto Rojas, "Es Vallegrande la tierra...". Aunque una vallegrandina de las nuevas generaciones no puede mantener en secreto su disgusto, porque jóvenes a los que se conoce como "mochileros" ganan la plaza principal para vender "artesanías" de baja ralea: anillos, pendientes, collares, insignias... con la imagen del Che en alguna parte. "Nosotros no esperábamos a éstos que vienen aquí a beber, drogarse, dormir, vender...; esperábamos a gente bien, como los que llegaron cuando se encontraron los restos del Che y los guerrilleros..." (periodistas extranjeros, especialmente), protesta.

Este último dato nos llega con fuerza porque también hay algunos que frente a manifestaciones unitarias y multinacionales, en la plaza pública de Vallegrande, hacen conocer su desagrado ante lo que denominan la "mercantilización" del Che, o porque aseguran que unos están allá para divertirse y comer bien y, en La Higuera, esos mismos compañeros se adueñan del homenaje, o lo pretenden.

En La Higuera, un preste

En La Higuera, una afirmación me afecta de nuevo: un colega dice que cada 8 de octubre ciertos revolucionarios vamos hasta ese lugar a "pasar el preste" y a venerar a San Ernesto. El instante en el que se ofrece chicha, hasta acabar "el viaje" de esta bebida, parte del preste (alferazgo en Vallegrande), otra vez me convenzo de que importa más la difusión de las ideas del Che antes que homenajes monótonos. O, mejor aún, más ideas del Che, más de su ejemplo y menos actos rituales repetitivos.

Sin embargo, esta afirmación no puede desmentir que en este tipo de concentraciones y en Vallegrande hace falta un "poco de bar...": "té con té", té con licor blanco o singani, por la noche, en el boliche del "Jaspe"; aunque allí en este último tiempo sólo atiende su nieto, porque el Jaspe descansa en el mismo cementerio en el que se cree está sepultada Tania , la guerrillera del ejército del Che.

Más allá de las sombras que registramos, las luces recogidas en este Encuentro nos sirven para alumbrar el camino que en mucho tenemos que abrir, con el Che en el corazón. Si es cierto que la "sangre y la carne" de él permanecen en Vallegrande, acaso allí haya que volver para recoger sus enseñanzas posibles.

Siento a Vallegrande en el corazón, resumido en múltiples pasajes, especialmente en dos: veo a cada instante a "mi profesora" (Wilma Alcoba Vargas), concejala ahora, una de las que me enseña a leer en la primaria, cuando en la inauguración de este Encuentro y en la plaza principal nos regala, a miembros de nuestro grupo, tamales de maíz "pelau" (sin la cáscara) con carne de chancho, cocinados en olla de barro. También sigue (en el corazón) mi primo hermano político (Samuel Quiroga Quiroga), con quien aprendí a leer el periódico (Presencia) cuando no había televisión en Bolivia y cuando la radio difundía menos noticias que ahora.

Por todo ello, canto para mis adentros aquella copla tan repetida pero de un mensaje totalizador:

"Ahora sí que estoy

lleno de alegría

porque mi juntau

con los que quería".

Combatientes de fuego

Continúa en mi mente la fosa común de tierra un tanto rojiza (la tumba del Che y sus combatientes de fuego), ubicada camino al panteón y más cerca todavía del camino por donde pasábamos hacia "la pampa" (una pequeña finca), casi todos los días, con mis padres, hermanos, sobrinos, vecinos y amigos.

Imagino a mi padre fallecido (Zenón Cárdenas Robles), en su habitual cabalgadura, en el camino que atraviesa el viejo aeropuerto vallegrandino y se me arruga el corazón, aunque me reconforto al recordar que por cuanto vivió él sentía alegría.

Observo a concurrentes al Encuentro con rostros compungidos, cansados, pero esperanzados, con los rostros de tantas patrias juntas, reunidos en Vallegrande, población apacible en la que dejan sus huellas.

"Che, Che

Che Guevara

cada uno de nosotros

solo no vale nada…”

"Es Vallegrande la tierra

donde florece el ensueño...”

La Paz, febrero de 1998.

Doña Alejita: vigía en todas las acciones de solidaridad con la Cuba de Martí y de Fidel

De sábado a sábado 521

Doña Alejita: vigía en todas las acciones de solidaridad con la Cuba de Martí y de Fidel

Alejandrina Morales de Quiroga fue la compañera del Oso Quiroga (Hernán Quiroga Pereyra) en incontables jornadas de amor y de lucha. Madre, compañera, amiga y camarada de su hijo e hijas. Una generación de jóvenes comunistas bolivianos de la resistencia a la dictadura de Banzer también la sentimos madre nuestra, como la descrita en la novela de Máximo Gorky, la que comparte el linaje y la batalla con sus hijos, por tanto, progenitora y compañera en la vida y la acción cotidiana.

El hogar comunista de los Quiroga-Morales era Oruro, suelo por el que transitaba la economía del estaño y las arenas sobre las que pisaban fuerte los combativos mineros; asimismo, el sitio en el que operaba efectiva la policía política...

Allí, el Oso Quiroga tenía el hogar protegido por su compañera, quien apenas se anoticiaba de que apresaban al marido alistaba dos abrigos y dos raciones de comida porque casi siempre los dos detenidos políticos, considerados temibles comunistas, eran el Oso Quiroga y Felipe Íñiguez, camaradas y compañeros de todas las lides, a la vez colegas en la universidad pública orureña. Felipe también tenía seguro el frente interno, porque cuando las vituallas le llegaban con alguna demora, doña Alejita se anticipaba con el soporte material y con el amor para el profesor universitario y soldado de la causa obrera y popular.

Ese era el período en el que funcionaban, con respaldos diligentes y caros, comités anticomunistas que promovían cruzadas contra la Revolución Cubana, los que tenían como encargo disgregar o cuando menos desanimar a los que organizaban la solidaridad con Cuba y su pueblo indómito.

Se trataba del reinado, también en tierras bolivianas, del macarthismo que impedía incluso el ejercicio del derecho al trabajo de los comunistas y de los sospechosos de serlo: la caza de aquellos hombres y mujeres al servicio de los trabajadores era actividad de todos los días y en el lugar en el que se encontraran los incesantes luchadores sin tardes libres. Entonces imperaba el miedo al comunismo, ese sistema supuestamente cruel que convertía a los abuelos en jabón y colectivizaba todo, incluso a las mujeres. Con estos cuentos asustaban a los muchachos, sobre todo al llegar la noche.

En ese ambiente hostil para los desheredados se organizaban y tenían lugar las primeras acciones de solidaridad con Cuba y su Revolución. En ese tiempo, en Santa Cruz, aquella solidaridad se concentraba en la universidad pública, cuyo autogobierno lo facilitaba. En lugares remotos, como Vallegrande, estudiantes del único colegio secundario de entonces esperaban la noche y el corte del servicio de energía eléctrica para gritar a todo pulmón: "Viva Cuba libre", como único y vibrante discurso de adhesión a la epopeya de los barbudos.

Acaso desconocen, los que llegaron tarde a la vida y a la solidaridad, que en aquella época con frecuencia se pagaba caro la militancia comunista y el apoyo a los barbudos de la Isla que nos representa a hombres y mujeres libres. Innumerables mítines de respaldo a Cuba acabaron —por ejemplo en La Paz— en peleas campales protagonizadas por los activistas de la solidaridad con Cuba que jamás arriaban banderas, frente a los anticomunistas que tenían al fanatismo como sostén de su accionar contrario al curso de la historia.

Es cierto que aquellas jornadas de solidaridad con la Revolución Cubana unían a sus protagonistas y mitigaban las diferencias entre ellos. Es verdad también que, cuando se trataba de Cuba y su Revolución, se unían los antiimperialistas y revolucionarios, y se sumaban incluso algunos comprometidos a medias con la causa popular.

En esas décadas, especialmente los más avanzados, tenían muy claro que al solidarizarse con Cuba enfrentaban a los mismos enemigos de aquélla: el imperialismo y la rosca criolla; incluidos los cachorros de ambos.

Ese accionar solidario educaba políticamente a sus actores en calles y salones.

En esos años en los que la solidaridad con Cuba y su pueblo era en particular difícil, doña Alejita formaba entre los solidarios de primera línea con la causa cubana y con el socialismo triunfante en esta América nuestra. En su caso, a la actividad cotidiana se sumaba la militancia y, ésta, se repartía entre el quehacer político de los trabajadores y el apoyo internacionalista.

Confinamiento interno

La dictadura de Banzer, que acabó con la vida de compatriotas y cuyo saldo luctuoso sigue sin registro completo, provocó la primera separación obligada de los Quiroga-Morales. El Oso Quiroga acabó en el Chile de Allende y Neruda, exiliado, junto con dos de sus hijas (Ana y Amalia); el hijo de la familia (José Antonio) en la prisión del dictador; otra de las hijas en Europa (Teresa, también refugiada), y las dos menores (Rosario Graciela y Tatiana) con doña Alejita, en esta ciudad que nos acoge a todos los llegados sin importar la procedencia.

Aquí, en La Paz, retornados del exilio y en las filas de la resistencia al banzerismo, aquellas jóvenes generaciones de comunistas contamos con el apoyo sin límites de doña Alejita. Recibimos de ella alojamiento, comida, pasajes, casa para la fiesta furtiva y afecto, mucho afecto entrañable de una madre que comparte la contienda de clases sociales y pueblos, madre nuestra que aportaba sin decirlo y sin esperar reconocimientos formalistas. Este comportamiento era otra dimensión de la solidaridad, practicada por doña Alejita, con los que físicamente estábamos más cerca de ella. Solidaridad de una persona que, sin grados ni jerarquías, peleaba desde su sendero convergente con el nuestro, en rigor, desde el mismo sendero. ("Desde su sendero pelea el guerrero,/desde mi sendero peleo yo", como dice el hermoso verso de Jorge Suárez hecho cueca para bailar sin freno y con aro).

Este aporte de doña Alejita contribuyó al alumbramiento del proceso democratizador del que la UDP se puso a la cabeza. Más allá de la frustración que nos deparó al campo popular aquella tentativa liberadora, es necesario dejar anotado que durante ese período se despliega entre nosotros una solidaridad agigantada con Cuba y la Revolución, aunque sin conseguir el movimiento solidario de masas con el que soñamos.

Doña Alejita, en ese tiempo, entrega lo que está a su alcance para la solidaridad con Cuba: su esfuerzo diario para difundir ideas de Fidel y de los revolucionarios de la Isla liberada; reúne remedios y ropa de cama, cuadernos y lápices, ayuda a organizar a becarios y brigadistas y ella misma se convierte en parte de éstos.

La muerte temprana de Amalia, la cuarta de sus hijas (una hermana que descubrí en Oruro cuando se alzaban los universitarios bolivianos por cambios en las casas de estudio), marcó en profundidad la vida de doña Alejita. En una ocasión le escuché decir: Los médicos cubanos han hecho todo lo que pudieron para curar a Amalita, en gratitud yo seguiré trajinando por la solidaridad con Cuba. Y lo hizo como aplicando una consigna: Por Cuba, todo.

Pocas pero imprescindibles

Una y varias veces se dijo que "las mismas caras" aparecían en los actos de solidaridad con Cuba. Y ello, que acaso parezca descomedido, correspondía a la realidad. Sólo que se omitía un detalle: las mismas caras eran nada menos que las imprescindibles, encabezadas por doña Alejita.

El síndrome de la división en Bolivia rompió más de una vez al movimiento de solidaridad con Cuba y su pueblo. Desencuentros que no se pudieron evitar, pero que nos plantean la inmensa tarea de unir lo que otros separan.

Las querellas nunca nos conformaron y la desunión nos ocasionó angustias, especialmente a doña Alejita. Aquel fraccionamiento que surgía como consecuencia de lo que sucede entre bolivianos y latinoamericanos fue una preocupación compartida con ella.

Decimos, siempre, que es más fuerte lo que nos une cuando se trata de la solidaridad con la Revolución Cubana. En tanto el legado de doña Alejita es que articulemos un movimiento fuerte, de masas. Y esto es posible, entre otras cosas, con la unidad que supone superar o al menos moderar las diferencias que, en verdad, son naturales y a veces hasta inevitables.

La mejor activista

Este 4 de mayo nos hubiéramos reunido para celebrar los 85 años de doña Alejita. Su partida nos privó de este encuentro añorado, mas ahora nos congregamos para un homenaje, merecido homenaje a la mejor activista de la solidaridad con Cuba y la Revolución Cubana en nuestro suelo.

Hermanos, amigos, compañeros, camaradas: compartamos una propuesta de trabajo para impulsar la solidaridad con Cuba, en la que doña Alejita estará presente y se comportará como excepcional vigía. La abanderada de la solidaridad con Cuba lo mejor que espera de nosotros son multiplicadas acciones solidarias con la tierra de Fidel, Raúl y Wilma, como le gustaba decir:

        Demandar la libertad, de manera sistemática, de los cinco héroes cubanos, cuyo cautiverio injusto en el norte "revuelto y brutal" era una desgarradura para ella y lo es para todos nosotros.

        La lucha contra el bloqueo yanqui a Cuba, para que ese cerco asfixiante que no ven pocos, acabe porque es una ofensa a la humanidad, fue asumida como una tarea de primerísima importancia por doña Alejita.

        Aquí en esta patria que cambia, a pesar de todo, para lo que aportó nuestra abanderada, son urgentes incesantes batallas contra los enemigos, que son también de Cuba y su Revolución: el imperialismo, el neoliberalismo y el capitalismo.

        Impulsar acciones destinadas a unir a todos los bolivianos solidarios con la Isla indómita, más allá de que en ocasiones algunos incomprendieron el accionar de doña Alejita.

        Trabajar todos los días para generar un movimiento de solidaridad con Cuba, de veras organizado, unido y resuelto a continuar la obra inconclusa de nuestra abanderada.

        Compartir acciones para aportar al éxito del proceso que cambia Bolivia, más allá de las amarguras que nos ocasionan las insuficiencias y errores de sus conductores.

        Desde nuestras modestas trincheras sumemos esfuerzos para forjar la unidad y la integración latinoamericana, propuesta por Bolívar, tarea que urge completar.

Continuemos la obra inconclusa de doña Alejita, la mejor entre todos en la solidaridad con Cuba y su Revolución. Recojamos su aporte como un ejemplo para todos nosotros.

Tratemos de mitigar el dolor entre los compañeros y compañeras que tenemos a la solidaridad con Cuba como un oficio diario.

Levantemos las banderas que doña Alejita llevaba al hombro en el camino recorrido especialmente en el último tramo de su vida.

Hasta cada día, doña Alejita, usted merece la gloria.

La Paz, 4 de mayo de 2007.

(Homenaje leído en el aniversario natal de la c. Alejandrina poco después de su fallecimiento)

*Remberto Cárdenas Morales

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