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El Zambo: más que un hermano

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De sábado a sábado 525

El Zambo: más que un hermano

Remberto Cárdenas Morales*

1.

El Zambo Orlando,

valluno optimista,

sincero decía

yo soy comunista.

Con Pablo Neruda digo que Orlando Alcoba Vargas, el Zambo, como con respeto y cariño le llamábamos en Vallegrande, para mí fue (en verdad es) más que un hermano. Y esta confesión nerudiana no sugiere que Orlando haya suplantado afecto familiar alguno (nunca hizo tal cosa). Este amigo, paisano, camarada, compañero, jamás disputó afectos, atenciones, distinciones, premios, méritos...

Admiración y miedo

Conservo intacto un pasaje ocurrido en nuestra natal Vallegrande. Orlando retornó de Brasil, donde estudiaba, y nos encontramos en la plaza Rubén Terrazas (la del Mercado Central). Un poco al oído me sugirió que deje de “perseguirla” (pretenderla) a una vallegrandina de “inmensos” ojos negros, de la que en los mejores momentos apenas pude conseguir su cálida amistad.

Yo sabía que Orlando era de los “rojos”, como se sigue diciendo, ahora con menos desprecio que antes, a los militantes comunistas e izquierdistas. Los rojos, como Orlando, me producían respeto mezclado de cierto temor porque crecí cuando se difundía que los comunistas convertían a los viejos en jabón negro o de lejía, que a los campesinos sólo les permitían criar dos vacas y las otras se las quitaba el gobierno (Estado), que en aquella sociedad socialista (comunista) se casaban entre primos y tantos otros cuentos destinados a que nos asustemos los muchachos de corta edad (era el tiempo en el que se inducía el miedo al comunismo).

2.

¡Viva Cuba libre!,

grito solidario,

de la juventud,

afán prioritario

Nuestro amigo y compañero Orlando “integró la promoción 60 del colegio Manuel María Caballero de Vallegrande. Durante el último curso de sus estudios de secundaria se organizaron en algunos lugares de Bolivia comités de solidaridad con la Revolución Cubana, así como existió un Comité Boliviano Anticomunista, en La Paz, de corta duración y de limitada convocatoria.

En Vallegrande, luego del cotidiano corte del servicio de luz eléctrica, Orlando y otros estudiantes gritaban a todo pulmón: ¡Viva Cuba libre!

Algunos de aquellos estudiantes pertenecían a la Avanzada (Juventud) del Movimiento Nacionalista Revolucionaria (MNR).

Esos jóvenes vallegrandinos y otros reproducían en reuniones públicas aquella consigna como una manifestación de solidaridad con los hijos de la Mayor de las Antillas.

En Vallegrande ese fue el origen del movimiento boliviano de solidaridad con la Revolución que dirigió Fidel Castro Ruz y los barbudos de la Isla indómita. Orlando compartió el mérito de pertenecer al grupo de jóvenes vallegrandinos que iniciaron en aquella tierra valluna la solidaridad con la Revolución Cubana.

En la capital cruceña, con otros profesionales, Orlando participó en actividades de solidaridad con Cuba y el pueblo cubano. En ese mismo cauce estuvo en una reunión nacional de activistas de esa solidaridad que se realizó en Cochabamba

3.

Un “sindicatero”,

y buen cirujano,

amigo por siempre,

y mejor paisano.

En Santa Cruz de la Sierra, en los años de estudiante de Derecho en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, con Orlando compartimos innumerables actividades partidarias, sindicales y universitarias. En ese tiempo, un amigo común (Cacho Ibáñez) decía que el Zambo se especializaba en cirugía del abdomen y en vallegrandinos, porque los migrantes del valle cruceño en la ciudad oriental recurrían a este médico para todo tipo de consultas, pues sabían que Orlando era un cirujano competente. La demanda de atención médica de los paisanos convenció muy pronto a nuestro amigo y hermano de que también debía ocuparse de la clínica médica, que debía curar enfermos ante requerimientos expresos e inapelables.

A pesar del tiempo como médico inscrito en la planilla del Hospital San Juan de Dios de la capital cruceña, los médicos del sistema de salud que decidían por encima de las autoridades de salud del departamento y del país, a Orlando le asignaron el lugar de cirujano adscrito no menos de cinco años, es decir, operaba cuando había espacio en un quirófano o el momento en el que debía suplir a un cirujano ausente.

Por las ideas avanzadas que asumió, a Orlando y a un grupo de colegas suyos los llamaban con desdén “sindicateros” en vez de sindicalistas. Todos ellos no pertenecían a la llamada “sociedad” cruceña de entonces. Sin embargo, los méritos profesionales de los denominados “sindicateros” eran reconocidos por los pacientes.

Durante décadas médicos dirigieron el Comité Pro-Santa Cruz. Orlando y los “sindicateros”, cuyo número creció, apoyaban a los dirigentes de la Central Obrera Departamental que en ese tiempo luchaban por constituir en Santa Cruz un movimiento sindical con solidaridad inagotable e independencia política e ideológica respecto de los partidos de la derecha y del movimiento cívico.

Cuando me convertí en residente paceño, tiempo de la resistencia a la dictadura de Banzer, un día me enteré de que Orlando decidió operar a mi madre (Paulina Morales viuda de Cárdenas) de una antigua dolencia en la vesícula. Cuando mi madre le respondió que iba a consultar con sus hijos, Orlando le dijo que la operación la debían decidir él como médico y ella como paciente; además, añadió que la operación no le iba a costar nada. De inmediato definieron día, hora y quirófano... (Para mi madre, Orlando era su “doctorcito”, del que cumplía sus recomendaciones).

4.

Con firmeza dice:

muera el dictador,

yanquis ni en pintura,

pueblo-vencedor.

En similar período (resistencia a la dictadura banzerista), Orlando me recogió de la casa de mi hermano mayor (Juan Cárdenas Morales), cita a la que se atrasó 15 minutos porque tuvo que cambiar una llanta que se descompuso en el trayecto. Esa noche, dentro del auto y mientras recorríamos la nueva Santa Cruz, hablamos ocho horas. Cuando abarcamos seis, Orlando me dijo: ya hubiéramos llegado a Vallegrande... un día tenemos que ir a la tierra, añadió. Orlando era un querendón de nuestro pueblo, cariño que manifestaba con los hijos de aquel valle por el que tantos de nosotros sacamos pecho allí donde nos encontramos.

En ese tiempo de dictadura conversamos largo y casi siempre compartimos ideas con Orlando. Nunca tuvimos discusión alguna que nos distancie, apenas hubo alguna vehemencia en las palabras. Fuimos tolerantes con nuestras diferencias políticas, jamás me recriminó cuando me alcé con otros militantes del PCB y pretendimos organizar otro PCB (para la revolución), pero con una parte de los mismos militantes, con un periódico del mismo nombre, con aliados similares y, por tanto, con relaciones indiferenciadas respecto de la entidad partidaria en la que crecimos juntos...

Un dato para no olvidar: operadores políticos del entonces Gral. Alberto Natusch Busch, atrincherado en el Palacio Quemado, le propusieron que ejerza como Ministro de Salud. Orlando desestimó la propuesta.

En un momento como ese, en el que los trabajadores resistían al golpe con una huelga general política, Orlando siguió con el pueblo sin extraviarse: esa oferta al camarada y amigo sucedió días después de la Masacre de Todos los Santos (1979).

En un homenaje al Che

Para los 30 años de la caída del Comandante de América nos encontramos en Vallegrande. Allí participamos juntos de varios de los homenajes a los guerrilleros de Ñancahuazú y en especial al Che.

Allá Orlando, con mi compañía, habló con delegados del Movimiento Sin Tierra de Brasil que visitaron Vallegrande. Orlando vivió en Brasil los primeros años de la dictadura fascista (1964) y conocía la situación política del país vecino, así como sentía especial simpatía por los Sin Tierra, el Partido de los Trabajadores e Inácio Lula da Silva.

En medio de las celebraciones por los guerrilleros de Ñancahuazú tomamos "sucumbé" con leche entera, conversamos especialmente sobre nuestra militancia y ambos manifestamos una añoranza: juntarnos otra vez y en el menor tiempo posible en la misma organización política o cuando menos en el mismo frente (hablamos de un movimiento social y político). Nunca nos conformamos con nuestras militancias separadas.

Cuando Orlando asumió la secretaría regional del PCB en Santa Cruz me dijo que había un espacio para mí en esta organización política. Otros ya han vuelto, tú estás entre los que faltan y ya no tienes mucho tiempo para hacerlo, añadió.

En Santa Cruz le resumí que, con otros compañeros, llegamos al convencimiento de la necesidad de organizar un partido marxista leninista unificado en Bolivia, con aportes criollos que seamos capaces de incorporar, y con viejos y nuevos luchadores. Conversamos, asimismo, del movimiento social y político (más que un frente como los que tuvieron lugar en nuestro país). Cuando le avisé que pronto empezaría a circular una revista de análisis político y que ésta sería el primer producto del empeño unitario del que participamos y que sigue inconcluso, advertí que renovó la esperanza, esa que compartimos siempre. Luego me enteré de que apreció con entusiasmo, como otros, las ediciones de la revista Causa (del PCB, PCB-ML, Patria Socialista y una fracción del Partido Revolucionario del Pueblo). Quiero que me mandes —me dijo— una colección de Causa para Wilma (su hermana), la profesora que me enseñó –en la escuela Ignacio Terán de nuestro Vallegrande– a leer y a diferenciar la solidaridad del egoísmo.

En tu nueva residencia

Orlando, siento tu muerte como una desgarradura muy difícil de curar sin los auxilios del médico, del compañero solidario como el que más, como tú fuiste. Siento mucho, asimismo, porque no estuve en tu nueva residencia, en la tumba, en la que tus hijas, tus hermanos, los vallegrandinos y los compañeros te levantaron con dolor pero con la entereza que mereces.

Siento que añado una nueva deuda contigo: debí llevar un trecho tu cuerpo para que renueves mis fuerzas como ocurrió en vida.

Quería construir contigo la unidad de los bolivianos de abajo, en este tiempo en el que el gobernante/periodista que tenemos se empeña todos los días en “hacernos creer” para mantener a Bolivia como festín de las transnacionales petroleras y de otras empresas voraces.

6.

Orlando te juro

no te fallaremos,

para liberarnos

frente formaremos

Con otros compañeros te pagaremos con creces aquella deuda: construiremos o al menos ayudaremos a construir la dirección política de nuestro pueblo para que acaben los alzamientos populares inconclusos como el de octubre de 2003.

Orlando: visitaré tu tumba cada vez que me fallen las fuerzas y también cuando las tenga enteras. Siento que, como fuiste solidario conmigo, seguiré recibiendo tu apoyo, como siempre.

“El día de tu partida...”

“Corazón por qué lloras tanto...”

La Paz, 12 de marzo de 2005.

La Paz, 12 de septiembre de 2020.

*Periodista

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