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Mensaje al pueblo de Dios en Bolivia de la Asamblea Extraordinaria Virtual de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB)

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Los obispos, reunidos del 19 al 21 de agosto del presente año, en Asamblea Extraordinaria Virtual de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), dieron a conocer el Mensaje al Pueblo de Dios en Bolivia, titulado: “Esperanza en Medio de la Pandemia”. Durante una conferencia de prensa virtual, presidida por Mons. Ricardo Centellas, Presidente de la CEB y Mons. Aurelio Pesoa, Secretario General de la CEB.

Mensaje al pueblo de Dios en Bolivia de la Asamblea Extraordinaria Virtual de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB)

ESPERANZA EN MEDIO DE LA ADVERSIDAD

“No temas ni te asustes, porque contigo está el Señor, tu Dios, adondequiera que vayas”. Josué 1, 9

Los obispos, reunidos en la Asamblea Extraordinaria de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), saludamos al pueblo de Dios que peregrina en Bolivia y queremos hacerles sentir nuestra cercanía en este tiempo particular que estamos viviendo.

La pandemia del coronavirus ha traído miedo, sufrimiento y muerte a tantas familias bolivianas. Hemos vivido la pérdida de sacerdotes, familiares y personas queridas, no olvidando a nuestro querido Mons. Eugenio Scarpellini, obispo de El Alto, quien ha jugado un papel importante en la pacificación del país en momentos difíciles, para construir una sociedad justa en la que todos tengamos lo necesario para vivir, respetando la pluralidad, y cuidando el bien común de los ciudadanos.

En la pandemia vemos un signo con el que Dios nos interpela. Es el Dios de la vida que nos dice: “no temas ni te asustes porque contigo está el Señor”. En medio del dolor, han brillado luces de esperanza.

  1. La vivencia de la fe y la solidaridad
  2. Cambios profundos en el país: un sistema educativo de calidad y sanidad para todos
  3. Justicia Social
  4. Tener en cuenta el bien común y el respeto a la libertad
  5. Vivamos este tiempo con esperanza

Como pueblo de Dios, hemos sido testigos de muchos signos de vida que han surgido en medio de la pandemia. Hemos visto gente acercarse a Dios, a la fe y a la Iglesia. También mucha creatividad frente a la situación de crisis que estamos viviendo y muestras de solidaridad, siguiendo el ejemplo del Maestro, quien dice a sus discípulos antes de la multiplicación de los panes y peces: “Denles ustedes de comer” (Mt 14, 16b). En muchos barrios se han creado las canastas familiares, “ollas comunes” y bancos de alimentos, medicinas y equipos de bioseguridad en coordinación con instituciones, Pastoral Social Cáritas y Parroquias, con el fin de hacer llegar ayudas a los grupos más vulnerables.

La Iglesia, pueblo de Dios, se abre a nuevos caminos en la vivencia de la fe, invitando a la oración, a cultivar la dimensión espiritual a vivir y unir “oración y solidaridad”, a estar presentes en las familias cristianas viviendo y transmitiendo las celebraciones litúrgicas, y retomando la catequesis por medios digitales, radio y televisión para fortalecer la fe y la esperanza. La Iglesia está cercana al pueblo, orando y caminando con tantos actores anónimos que cuidan de nosotros para que la vida siga.

Necesitamos empeñarnos en una Bolivia con un sistema educativo que priorice la búsqueda de la verdad de nuestros niños y jóvenes, la formación de una conciencia moral honesta, que les capacite para ser profesionales con excelencia. Seguiremos trabajando, desde los colegios de convenio y privados de la Iglesia, en una educación que busque calidad y contribuya al futuro de las jóvenes generaciones y a la construcción de un país en progreso y justicia.

Es necesario un sistema de salud público para todos, sin excepción, en el que los más pobres puedan acceder a unos servicios de salud dignos, aumentando el presupuesto en salud al 10%. La salud no puede ser un negocio o el patrimonio de los que lo pueden pagar ni ser utilizada con fines partidistas, sino un bien social. Por encima de ideologías y partidismos, debemos lograr un sistema de salud con capacidad para cuidar a todos los bolivianos y al servicio de la vida. Esto debe ser una prioridad nacional.

Nos enfrentamos a tiempos difíciles en el mundo entero, en Latinoamérica y en Bolivia. Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos debe unir a todos y no hacer acepción de personas. Vemos con dolor y preocupación que los que han sufrido las graves consecuencias económicas de la pandemia han sido los más débiles, vulnerables y menos protegidos. Tenemos que luchar juntos para que las políticas de Estado logren la inclusión social de la población, trabajo digno para todos y atención a los más pobres; todo esto centrado en la justicia social.

Necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana, con líderes que impulsen un proceso de verdadero desarrollo aprovechando lo que tenemos.

La pandemia sigue causando heridas profundas, desenmascarando nuestra vulnerabilidad. Hemos vivido, y seguimos viviendo, días adversos en el país. Vemos con mucha preocupación cómo los intereses políticos han obstaculizado el afrontar esta situación como un frente común, cuando se aprovechaba la emergencia sanitaria y el avance de la enfermedad para hacer campaña electoral, para movilizar a los sectores descontentos vulnerando su libertad, obligándolos a bloquear caminos e impedir el paso de insumos básicos, incluso para los hospitales, poniendo en peligro la vida de conciudadanos bolivianos. No se puede lograr nada, si no anteponemos el bien común. Busquemos juntos caminos para pacificar nuestro país, basados en la verdad, la justicia, la libertad y el amor. Esto requiere de una auténtica conversión personal, social y ecológica.

Este último tiempo hemos vivido situaciones muy dolorosas. Nuestro futuro se ve amenazado: crisis económicas, falta de trabajo, heridas sociales aún no sanadas, polarizaciones en nuestra sociedad, etc. Un panorama incierto que nos pone frente a temores y desconciertos. Es necesario que miremos nuestro futuro con esperanza.

En situaciones de dolor y sufrimiento, Dios nos pide algo a cada uno. Recordemos las palabras del Papa Francisco que nos decía: “Aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido.”

Les invitamos a apoyarnos en la fe, en un estado permanente de oración, esto nos ayuda a animarnos, a no perder la esperanza en días mejores.

Que nuestra Madre, la Virgen María, que supo enfrentar con valentía, pero sobre todo con esperanza, situaciones difíciles en su vida, interceda por todos nosotros y nos ayude a que, como ella, no desconfiemos de los planes que Dios tiene para todos.

Con renovada fe, impartimos la bendición de Dios sobre todo el pueblo boliviano.

LOS OBISPOS DE BOLIVIA

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