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Revolución productiva sí, pero sin transgénicos

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Fortunato Esquivel

La Ley de Revolución Productiva, actualmente en trámite parlamentario está promocionando un enorme debate de último momento, con movilización de sectores apegados a la defensa ecológica y la producción de alimentos orgánicos, frente a la posibilidad cierta de una muy disimulada introducción de artículos que permitirán el uso de productos transgénicos, promotores de la privatización de las semillas que pasarán a las transnacionales que son dueñas de las modificaciones genéticas.

 

Se trata de una batalla entre las transnacionales productoras de herbicidas y semillas modificadas y la Pachamama, que aparentemente no consigue el apoyo necesario de sus hijos parlamentarios que no saben defenderla. En la calle, los ecologistas, poco pueden hacer con sus protestas.

Las semillas transgénicas, necesitan del apoyo del pesticida glifosato, que es un poderoso herbicida que acaba con todas las malas y buenas yerbas de la tierra donde se las siembra. Pero el glifosato, es también portador de malas noticias.

En Argentina, se ha instalado una batalla que involucra a la embajada norteamericana que defiende a la productora del pesticida, frente a un estudio científico del toxicólogo Andrés Carrasco de la Universidad de Buenos Aires, cuyo trabajo sospecha de una muy alta toxicidad del producto.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, ordenó a su Ministerio de Salud, iniciar un estudio sobre los efectos nocivos del glifosato a cuya finalización se tomará decisión de limitar o prohibir el pesticida.

Numerosas denuncias circulan por el vecino país, pero la más grave salió de la provincia del Chaco. El año pasado, un juez tuvo que ordenar la suspensión de las fumigaciones de arrozales con glifosato, tras conocerse un informe de la Comisión Provincial de Investigación de Contaminantes del Agua.

Ese informe dice que en los últimos diez años, se triplicaron los casos de cáncer en menores de 15 años y los nacimientos con malformaciones se cuadruplicaron a partir del auge de la producción arrocera en el departamento Bermejo.

Los intereses económicos son muy grandes. A partir de la publicación de sus estudios, el toxicólogo Andrés Carrasco, fue blanco de campañas de desprestigio por parte de las empresas involucradas en estos agronegocios y por los medios de comunicación.

En marzo pasado, la revista norteamericana Chemical Research in Toxicology, publicó los estudios de Carrasco. Se confirmó que el glifosato produce múltiples malformaciones. Con apoyo de análisis científicos se advierte sobre malformaciones en los fetos de mujeres embarazadas expuestas al glifosato.

De aprobarse la producción agropecuaria con la utilización de semillas transgénicas, automáticamente se estará autorizando el ingreso legal del glifosato a Bolivia. Por ahora, este pesticida, se encuentra entre nosotros por la vía ilegal o con autorización de gobiernos neoliberales, que no cabe duda, engordaron billeteras con las coimas de las poderosas transnacionales, siempre dispuestas a comprar a quienes estén prestos a venderse.

Crisis mundial de alimentos

El mundo precisará más y más alimentos a medida que incrementa su población. Por ahora somos más de siete mil millones y se espera que hasta el año 2025 lleguemos a diez mil millones. Entonces, los alimentos no serán suficientes para todos. Los precios se irán a las nubes. Hoy mismo, consumimos 120% de los alimentos producidos en el planeta. Es decir, ya estamos con déficit.

Pero no son los transgénicos la solución, como quieren hacernos creer las transnacionales. Hasta ahora no se ha comprobado que ese sistema promocione mayor producción y por el contrario, los alimentos orgánicos, son más confiables y pueden solucionar el hambre planetaria.

Los empresarios agrícolas nacionales están interesados en introducir maíz transgénico, lo que podría significar la pérdida de la propiedad de esta semilla a manos de las multinacionales, que sin duda exigirán el pago de regalías por el uso de sus modificaciones genéticas y los productores caerán en dependencia de su uso.

No cabe duda, somos país "inocente" y los que saben y conocen están a punto de hacer pisar el palito a nuestros diputados que, aprobaron en grande y detalle el proyecto que deberá ser revisado y confirmado por el senado.

Hay vacíos legales que deben ser llenados de manera sabia, sino las transnacionales se apoderarán del patrimonio que nos heredó la Pachamama. Es preciso defenderla y no traicionarla. Apoyamos la revolución productiva, pero sin transgénicos.

SCZ/17/06/11.

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