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Votemos por nosotros mismos

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Roberto Ibarguen Ch.

El título del artículo hace referencia a una de las principales consignas que el Movimiento Al Socialismo (MAS) usó en la elecciones del año 2002, allá cuando el “nosotros mismos” hacía referencia a los desarrapados, a algunos miles de indígenas (no todos por cierto) y algunos cientos de neorevolucionarios, quienes decidimos agarrar el toro por los cuernos y promovimos la candidatura a la presidencia y al parlamento de algunos como nosotros, para poder sacar de los círculos de poder a los neoliberales que durante más de 20 años hicieron crujir al país.

Es increíble cómo han cambiado las cosas en 12 años, el cambio se vio venir despacio; primero comenzó a visibilizarse cuando los representantes de los desarrapados y de los otros que se mencionan —cuyo orgulloso uniforme era la ropa de diferentes confecciones y marcas, pero por lo general comprada de los puestos de ropa usada— el que de golpe fue sustituido por chompas, chamarras y algunos ternos de diseñador y el abandono de la legítima o el legítimo, y cambiada o cambiado, por la secretaria, el asesor y, en algunos casos, la magnífica.  Y aunque son pecados capitales ni modo que le íbamos a hacer, son debilidades humanas que se explicaban por una vida de privaciones, la soledad del poder y el incremento de ingresos, que afectan a los neorevolucionarios, como a los neoliberales porque al final la notable diferencia entre unos y otros es que la primera palabra empieza con R y lo otra con L.

Pero bueno, todo lo mencionado anteriormente son cambios de forma, lo que no es muy significativo, lo que importa es que una cosa trae la otra y con ello comenzó la corrupción con más ánimo y más ganas, pasando del latrocinio cotidiano, en los espacios públicos, a la extorsión y el asesinato. También comenzó la prepotencia y la represión con muertos incluidos en cuanta movilización de sectores de la población se opusiera a sus designios, ahí están para constatarlo: Sucre, Caranavi, Porvenir, las últimas marchas indígenas; así como la necesidad de justificar todo lo bueno o lo malo que se hizo o se está haciendo y denominarla como trasformación revolucionaria, como si en anteriores gobiernos neoliberales no se hubieran dado bonos o hecho carreteras también. Aunque cabe reconocer que cambio sí hubo, porque en una buena parte son nuevos los funcionarios que lo estaban haciendo, y no sólo aquellos cuyo “abolengo” venía desde más o menos el año 52, lo cual si bien significa algo no lo justifica, y llevó a que muchos antiguos militantes del MAS-ISP salgamos a protestar y demandar que las cosas no se hagan como se las estaba haciendo, y otros que se tapen los oídos que, al final, un proceso de cambio de vez en cuando se tiene que defender de sus propios militantes y también pude cometer errores. 

Desgraciadamente, en estos temas de los cambios, parece que lo duro está por llegar, como se puede advertir en la nueva lista de parlamentarios para las elecciones nacionales del 2014, en las cuales se puede percibir un mestizaje político-ideológico entre lo peorcito del pasado y lo más pragmático del actual proceso; en las amenazas de consolidar un modelo socioeconómico de características absolutamente extractivita, que busca ampliar la frontera agrícola, legalizar el cultivo de transgénicos, incrementar la explotación de materias primas, recortar las libertades y la participación ciudadana, etc., que muestra  lo que  desde hace algún tiempo se percibe, es decir, el abandono de los sueños, las utopías, las perspectivas políticas, no ya de un cambio revolucionario o de la construcción de una sociedad socialista, que es posible que nunca haya tenido este proceso; sino también de ese deseo de construir un país y una sociedad diferente con más participación, con mayores niveles de equidad en la distribución de los ingresos, con una cúpula menos acaparadora del recurso público y del poder, con un desarrollo que sea menos pragmático y más respetuoso del medio ambiente y las características socioculturales de la población.

Lo que nos lleva a considerar que ninguno de los desarrapados actuales se puede reconocer en la cúpula gubernamental del MAS y en sus intenciones manifiestas que, obviamente, no son las de su discurso o programa, sino lo que cotidianamente nos muestran, y mucho menos en quienes se presentarán como candidatos a la Asamblea Legislariva Plurinacional en las próximas elecciones.

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