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Diva: aguerrida luchadora social del siglo XX

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maría diva arratia del río

De la revolución a la evolución

Lionel Carrasco Arratia*

Diva, se dice de una voz potente y bien proyectada, acompañada de un temperamento fuerte. María Diva Arratia del Río, no fue soprano, pero tuvo una voz poderosa a lo largo de 70 años de lucha constante y sostenida como una voz de 5 octavas. La Diva, como le decían en su casa y en la vida pública, no fue extravagante, pero si fue, la más aguerrida luchadora social del siglo XX en Bolivia.

La actividad política de la Diva se define por la consistencia sostenida en su lucha por la igualdad de derechos y oportunidades para todos y todas, y de todos los colores. Ser consecuente podía costar la vida en la Bolivia de los años 50, 60, 70, 80 y aún después.

Hija de Alfredo Arratia Téllez, abogado de profesión y pirista por convicción, y de Bertha del Río Argandoña, incansable compañera de la lucha de su esposo e hija, sobrina nieta de Don Francisco Argandoña Revilla, Príncipe de la Glorieta.

Diva nació en la “Villa Imperial” (Potosí). Desde muy temprana edad fue atraída por las letras de “El Capital” de Karl Marx, libro que no logró entender a su corta edad pese a las advertencias de su padre.

Pronto sus habilidades intelectuales, como su natural capacidad de liderazgo, hicieron que acabase como dirigente de la Federación de Estudiantes de La Paz, y más tarde fundadora de la Juventud Comunista e integrante del Comité Central del Partido Comunista de Bolivia (PCB).

En 1951, con tan solo 19 años, representó a Bolivia en el primer congreso de la Internacional Socialista compartiendo con Saramago y con otros gigantes intelectuales. El Congreso que se llevó a cabo en Frankfurt criticó tanto al "capitalismo descontrolado", como al "comunismo soviético", calificado como el nuevo imperialismo. 

La Diva vio el despertar del socialismo poco después de la segunda guerra mundial en su viaje por los países de la órbita Soviética. Convencida de esa visión y dispuesta a dar la vida por esos ideales regresó a Bolivia. La misma Diva, más tarde, se percató de las perversiones del dogma y de la imposibilidad de trasplantar modelos en geografías, culturas y realidades disímiles.

Sus estudios universitarios se interrumpieron tras completar su tercer año universitario en Derecho, en la Universidad Mayor de San Andrés en la Paz, Bolivia. Precipitada por la necesidad de apoyar económicamente a su padre, quien donara la mitad de su sueldo como diputado a los mineros de Potosí, abandonó sus estudios para abrazar la docencia. La joven Diva enfrentó la situación con ahínco y determinación. Con el pasar de los años. La profesora Arratia ejerció en las escuelas más necesitadas del país. Su labor llegó hasta las minas de Jancolaime en el norte de Potosí, donde primero tuvo que convencer a los ancianos del ayllu de la importancia de la educación de sus hijos, siendo mujer de piel blanca para mayor agravio. Su práctica docente y sus convicciones políticas la convirtieron en una gran sindicalista del magisterio.

Vivió la Revolución Nacional, encabezada por Víctor Paz Estenssoro (1952-1956). Hecho importante en el nacimiento de las ideas políticas revolucionarias socialistas de Diva. Toda su juventud será marcada por el hecho de haber nacido en un país oprimido por las dictaduras.

Apasionada por la revolución, que practicaba como fin primario de vida, compartía este anhelo con su esposo, Atilio Carrasco, miembro del PCB y amante ferviente de la pintura y las artes plásticas. Compartían la convicción de la igualdad de derechos y oportunidades con la esperanza de equidad social, vía la revolución en todas sus manifestaciones.

Como líder del PCB y miembro de la Central Obrera Boliviana (COB) fue también crítica acérrima de sus desatinos.  Diva fue la primera en apoyar a la revolución cubana, pero no tuvo recato en enfrentar al Che para decirle que Ñancahuazú no era la Sierra Maestra.

Víctima de torturas infames bajo el auspicio del siniestro San Román, durante el segundo período de Paz Estenssoro. Perseguida, allanada en sus moradas, golpeada innumerables veces y desterrada por los gobiernos militares de Banzer y García Meza. En cada golpe, en cada pérdida de un camarada asesinado o desaparecido, la Diva renovó sus votos por la justicia de manera implacable, cada vez con mayor convicción, sin comprometer sus ideas, combinando su papel de madre, esposa, hija, hermana y amiga, con su rol de líder en su lucha por los derechos de todos los desvalidos de piel oscura y de mujeres oprimidas.

La Diva vivió de cerca el socialismo en China y a pesar de su adhesión a la línea maoísta, no dejó de cuestionar a sus camaradas chinos, que incómodos respondían por medio del traductor horrorizado frente al desacato implícito de las preguntas.

Diva regresa de China a Bolivia más comprometida que nunca con su lucha, pero a su vez con renovada capacidad crítica en la búsqueda de una salida alterna al socialismo en declive. Diva se compromete con la lucha por la democracia como primer paso a un Estado basado en el derecho. Desde su regreso del primer destierro se convierte en una luchadora por la democracia, sin importarle mucho las etiquetas o las plataformas políticas, desde las cuales combatió con las palabras formando gente joven con ideales de cambio.

La Diva no se quedó en el extranjero a disfrutar de mejores condiciones de vida, no tomó un puesto de gobierno u optó por alguna salida que le diera tregua.

La Diva llevó mensajes y organizó la resistencia durante el indecoroso gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada el año 2003. Apoyó a Evo Morales con todas sus artes políticas y celebró el primer Presidente Indígena, junto a su camarada Antonio Peredo. Esa misma Diva, en sus últimos años de actividad, no dejó de apoyar y criticar al señor presidente Evo Morales, fiel y consecuente a sus principios más allá de los partidos.

Lo paradójico es que a pesar de su historia, se le negó el acceso al derecho que le confería la Ley 2640 de Resarcimiento Excepcional a Víctimas de la Violencia Política en Periodos de Gobiernos Inconstitucionales. Diva fue una de las 4.315 solicitantes de 6.000, que jóvenes burócratas carentes de memoria social, osaron demandar pruebas de tortura y del destierro. La Diva decía que fue más fácil probar la culpabilidad de García Mesa que probar que sus compañeros habían sido víctimas de las dictaduras. Diva quería donar los pocos e indecorosos pesos que le tocarían, y luchó para que las familias de los desaparecidos recibieran lo justo.

Por siempre y hasta mediados de siglo pasado, la única forma de cambiar las cosas era por medio del acero de una espada o el plomo de las balas. La Diva optó por el camino de la revolución y de la lucha armada.

Diva se despertó un 2 de septiembre del 2015 para ver el cielo azul de La Paz antes de exhalar su último aliento en un país donde hoy un niño “blanco” comparte pupitre con el hijo de una chola. Falleció sin proclamar una «Revolución pero habiendo logrado una Evolución» que hicieron surgir en el espíritu de la Diva una vida «fuera de lo común».

*Hijo de Diva y de Atilio Carrasco, compañero de vida de Diva.

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