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“La victoria del NO acelera la descomposición del Gobierno”

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José Antonio Quiroga, de la plataforma NO es N.O.

Ningún líder de la oposición puede arrogarse ni capitalizar la victoria del No.

La Paz, Página Siete, domingo, 06 de marzo de 2016

Fotos: Víctor Gutiérrez / Página Siete. Juan Carlos Salazar, director de Página Siete; José Antonio Quiroga e Isabel Mercado, subdirectora.

Página Siete / La PAz

El editor José Antonio Quiroga, uno de los promotores de la plataforma ciudadana No es N.O. (Nueva Oportunidad), sostiene que "uno de los resultados más notorios del referendo es que el No acelera la descomposición interna del Gobierno y, por otro lado, empodera a la ciudadanía democrática”.

Al evaluar el resultado de la consulta, dice también que el principal error del MAS no ha sido el manejo de las redes sociales, sino "el haber convocado a un referendo que iba a polarizar al país, que previsiblemente podían perderlo y que las consecuencias políticas de esa derrota iban a marcar su futuro en condiciones mucho más precarias que si Evo terminaba normalmente su gobierno y promovía un liderazgo sucesorio”.

"Yo creo que la derrota del MAS ha sacado a relucir lo peor de esa opción política y lo peor de su liderazgo, ese talante confrontacional, de una agresividad y de una torpeza tales que no favorecen  en absoluto no digo ya al conjunto de la ciudadanía, sino al propio partido”, afirma en el Desayuno de Trabajo de Página Siete.

¿Qué lecciones ha dejado el referendo?

Varias, si es que aprendemos a sacar las correctas; muy pocas, si es que persistimos en una visión sesgada y reacia a admitir la verdadera significación de la voluntad popular que se ha expresado en las urnas. En primer lugar, hubo un ganador muy claro, que es el que ha apoyado la opción del No; es decir, No a la reforma a la Constitución para permitir un cuarto periodo consecutivo a Álvaro García y Evo Morales Ayma. Digo esto porque, según el discurso oficial, los promotores del Sí parecen no saber que han perdido, ya que no aceptan la derrota en su verdadera dimensión, que afecta directamente a la figura y al liderazgo de Evo, y más bien nos hablan de "empate técnico”, "derrota táctica”, de que han perdido "una batalla pero no la guerra”, aunque no se sabe muy bien en qué consiste la guerra. 

Una de las primeras lecciones que nos deja este referendo es que ha sido una victoria de la  ciudadanía democrática frente al aparato de Estado, es decir del MAS concebido como partido estatal y no de cualquier Estado, no de un Estado democrático, sino de un Estado corporativo. Es una entidad que ha incorporado en el Estado de manera orgánica a corporaciones sociales, gremiales empresariales y de otro tipo, amalgamadas por el liderazgo de Evo Morales, pero que ha movilizado todo el aparato del Estado para reproducirse en el poder, y ese proyecto ha sido derrotado por la contundencia de la victoria del No.

Digo contundencia porque, aunque la diferencia de tres puntos puede parecer insignificante, pudo ser mayor si es que hubiese total transparencia en el padrón electoral. La propia misión de observación de la OEA se ha retirado del país recomendando por segunda vez que se haga una auditoria profunda e integral al padrón. Es decir, ahí hay dos, tres o cuatro puntos a favor del MAS que distorsionan el resultado electoral. No estoy hablando de un fraude cometido por las autoridades del Tribunal, sino de inconsistencias graves en el padrón de las que el MAS es beneficiario sistemático. 

¿Qué otra lección?

Una segunda lección es que efectivamente no existe un solo líder en la oposición que pueda arrogarse esa victoria y creo que la mayor parte de los dirigentes han actuado con bastante prudencia. No hay una sola persona que pueda capitalizar ese resultado. En cambio, en el lado del oficialismo, sí hay un derrotado, el que ha llevado la peor parte porque es el que puso todo su prestigio y sometió todo su capital político a un plebiscito, y ese es Evo Morales. El Presidente dijo que quería saber si el pueblo lo quería o no lo quería. Debe ser muy difícil asimilar el resultado de un referendo que le dice que hay un 52% que no lo quiere.

Por otra parte, creo que la victoria del No abre una nueva oportunidad para el sistema político para debatir el modelo de desarrollo, una nueva oportunidad para las instituciones democráticas, para reconfigurar el campo político y permitir que en las elecciones de 2019 se pueda restablecer el funcionamiento normal del Parlamento, del Tribunal Electoral, de la justicia, etc. Hay otras lecturas.

La composición social y territorial del voto muestra la reaparición de la "media luna”  ampliada y la contracción del MAS a su bastión andino. El voto a favor del NO tuvo una amplia ventaja en todas las capitales departamentales, equilibrada por la ventaja que tiene el MAS en las áreas rurales en un contexto en el que la gravitación de las ciudades será cada vez mayor. El partido de Gobierno pierde también a los jóvenes que aspiran naturalmente a un cambio y no a la perpetuación del mismo esquema de poder.

Dice usted  que el triunfo del No es de la ciudadanía, pero el Gobierno no lo ve así y atribuye su derrota, entre otros factores, a una guerra sucia. ¿Hubo guerra sucia?

Sí, esa es una de las malas lecciones, creer que el No ha ganado por influencia del imperialismo norteamericano, de los medios de comunicación independientes, de las redes sociales. En el caso de los medios y las redes sociales, es echarle la culpa al mensajero y no al mensaje. Efectivamente hubo guerra sucia, pero de ambos lados. El Gobierno ha practicado la guerra sucia de una manera sistemática, al querer meter a todas las voces del No en una sola bolsa y señalar que el liderazgo estaba a cargo de dos personas que están exiliadas en Miami y procesadas por la justicia, que son Carlos Sánchez Berzaín y Manfred Reyes Villa.

Era algo tan inverosímil que la mayor parte de la ciudadanía lo rechazó inmediatamente. De hecho, en las evaluaciones que se están haciendo internamente en el MAS, se dice que ese fue uno de los errores, atribuir la eficacia del No  a una cuestión orquestada desde afuera. En las redes sociales sí hubo intercambios, de ambos lados, poco proclives a un debate de ideas y muy propensos al insulto y a la descalificación moral, pero la guerra sucia no explica ni la victoria del No ni la derrota del Sí.

Según el oficialismo, mientras el No tenía un mensaje claro, el Sí tenía muchas cosas que decir pero no supo dar claridad a su mensaje. ¿Por qué ganó el No y perdió el Sí?

Efectivamente, hubo mucha confusión sobre el objetivo mismo del referendo. El MAS lo quiso convertir en un referendo plebiscitario  para ver si se aprobaba el liderazgo de Evo y de los 10 años del proceso de cambio. En todo momento, el MAS quiso mostrar una polarización entre izquierda, que  supuestamente son ellos, y derecha, entre el imperio y  el pueblo, entre el pasado y el futuro. Ese discurso no prendió. La mayor parte de la población no lo hizo suyo.

En el caso del No, después de ciertos desaciertos iniciales, se logró enfocar claramente el objetivo en el sentido de que lo que estaba en juego era la posibilidad de alargar el actual Gobierno de 14 a 19 años y de que se lo hacía por segunda vez con el mismo fin. La oposición logró posicionar muy bien la idea del afán prorroguista que tiende a concentrar el poder en dos personas, y eso está grabado en la memoria de larga duración de la ciudadanía  democrática como algo que no es bueno para la salud del sistema político y  la democracia, y que hay que limitar el poder cuando el poder no se limita a sí mismo.

El discurso de la polarización siempre ha sido bastante efectivo para el Gobierno, pero, ¿qué pasó ahora, se equivocaron en su estrategia, no tuvieron una estrategia o la dieron por sentado?

A estas alturas, después de 10 años de gobierno, hay muchísimas dudas sobre si este Gobierno sigue siendo de izquierda, si es que alguna vez lo fue; si es un gobierno distinto de los del pasado en lo que concierne a la lucha contra la corrupción y la transparencia en la gestión pública. Creo que  la denuncia de los casos de corrupción, particularmente del Fondo Indígena, y más recientemente el caso del tráfico de influencias para los grandes contratos  con las empresas chinas, han aportado una evidencia abrumadora de que es un gobierno donde hay muchísima corrupción y una impostura ideológica muy grande.

Nadie cree  a estas alturas que los dirigentes del Fondo Indígena sean la "reserva moral”, que los planes extractivistas para entregar los recursos naturales a la explotación llave en mano a empresas chinas sean parte de la nacionalización o la defensa de la soberanía o que sus proyectos extractivistas de petróleo en áreas  protegidas tengan algo que ver con la defensa de la Madre Tierra. Después de 10 años, las principales banderas del proceso de cambio han sido ya percibidas por la mayor parte de la población como una gran impostura o han sido agotadas ya programáticamente. 

¿Cuáles son los escenarios futuros para la oposición y para el Gobierno? 

Nosotros quisiéramos creer que se ha abierto una oportunidad para la democracia. Eso significa que tanto el oficialismo como la oposición tienen que hacer un esfuerzo para renovarse ideológicamente, programáticamente y también orgánicamente. Es decir, definir el tipo de partidos o de organizaciones políticas que tendrían que competir en   2019.

No pueden repetir el mismo tipo de oferta después del referendo. El referendo subió el nivel de expectativa ciudadana para las elecciones de 2019. El Gobierno puede no haber visto esto como una nueva oportunidad. De hecho, el presidente  Morales se niega sistemáticamente a decir que no va a ser candidato en 2019, deja abierta, entreabierta esa puerta con mensajes ambiguos o amenazantes.

Ese es el gran desafío  para el oficialismo, no sólo buscar otro candidato y lograr unificar a las corporaciones que están hoy día unidas por un liderazgo que les ha otorgado cuotas de poder y cuotas prebendales en el manejo del aparato público, un modelo que no parece haber sufrido ninguna revisión dentro del oficialismo. Es muy difícil que, por los intereses particulares que representan, estas corporaciones, en un escenario además de crisis económica, se mantengan unidas detrás de otro liderazgo que no sea el de Evo. 

De hecho, parte de lo que estamos viendo estos días en el caso Zapata y otros es consecuencia de la guerra interna dentro del MAS. Hay filtraciones de información a un lado y al otro, declaraciones de algunos ministros que los muestran claramente en competencia para posicionarse como favoritos en la elección que pueda hacer el MAS o Evo Morales directamente.

¿Qué posibilidades ve de encontrar un líder que unifique a la oposición?

Muy difícil. Yo creo que va a haber competencia y muy dura dentro de las distintas fuerzas de la oposición. Encontrar algún liderazgo nuevo que logre derrotar no solamente a sus contrincantes dentro de la oposición, sino al MAS, es un desafío. En el No se han expresado voces que son de izquierda democrática, de centro o de derecha. No hubo una unidad orgánica ni una identidad ideológica. Ahora van a aflorar democráticamente las diferencias y, obviamente, lo razonable sería que surgiera un cierto tipo de unidad. El desafío de la unidad no es el único. Tal vez me anime a decir que no el más importante es la renovación programática y eso debería llevar a la aparición de nuevos liderazgos.

¿Cree posible el surgimiento de un nuevo liderazgo que pueda sustituir a Evo Morales?

Es muy difícil, porque si hay algo que ha caracterizado al MAS es la concentración del poder en una sola persona.

Es decir es un tipo caudillismo que no favorece la aparición de liderazgos alternativos ni permite una renovación interna. Creo que el principal error del MAS, y eso difícilmente lo van a aceptar, no ha sido el mal manejo de las redes, sino el haber convocado a un referendo que iba a polarizar al país, que previsiblemente podían perderlo y que las consecuencias políticas de esa derrota iban a marcar su futuro en condiciones mucho más precarias que si Evo terminaba normalmente su gobierno y promovía un liderazgo sucesorio. 

El MAS actúa como un partido de Estado. Si por ellos dependiera, sería un partido único. Su modelo de inspiración es Cuba, Irán, Corea del Norte. El mismo Evo dijo, para no hacer interpretaciones, que el modelo político ideal era el chino, con economía de mercado, capitalismo salvaje, pero con un solo mando político concentrado, con los órganos represivos bajo el dominio del partido. 

Todos creíamos que pasado el referendo se iba a acabar la tensión política y la polarización, pero está pasando todo lo contrario. ¿Cómo ve usted esta situación?

Yo creo que la derrota del MAS ha sacado a relucir lo peor de esa opción política y lo peor de su liderazgo, ese talante confrontacional, de una agresividad y de una torpeza tales que no favorecen  en absoluto no digo ya al conjunto de la ciudadanía, sino al propio partido. Todos los mensajes del Presidente y del Vicepresidente son, hasta ahora, primero de no aceptar la derrota, de convertir la derrota en una especie de victoria porque el voto blando se ha vuelto duro, porque ha crecido del 35% al 50%. Luego se han dedicado a buscar culpables, muy propio del caudillismo de Evo: él jamás comete un error y, si hay fallas, son de los encargados de campaña, de los ministros o los parlamentarios.

Parafraseando a Vargas Llosa, ¿en qué momento se jodió el proceso de cambio?

El MAS nunca estuvo preparado programáticamente para las reformas que demandaba el país. Se limitó a administrar un cambio de élites repitiendo el modelo de desarrollo heredado del nacionalismo revolucionario. 

Las limitaciones de su proyecto de poder afloraron con toda nitidez en la Asamblea Constituyente, instancia que debió servir para forjar el pacto social, fiscal y territorial. El fracaso de esa experiencia signó la deriva posterior del régimen hacia un corporativismo autoritario. Lo que vemos a continuación es la deriva autoritaria, populista, prebendal del modelo de poder que se terminó de imponer en la Asamblea Constituyente fallida. 

Lo que  hemos visto a continuación es improvisación, impostura, una gestión hecha con un grado de corrupción y de ineficiencia insuperables. Uno de los resultados más notorios del referendo es que acelera la descomposición interna del Gobierno y, por otro lado, empodera a la ciudadanía democrática. 

El referendo ha movilizado, ha sacado a la calle a los estamentos más jóvenes urbanos,  los ha hecho participar en las redes, en fin. Va a haber una ciudadanía mucho más vigilante, creativa y proactiva en términos políticos frente a un gobierno que comienza a desmoronarse por la acumulación de problemas internos que estaban muy bien disimulados bajo el mando único de Evo. 

El voto popular ha puesto en entredicho ese liderazgo y su viabilidad futura. Creo que sin Evo Morales el MAS no habría llegado al poder, pero con Evo no pudo ni podrá superar sus limitaciones corporativas.

"Evo tiene todo el propósito de seguir, pero tiene una limitación constitucional” ¿Usted cree realmente que Evo se va a retirar en 2019?

"Muy difícil”, responde Quiroga. "Yo creo que Evo tiene todo el propósito de continuar, pero tiene una limitación constitucional que es la que se ha hecho efectiva el 21 de febrero, que no tiene otro remedio que acatarla”.

Tras recordar que el propio Evo dijo que en la reunión de evaluación del referendo en Huajchilla, el MAS le ha dicho que se olvide de volver al Chapare, Quiroga dice que no acatar el resultado del referendo supondría ”una crisis política, desconocer la Constitución o cerrar la Asamblea Legislativa, es decir, un ‘fujimorazo’ para poder aspirar  a un nuevo periodo”. Pero, incluso si hace eso —subraya—, "con mucha probabilidad perdería las elecciones”. 

¿Y un revocatorio?  

"Hay gente, que yo considero que está equivocada en su percepción, cree que esa es la vía para deshacerse del presidente Evo Morales”, dice el entrevistado. 

"Lo que pasa es que Evo —agrega— no puede concebir cuatro años sin elecciones. Lo único que ha aprendido a hacer razonablemente bien es ser candidato una y otra y otra vez, entonces ante la perspectiva de que en cuatro años no hay ninguna elección, lo primero que ha hecho es retar a la oposición para ir a un referendo revocatorio”.

No descarta, sin embargo, que intente adelantar las elecciones o incluir el tema en un nuevo referendo sobre la justicia.

La plataforma "No es N.O.” no se convertirá en partido

Quiroga descarta de plano que la plataforma No es N.O. pueda convertirse en lo inmediato en un  partido político, pese a que alguno de sus miembros ya adelantó incluso nombres de eventuales candidatos.

"El colectivo NO es N.O. no estuvo orientado a formar un partido o promover una candidatura”, dice el editor durante el Desayuno de Trabajo de Página Siete. 

"Concluida la campaña, algunos de sus integrantes apostarán por la construcción de una opción política nacional y otros continuarán con una labor de investigación y formulación programática”, agrega. 

Señala que la propuesta de su plataforma fue "un No propositivo”, es decir promover "una nueva oportunidad para la democracia, el medioambiente y la justicia”. 

"Nuestro documento inicial, que fue suscrito por 108 personalidades, de las cuales tú podrías sacar dos o más gabinetes mejores que cualquiera de los que ha tenido Evo a lo largo de sus 10  años de reinado, es muy plural. Esa plataforma cumplió su objetivo. Creo que parte de la gente que se ha movilizado en torno a esta plataforma no se siente representada por ninguno de los partidos actuales que hay en la oposición”, concluyó.

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