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Fuego amigo

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En riesgo de extinción

Roger Cortez Hurtado*

La Paz, Página Siete, martes, 26 de abril de 2016

Allá, donde el Presidente y el coro de sus acompañantes ven y denuncian la maligna acción del imperio, perversas redes y unos 12 sicarios del Twitter, para no hablar de todos los otros demonios que se agitan cada vez que denuncian conspiraciones, lo que en verdad existe es la empeñosa acción cotidiana de los jerarcas del régimen y la resistencia social que acarrea. No me refiero a la de quienes se opusieron desde el inicio, y todavía antes, como reflejo de preservación de sus privilegios; hablo de la conocida aversión que experimentamos en esta tierra al metódico intento de engañarnos que realizan los que ostentan el poder. 

 El arte de engañar eficazmente tiene todos los méritos para considerarse uno de los principales significados y sentidos de la práctica política y, de ese modo, un quehacer común de los que ostentan el poder, o pugnan a diario para conseguirlo o recuperarlo. Desde ese punto de vista, los políticos profesionales se pueden categorizar entre quienes son más o menos exitosos en sus artes de embaucamiento y también pueden distinguirse entre los que usan y abusan del recurso. Los que ahora controlan el poder están rompiendo todas las marcas y, lo que es más notable, cuando resulta más necesario que nunca enmendar los procedimientos, parece darse, entre sus miembros, una feroz competencia para exhibir quién tiene los mayores méritos y pericia en el manejo de sus técnicas.

En los últimos meses el certamen arrancó con el lanzamiento de la "repostulación”, como joya del timo propagandístico, acompañando la hazaña lingüística con generosas dosis de acusaciones contra ONG, periodistas y medios. Los delanteros económicos, que jamás admiten que puedan quedar rezagados, se esfuerzan por tratar de convencernos que su exitoso modelo (al que llaman con cierta sorna productivo-comunitario) nos permitirá estar bien, mejor incluso, —"viento en popa”—, aunque las materias primas que vendemos mantengan precios bajos o en descenso. 

El desencanto y el hastío se alimentan de la disminución de ingresos y recursos, tanto de la parsimonia con que se atienden las investigaciones y las evidencias de malversación, fraude, negligencia, tráfico de influencias: ministras, ministros, senadoras y senadores, secretarios y secretarias ejecutivos y tantos otros intocables. Y, desde luego, aunque no lo crean, de las descalificaciones totales, al que asome la cabeza, la autosuficiencia, tanto como las de matonaje simbólico y del otro.

A esa lista, conocida con suficiente anterioridad, se le han sumado, desde el último Carnaval, el penoso desfile de buena parte del gabinete dando fe de la palabra presidencial en actos y acciones tan personales, que únicamente el propio interesado puede y debe respaldar. A título de defender el prestigio de su máximo jefe, lo están llevando al naufragio, porque a las fallas ostensibles e inocultables le están agregando el tufillo de un personaje asustado, que ha perdido el valor de asumir la más elemental responsabilidad por sus actos. 

Esta última operación "mediática” y psicológica está evaporando lo que podía restar del relato de un dirigente osado y desafiante, reduciéndolo a la dimensión de quien ya no puede prescindir del auxilio de sus subordinados para que hablen por él, así sea al costo de incinerar la credibilidad de todos ellos, tras la imposible misión de restaurar la del elegido e intocable. 

Las señales de amedrentamiento del principal protagonista en el escenario vienen a ser el ingrediente más corrosivo de la procesión de errores, porque es capaz de aflojar la certeza y el convencimiento de los más fieles, de los decididos a perdonar casi todo, ya que sólo permanecerán inmutables los que temen que la caída los obligue, también a ellos, a dar cuenta de sus actos.

El gran tropiezo del 21 de febrero, lejos de agudizar el olfato y la capacidad para rectificar, como ocurrió en un par de situaciones de emergencia que enfrentó previamente el régimen, parece haberlos atrofiado en seco y es esa regresión la que anuda, día a día, mayores e imprevisibles retrocesos. 

*Investigador y director del Instituto Alternativo.

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