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Hay que recuperar la COB

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tribuna

Manuel Gonzales Callaú

Se ha celebrado un año más de la fundación de la Central Obrera Boliviana (COB), la organización sindical que aglutina a todos los trabajadores bolivianos.

Su caminar se inicia el 17 de abril, a los pocos días del triunfo de la insurrección de 1952, y surge de los escombros de otra organización sindical, la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia (CSTB), organización que se subordinó a los intereses de la patronal y del poder dominante.

La CSTB estuvo controlada por el Partido de Izquierda Revolucionario (PIR), organización que por razones geopolíticas no tomó el nombre de Partido Comunista, pero llevó a esa organización sindical a que consienta las políticas conservadoras de los partidos gobernantes en el periodo llamado del sexenio (1946-1952), siguiendo las directrices de Stalin, máximo jerarca de la Unión Soviética, quien instaba a hacer alianza con la burguesía “democrática” con el argumento de combatir al fascismo.[1]

La naciente COB jugó en los primeros años de la llamada Revolución Nacional, un rol importante e impuso al gobierno del MNR medidas inscritas en la Tesis de Pulacayo (1946), programa político de los trabajadores mineros cuyo contenido trotskista señala el camino hacia la revolución socialista; sin embargo, la COB con el tiempo fue burocratizándose, gracias a la cooptación de su dirigencia sindical por el partido gobernante, mediante amenazas y también prebendas.

Además de la cooptación de dirigentes, el MNR organizó acciones divisionistas, es decir, impulsó el paralelismo, a fin de debilitar la dirección central que en muchos momentos se opuso a las políticas antiobreras de los gobernantes a la vez que defendía la independencia de clase frente al gobierno de turno.

El primer intento que hizo el MNR para dividir la COB se dio en el Segundo Congreso de ese ente (1957), durante el gobierno de Hernán Siles Suazo, a través de dirigentes de tres confederaciones controladas por los gobernantes —ferroviarios, constructores y petroleros— las que a su vez tenían direcciones del Partido Comunista de Bolivia (PCB). Este grupo llamado Bloque Reestructurador, además de dar su pleno apoyo al gobierno emenerrista, el documento que presentó al plenario del Congreso tiene claramente el sello del estalinismo: la coexistencia pacífica entre el bloque capitalista y el socialista, dice, con el fin de evitar una tercera guerra mundial que “podría motivar la desaparición de todo vestigio de vida humana en el planeta”; también plantea la posibilidad de llegar evolutivamente al socialismo “o mediante la utilización de las instituciones democráticas” evitando de esa manera la “intervención militar de los países que necesitan sostener a la burguesía europea y permitiría deslizarse hacia el neutralismo”.

El segundo intento divisionista de la COB en el periodo nacionalista se dio en 1963, durante el segundo gobierno de Paz Estenssoro, utilizando como punta de lanza al sector ferroviario. En ese momento se trató de estructurar una COB paralela, añadiendo las siglas de Unidad Revolucionaria: COBUR. Este nuevo ensayo estuvo dirigido, principalmente, por el entonces Ministro de Trabajo Aníbal Aguilar Peñarrieta.

Hay que señalar que Juan Lechín Oquendo jugó un papel importante en la historia de la COB, aunque su conducta bamboleó, según la correlación de fuerzas, entre posiciones conservadoras (subordinado completamente al MNR y apoyado por los sindicalistas del PC) y otras radicales (apoyándose en los sindicalistas trotskistas del Partido Obrero Revolucionario); pero su oportunismo le llevó, equivocadamente, a apuntalar en 1964 al golpe militar liderado por los generales René Barrientos y Alfredo Ovando, régimen que pronto arremetió contra los trabajadores y partidos de izquierda (mayo del 65), como también más tarde cuando Barrientos llegó a la presidencia mediante elecciones nacionales (1966), sin que por ser ello su gobierno haya dejado de tener su carácter dictatorial (represión, desaparición y asesinato de dirigentes, Masacre de San Juan, aniquilación de la guerrilla de Ñancahuazú).

Durante el corto período revolucionario (1969-1971) donde las masas se movilizaron hacia posiciones emancipadoras, la COB marchó al mismo ritmo, siendo autora, junto a partidos de izquierda, de la formación de la Asamblea Popular, el más nítido organismo creado por el movimiento obrero con un claro objetivo: el gobierno de obreros y campesinos, objetivo que está inscrito en la Tesis Política del IV Congreso de la COB (1970).

El golpe fascista de agosto del 71 de militares apoyados por el MNR y la Falange Socialista Boliviana (FSB) obligó a muchos dirigentes a ir al exilio, si es que antes no hubieran sido detenidos y torturados. En esos siete años de dictadura, la COB actuó en la clandestinidad, siendo muy pocos los dirigentes que pudieron dar la cara, como Víctor López, en defensa de los intereses de los trabajadores; sin embargo, hubo también trabajadores que cooperaron a la dictadura: los coordinadores laborales, que eran designados por el Ministerio de Trabajo.

Las políticas neoliberales de los años 80, puntualizadas en el Decreto 21060, debilitaron a los sindicatos y a la COB. La flexibilización laboral se impuso, la que aún se mantiene.

La llegada del Movimiento al Socialismo (MAS) al gobierno (2006), creó falsas expectativas entre los trabajadores; sin embargo, muchas condiciones contrarias a los trabajadores impuestas por el neoliberalismo no cambiaron. A ello se suma la cooptación gubernamental de dirigentes mediante prebendas y privilegios, logrando la subordinación de éstos. La dotación de vehículos y la construcción de sedes y hoteles a los sindicatos, el desvío de dinero del Fondo Indígena o del peaje a dirigentes sindicales, son algunas pruebas del prebendalismo que se ejerce el régimen del MAS hacia los burócratas sindicalistas.

No es extraño que muchos de los dirigentes de la COB hoy pertenezcan a una aristocracia obrera, con salarios privilegiados (por trabajar en empresas estratégicas) muy superiores a la media de cualquier obrero o empleado común.

Es lamentable ver que en este proceso de subordinación que vive la clase trabajadora, incluso los viejos dirigentes cobistas que lucharon contra las dictaduras hayan sido encantados por las ventajas que les ofrece el poder. Varios de aquellos dirigentes sindicales ahora son legisladores o ministros o altos funcionarios del aparato gubernamental; y no es tampoco casual que muchos de ellos tengan también ascendiente estalinista, ya sea de Moscú o de Pekín.

La independencia política de la COB no existe hoy y la degradación burocrática de sus dirigentes se acentúa día a día. En consecuencia corresponde que los trabajadores de base, desde los sindicatos, recuperen el legado de esa COB que en 1952 o en 1969-71 aplastó al conservadurismo y a los que cooperaban al sistema imperante y a la patronal.

La actual dirigencia degradada de la COB, la que se ha convertido en amarraguatos debe ser desplazada.


[1] Dicha conducta de los partidos comunistas estalinistas, tanto de la corriente moscovita como de la china, es una constante en los años siguientes y se mantiene hasta hoy, quienes apuntalan a los gobiernos burgueses populistas, buscando incluso cargos subalternos en el aparato gubernamental, justificando su proceder de que así convertirán a los gobernantes de turno en socialistas, cuando en realidad esa su convivencia con los burgueses populistas solo desmovilizan a las masas y les crean falsas expectativas.

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