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Los grandes temas nacionales

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Antonio Peredo Leigue

La reunión de grandes sectores sociales para abordar la agenda de los próximos tres años, sugiere muchas ideas sobre esa agenda, sobre cómo ve su futuro el pueblo boliviano, sobre qué queremos para los próximos años, sobre qué necesitamos para nuestro futuro y el de nuestros hijos; en fin, cómo recuperamos el mañana que nos quitó el neoliberalismo.

 

Son muchas las preguntas y son pocos los días que estarán reunidos. Pero es preciso entender que hubo un tiempo de preparación y que una idea ha ido construyéndose a lo largo de este tiempo pasado, desde comenzamos a perforar el modelo que impuso el 21060.

Podemos hablar del TIPNIS y de la carretera que debe o no debe pasar por el parque; un tema de alta sensibilidad, pero no es parte de una agenda de construcción del futuro. Es posible que se planteen temas de límites entre departamentos, entre provincias y hasta entre municipios, que son urticantes; habrá que solucionarlos, pero no son temas de una agenda de país. Se hablará de los medios de comunicación y su papel, el rol que juegan y las reglas que deben normarlos; tiene mucha importancia, ciertamente, pero no aportará al meollo del programa para los próximos tres años.

Cada problema, no cabe duda, tiene importancia para el sector correspondiente, con un determinado nivel de trascendencia. Lo peor que pudiese ocurrir en esos tres días de la Cumbre Social de Cochabamba, es que los participantes se enreden en estos temas que son importantes, pero no encaran en núcleo de los problemas que enfrenta el país.

Nuestro gobierno, a partir de 2006, saneó la economía nacional. Talvez sea ése su mayor logro. Fuimos un país deficitario y, anualmente por estas fechas, mendigábamos donaciones para terminar el año financiero. Hemos dejado de serlo y tenemos reservas siete veces más altas que en aquel momento inicial. Nuestras exportaciones apenas se empinaban sobre los 2 mil millones y hoy son cuatro veces más altas. Podríamos dar otras cifras de las que, maliciosamente, se olvidan los analistas que posan como serios.

Sin embargo, hay un pero. Ese dinero sigue mal distribuido. Los sectores populares no han recibido el beneficio de esa economía saneada. El empleo eventual sigue siendo mayoritario entre el sector que accede al trabajo remunerado. Otro sector, cada vez más amplio, se las ingenia para lograr algún ingreso como pequeño o mini empresario que, contradictoriamente, puede ser calificado de cualquier modo menos de empresario. Una mini empresa no es una empresa minúscula; es exactamente lo contrario de la empresa; sobre las espaldas de este sector está la mayor parte de la ocupación en Bolivia, según cifras del INE.

De modo que el tema central es la redistribución del ingreso. Las ganancias de los bancos, las utilidades de las grandes empresas, los altos sueldos de los ejecutivos y el beneficio de los rentistas internacionales que invierten en Bolivia, siguen llevándose la parte sustanciosa de esa economía saneada por este gobierno, el gobierno de Evo Morales Ayma y el MAS. Que la corrupción sigue campeando en muchos espacios, no hace más que confirmar la mala, malísima redistribución de la riqueza que generan los trabajadores asalariados y por cuenta propia.

Por supuesto que no se trata de confiscar riquezas. Esa sería una solución simplista y, como tal, absurda. Hay necesidad de poner en mesa dos medidas urgentes: la creación del empleo digno y la modificación del sistema tributario.

La primera es más importante y requiere tiempo. La segunda es secundaria aunque inmediata.

Crear empleo digno significa crear condiciones de trabajo para un número cada vez mayor de la población, en condiciones de obtener un ingreso suficiente para vivir bien. Además, debe tener seguridad y acceso a los beneficios sociales que, hoy por hoy, sólo alcanzan a un porcentaje minoritario.

El programa propuesto por el MAS prometió la soberanía alimentaria. Eso significa establecer condiciones para una agricultura y una ganadería capaces de cubrir la demanda nacional y, al mismo tiempo, de la magnitud suficiente para dar trabajo permanente y digno a la población campesina. El otro sector, el urbano, debe encontrar empleo en la producción, los servicios y la construcción. La burocracia del Estado boliviano debe dejar de ser el mayor y casi único campo para encontrar empleo. Por supuesto que la tarea es inmensa pero nunca antes estuvimos en mejores condiciones que ahora para emprenderla.

Hubo un tiempo anterior de bonanza allá por los años 70. Se dio mientras vivíamos bajo la dictadura de Banzer. El gasto inútil, las obras fastuosas y, sobre todo, el enriquecimiento ilícito de los personajes de la dictadura, fueron factores más que suficientes para mantener e incluso ahondar la miseria de la mayoría nacional. Esa experiencia debe ser recordada, no como discurso, sino como imagen de los pasos que no debemos permitirle a nadie, absolutamente a nadie. Es bueno insistir: el gasto inútil, es aquel que se hace para satisfacer requerimientos circunstanciales. Las obras fastuosas son los monumentos a la arrogancia y el enriquecimiento ilícito que vemos en la compra de vehículos lujosos, mansiones situadas en barrios privilegiados, viajes de diversión por medio mundo y ahorros depositados en bancos extranjeros.

Producción, para hacer frente a la crisis que están viviendo los países que hicieron, del despilfarro, su norma de vida. Sustitución de las importaciones alimenticias por nuestros propios recursos renovables. Caminos de integración en todo el país. Salud para todos. Educación de primer nivel para nuestros hijos y sus hijos. Seguridad social y protección para los sectores que siempre fueron y siguen siendo desvalidos.

La otra medida es un nuevo esquema de tributación. Terminemos con el IVA igual para todo y para todos. No pueden pagar el mismo impuesto los alimentos, las herramientas, la maquinaria y los artículos de lujo. El impuesto a las utilidades no puede ser único, porque no es igual la utilidad dada por una empresa productiva que por una empresa de servicios. Tampoco lo es una tienda de barrio que un comercio de exquisiteces. Ni, por último, una pensión de almuerzo económico que un restaurante de platos exóticos. Hay que cambiar el sistema que impuso el neoliberalismo y que seguimos conservando.

Son pocas las frases que se requieren para formular la agenda de los próximos tres, diez o veinte años. Otra cosa es el esfuerzo que debemos poner para cumplir esa agenda. 

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