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Las canciones de los partidos: cumbia vs. hip hop vs. rock ligero

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Al lado del efectivo resultado simbólico que tuvieron canciones como el huayño de FSB o el taquirari del MNR, las tres canciones electorales que han salido (del MAS, UD y PDC) para la campaña electoral 2014 quedan chatas como intentos de comunicación simbólica.

Ricardo Aguilar Agramont, La Razón (Edición Impresa) / 

00:03 / 21 de septiembre de 2014

Del taquirari del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)     —Siempre— o del huayño de la  Falange Socialista Boliviana (FSB) —Curahuara de Carangas— a las canciones electorales que circulan hoy en canales de YouTube y televisión como spots del Movimiento Al Socialismo (MAS), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y de Unidad Demócrata (UD), hay una gran distancia...

El taquirari del MNR es conocido: “Viva el movimiento / viva Villarroel / a Paz Estenssoro / le espera el poder”; mientras que el de Curahuara de Carangas tiene el mérito de ser una canción altamente política que, sin embargo, no tiene ninguna alusión política, lo que es un logro mayor de comunicación simbólica (en Curahuara de Carangas estuvo el más sanguinario campo de concentración del MNR al que los falangistas eran llevados).

Otras canciones emblemáticas son: “En el puente de la villa (Victoria)/ hice un juramento / defender al movimiento / en todo momento” del MNR; o “Camaradas viva el PIR, viva el PIR y nada más / el partido que nos dio la libertad” (compuesta después de maquinar, el PIR, el linchamiento de Villarroel); o “para el minero no hay justicia / para el minero no hay perdón / así ha sido César Lora / asesinado en San Pedro” del POR. Todas éstas son huayños. También entra en esta lista el tinku del MAS del grupo Arawi: “Más, más, el Tata Inti alumbra más / más, más / a someternos nunca más”.

¿Dónde radica el éxito discursivo de estas canciones y dónde la pobreza de la cumbia de Evo, del hip hop de “protesta” de Samuel Doria Medina o del tema guitarrero de Jorge Quiroga?

No se dice acá que estas tres nuevas canciones sean simples —al contrario pues además de hacer uso del código de la lengua y de la música, insertan el metafóricamente abismal  sistema de signos de la imagen—, sino que aún imbricando una compleja red de lenguajes no tienen ni la cuarta parte de la fuerza simbólica de los ejemplos puestos y seguramente en enero nadie se acordará de ellas.

Bueno, de la cumbia del MAS de Aldo Peña que dice en su coro: “Eo, eo, eo, eo, eh / Evo, Evo, Evo es”; al coro del tinku de Arawi (2005): “Más, más, más, ya somos MAS / el Tata Inti alumbra más (a someternos nunca más)” hay, en todo sentido, un océano de diferencias. Esta desemejanza hace de significante de la burocratización que sufre, más tarde o más temprano, todo movimiento emergido de la lucha popular que llega al poder (o  parafraseando y variando a los Sin Tierra del Brasil: se toma el poder y luego el poder te toma). El coro de la nueva canción muestra ese vaciamiento del discurso.

Por supuesto que el tinku de Arawi es la canción emblemática del MAS, si bien hubo un distanciamiento del compositor de la canción con el partido de Gobierno y pidió que no la pongan en actos. Su fuerza radica en la semiosis que pone en movimiento. Ejemplo de esto es el hecho de ser un tinku, es decir una música andina ritual de batalla. Esa distancia es recalcada por el género de la canción de la campaña 2014: una cumbia villera (Argentina).

Hay, de manera no intencional, una familiaridad entre la cumbia de Evo y la cumbia del Chino (Fujimori) de su también tercera campaña presidencial de 2000. Que ambas canciones sean de una tercera postulación es una coincidencia extraordinaria. Ya en el contenido, la similitud es alarmante: diversidad de gente bailando la cumbia del Chino y... diversidad de gente bailando la cumbia de Evo.

La diferencia radica en el acierto del director del spot —presumiblemente Juan Carlos Valdivia, de ser así, estamos ante su obra cúspide— de omitir cualquier imagen de Evo. En la cumbia del Chino, en cambio, se intercala gente bailando y Fujimori bailando con gente.

La ausencia del candidato en el spot de Evo es sustituida por la mención repetida de su nombre, lo que se dijo que era un punto a favor porque la imagen del Presidente está desgastada a fuerza de aparecer en televisión.

Por lo demás, el mensaje último del spot es que la gente, al oír la cumbia por audífonos, queda “enganchada” por la música; es decir, están “enganchados” por Evo y volverán a votar por él. Algunos actores la escuchan una y otra vez por horas, según se ve cuando quedan parados y la toma del entorno urbano se acelera quedando bailando el oyente.Musicalmente no tiene la menor pretensión (en esto la supera el hip hop de UD), si bien la cumbia de Fujimori es aún más ingenua. 

La aparición de minor celebrities en la propaganda no aporta nada al contenido ya de por sí flojo (“Evo eo eo eh”) al lado del potente tinku de Arawi.

Ese tinku no tuvo spot televisivo y estuvo enfocado al campesino e indígena del área rural mediante la difusión radial, sin embargo, rebasó de lejos la llegada a su receptor ideal y penetró en las ciudades; la cumbia, en cambio, quiere captar al joven urbano y no dice nada a un indígena. Aunque pensándolo bien tal vez sí le diga algo, una mentira: que la vida urbana es una gran fiesta en comparación con la rural, por lo que debería migrar.

UD, en cambio, sacó para su canal de YouTube un hip hop que bien podría ser de cualquier banda latinoamericana protestando contra el neoliberalismo. El mensaje al que quiere llegar la canción es: el Gobierno no solo ha engañado a los bolivianos, sino que el país nunca estuvo peor... Lo cual es una hipérbole. Su coro refuerza esa idea general que es particularizada en la rapeada.

Así como en la cumbia de Evo el ausente-presente es Evo, en el hip hop de Samuel no solo que no aparece su imagen ni nombre, sino tampoco el de su alianza electoral.¿Entonces acá habría, tal vez, que pensar en la efectiva omisión del huayño falangista Curahuara de Carangas? De ninguna manera, porque quien haya compuesto el hip hop quería deliberadamente omitir a Samuel y a UD, como también dejar pistas para que el receptor pueda reconocer fácilmente la filiación; así, por ejemplo, se profetiza el gasolinazo del que habla ese frente electoral.

Pero haciendo de cuenta que UD no va a desaparecer en un lustro o menos, lo que hace que esta canción nunca vaya a lograr la comunicación simbólica de los ejemplos del MNR o FSB  es la alusión encadenada de una serie de hechos coyunturales del todo ajenos a Unidad Demócrata y referidos en cambio al MAS. No se alude a ningún hecho fundacional de la historia de UD, si bien es dudoso que tenga alguno. En nada se parece al caso de la mención coyuntural emenerrista del puente de Villa Victoria; que de ser algo circunstancial (uno más de los olvidados intentos de golpe de Estado del país) pasó a ser un lugar fundacional del MNR que condensa la significación de morir por su partido, aludiendo al lugar donde fueron masacrados sus militantes tras su fallida Guerra Civil en 1949.

Pese a la asimetría, se dirá un par de cosas del rock ligero de Tuto. Su rock es definitivamente noventero. Con una guitarra acústica de cuerdas metálicas, la letra hace uso de nociones básicas del ritmo en el lenguaje. Así, su principal recurso es una aliteración de poco ingenio con la letra “T”: “Tuto, Tuto / Tomasa y Tuto...” Es un calco de la misma figura retórica que usa el coro: “Evo, eo, eo, eh”.

Anoto una coincidencia de las tres canciones (de UD, MAS y PDC): todas recurren a géneros musicales de la cultura occidental, o al menos no originaria, mientras que con cierta nostalgia hay que reconocer que los temas emblemáticos que pasaron a la historia son todos de géneros andinos. Los tiempos son otros.

Lamentablemente, el MSM ha optado por un spot que no hace uso central de la música y el Partido Verde no sacó un spot hasta el día que se escribió este artículo, por lo que no pudieron entrar a la fiesta...

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