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Fuego, mentiras y futuro

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tribuna

Roger Cortez Hurtado*

martes, 27 de agosto de 2019 · 00:12

Allegados del presidente Morales califican de “sinceras” y “dignas” sus afirmaciones frente a la expansión de los incendios que han engullido bosques, principalmente en la Chiquitanía cruceña, y que, sumados a los del Pantanal y del Beni, superan el millón de hectáreas quemadas, configurando uno de los mayores desastres nacionales. Las reiteradas y prolongadas señales y advertencias previas desmienten de raíz los elogios electoralistas que propalan los amigos y dependientes del Jefe de Estado.

Afirmar que es difícil de parar el incendio y que en consecuencia se trata de ver cómo evacuar los afectados, como dijo Morales el 19 de agosto, antes que un mensaje realista y honrado viene a ser una exhortación rendida y derrotista, tomando en cuenta que la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) había advertido que los focos de calor detectados se estaban multiplicando aceleradamente desde enero de este año, exhibiendo un incremento notable en relación con 2018 (El Deber 21/08/2019).

La justificación presidencial de que, ni modo, sólo queda dejar atrás todo y salvar el pellejo, tendría sentido si el fuego se hubiese presentado como un rayo en cielo sereno, inesperada e inevitablemente, pero resulta ser un intolerable pretexto tardío cuando se sabía que “los focos de calor se dispararon de 212, registrados el mes de julio, a 2.295 al 13 de agosto, de acuerdo al monitoreo de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) (Opinión 15.08.2019). En otros términos, de inicios de año a julio y de julio a agosto no se tomaron acciones, ni se prepararon planes de contingencia.

Si a eso se agrega el desplante presidencial al anunciar que no es necesaria la ayuda internacional, porque según él “estamos preparados” (textual), termina de dibujarse un nítido cuadro de omisión, incompetencia e irresponsabilidad estatal.

El problema de los incendios forestales no es exclusivo del país y ha ocasionado daños a países, mucho más fuertes y preparados que el nuestro, pero con todos los anuncios y señales que se han mencionado queda claro que la preparación y planes de contingencia –no por días o semanas, sino por meses– quedaron en último lugar, muy lejos de las prioridades electorales de los gobernantes y el MAS. Hay una responsabilidad colectiva internacional, que debe ser movilizada por los que sufrimos las catástrofes.

El hecho de que, a principios de julio, el Presidente firme un decreto, alegando que por derecho al trabajo y la alimentación, se autorizaba a realizar quemas para ampliar la frontera agrícola, de las actuales cuatro millones de hectáreas que implican el Plan del Uso del Suelo de la Gobernación a nueve o 10 millones, como lo proclamó el Gobernador de ese departamento, marca la conexión entre la conducta y planes del régimen con el incremento de riesgos ambientales del nivel de la gran quema de la Chiquitanía y otros mayores en el futuro.

Esto conecta con el tosco y absurdo ejercicio estadístico del Vice, el reciente 6 de agosto, relacionando absurdamente el número de árboles por habitantes de países europeos que tienen de ocho a 10 veces la población de Bolivia y una superficie, cada uno, menor a un tercio de la del nuestro. Mientras las llamas se inflamaban y devastaban Roboré y sus inmediaciones, el hombre clave del gobierno nos invitaba a dejar de preocuparnos “histéricamente” por los bosques.

Cuando Morales remata, afirmando que “es importante el control del chaqueo, pero también quiero que sepan: las pequeñas familias, si no chaquean, ¿de qué van a vivir?”, trata de achacar a los más pobres un modelo agrícola mediocre, que traga más y más tierras, sin cesar, liquidando los frágiles suelos de las áreas boscosas para beneficio, principalmente, de grandes y poderosos conglomerados transnacionales que imponen y dominan los agronegocios, al postular la falsedad de que el fuego y la continua expansión de la frontera agrícola serían la única opción.

El MAS se ha entregado a este “modelo” que asegura beneficios a los que negocian y especulan a gran escala, incluyendo las tierras usurpadas a reserva naturales y pueblos, usadas después como patrimonio inmobiliario, pero que, lejos de ofrecer alimentación y derecho al trabajo, construye un seguro camino a la quiebra social y ambiental del país.

*Es director del Instituto Alternativo.

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