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¿Estamos pensando en la crisis que se nos viene?

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¿Estamos pensando en la crisis que se nos viene?

Rafael Puente*

viernes, 2 de octubre de 2020

Al parecer hay todavía mucha gente, y mucha opinión pública, que se expresan como si todavía estuviera vigente la época de bonanza económica que hemos estado viviendo en los últimos años. Las reservas financieras del país llegaron a ser elevadas, en parte gracias a la primera gestión de Evo, en parte gracias a los precios internacionales de las materias primas que exportamos (fundamentalmente gas).

Pero también —gracias a las siguientes gestiones de Evo, en que se malgastó millones en obras innecesarias y suntuosas— nos encontramos con que esas reservas se fueron agotando y ahora son mínimas.

Todavía tenemos el privilegio de una estabilidad monetaria que no existe en ningún otro país de América Latina, y que aparentemente no estaría en riesgo (de haberlo, empezaríamos a vivir el antiguo fenómeno del doble tipo de cambio, el oficial y el real, como ocurre en muchos países y en su tiempo era normal en el nuestro).

Sin embargo, los informes oficiales nos hacen saber que nuestra economía está cada vez menos blindada, no sólo por las malas gestiones de los últimos años, sino porque (en parte gracias al Covid) la economía mundial se está viendo peligrosamente sacudida. Se incrementa cotidianamente el número de desocupados/as y no hay en el horizonte factores que permitan esperar una reactivación.

Y mientras tanto, el gobierno provisional de Jeanine Añez se da el lujo de realizar más gastos que nunca, gastos que si bien son plausibles porque la mayor parte tienen un notable contenido social y responden a las necesidades de gran parte de la población, no está claro que tengan un serio respaldo financiero.

Sólo pensar en lo que pasaría si empieza a variar el cambio del dólar (son ya dos generaciones de bolivianos/as que no viven esa experiencia) nos hace ver que el futuro es incierto. Pero además crece cada día el número de desocupados/as en Bolivia, hasta el extremo de obligar a importantes sectores de la población a arriesgar la salud y mantener vigentes las actividades comerciales (de las que vive gran parte de la población), más allá de los riesgos que supone la pandemia.

Por tanto, parece ser tiempo de que todos y todas lo tengamos claro e iniciemos un modo de vida más austero. Y los diferentes candidatos presidenciales tendrían que estar planificando también un manejo hábil y realista de la economía. Además, ahí están a la vista los problemas económicos que están aquejando a los países vecinos (incluyendo a los gigantes Brasil y Argentina, e incluyendo a un país que llevaba decenios manejando muy hábilmente sus finanzas como es el caso de Chile).  Y, por supuesto, los problemas económicos traen consigo problemas sociales (y más gastos en seguridad del Estado).

Nuestras autoridades —las actuales y las que vengan después de las elecciones— tendrían que mantener muy bien informada a la sociedad, y tendrían que ir preparando una planificación económica realista, ya que lo que más vamos a necesitar es ahorrar el dinero y la energía que se gasta en atender conflictos y movilizaciones sociales. Esto sin contar con el peligro de que si el MAS pierde las elecciones (cosa evidentemente probable si es que realmente llega a haber segunda vuelta), para vengarse opte por provocar conflictos sociales.

Las consecuencias las pagaremos casi todos y todas, incluyendo muchos de los que ahora se dan el lujo de agitar y provocar. Se acercan tiempos difíciles y eso requiere mantener la tranquilidad, la capacidad de diálogo, y la capacidad de hacer acuerdos políticos… ¡Ajina kachun!

*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.

Publicado en el periódico Pagina Siete el 2 de octubre de 2020

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