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Amalia Pando

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María Galindo

Página Siete, La Paz, miércoles, 29 de julio de 2015

Si Amalia fuera norteamericana, española, argentina o peruana, probablemente estaría dirigiendo una plataforma multimedia de radio, televisión y otros medios más, pero es boliviana y está arrinconada en un espacio pequeño como es, no una radio, sino un programa de radio. Un espacio que le queda chico y que ella ha ensanchado al punto que no sale de la boca del Gobierno la obsesión de hablar contra el medio, que es un disimulo para hablar contra ella.

Lo que viene haciendo el Gobierno con Erbol, y en realidad con Amalia, no es censura, ni persecución, sino que es, en todas las letras, un acoso. Acoso que además va acompañado con la consiguiente suspensión de toda publicidad estatal para el medio donde ella se encuentra. Es una persecución de guante blanco, es una persecución astuta. Ella no necesita esconderse, ni declararse en clandestinidad como en las épocas de dictadura, que ella enfrentó desde la lucha social, es una censura solapada. La congelan sin ir a sus entrevistas y se jactan en hacerlo, porque es una mujer que no han podido doblegar.

Ella ha venido resistiendo años regalándonos su claridad, su agudeza, su capacidad de síntesis y su personalidad. Una personalidad frente a la cual ni Quintana, ni Wálter Chávez, ni el Vicepresidente, ni burócrata alguno puede intimidar.

Escribo en defensa de Amalia, aunque ella no lo necesita, por un acto sincero y profundo de cariño, de amistad lejana, de sentimiento de que es una birlocha imprescindible en las ondas de radio y televisión. La he seguido por años de canal en canal y me he divertido con cada una de sus ocurrencias. Ocurrencias que tienen una gran talla: cuando octubre de 2003, mientras Evo estaba en Bélgica, Amalia se jugaba su puesto de trabajo en Cadena A, abriendo al aire las llamadas de la gente mostrando lo más posible el dolor y la injusticia.

En televisión era la única que lo hacía. Efectivamente, perdió el trabajo y  la sustituyó, robándole el puesto y dispuesto a trabajar para la derecha, Jimmy Iturri, hoy convencido izquierdista. Cuando la guerra del agua en Cochabamba, ella, con investigación periodística, logró demostrar que Banzer usaba francotiradores contra los y las manifestantes. Ella, ella, ella hizo muchas incontables cosas que suman un estilo periodístico, que suman una trayectoria larga, que son un ejemplo de cómo no hacer un periodismo dócil e intrascendente, y de cómo inclinar una y otra vez la balanza a favor del movimiento popular.

Ha anunciado en el periódico El Deber que se retira, Erbol lo ha negado. Parece que frente a una figura como Amalia Pando al pinche Gobierno no le basta con la propiedad y el control sobre casi todos los medios de comunicación, hay que además, no perseguir, no exiliar, no deportar periodistas, pero sí arrinconarlos y acosarlos hasta apagar sus voces.

Con una "Batman” como Amalia sospecho que no es el último capítulo, sino que nos sorprenderá una y otra vez, como lo ha hecho resurgiendo de la crisis de PAT.

A los del Gobierno quiero recordarles que en la etapa más jodida, en los primeros años, cuando existía realmente una ofensiva mediática racista contra Evo Morales, ella fue clave, ella puso su credibilidad al servicio del Gobierno. Por sus pantallas pasaron ministros y ministras, no para entrevistas complacientes, aburridas e insufribles que comunicacionalmente no sirven, sino para que Amalia, con su talento, convenciera a la sociedad de la contundencia del proceso que estábamos viviendo.

Ayudó a la consolidación del primer mandato de Evo con su voz. Una vez que se sintieron seguros, sintieron el peligro de una voz inmanejable y  pasaron de quererla a repudiarla.

Amalia está sufriendo una injusticia invisible, una persecución imposible de demostrar, pero es urgente que el Gobierno tome nota. Amalia es una mujer y una voz respetada y querida como pocas: por choferes de minibús, por comerciantes de mercado, por amas de casa, por profesionales y por los más diversos sectores. Una voz así me hace recuerdo a la voz de Palenque, una voz que cuando llega al corazón de la gente es difícil, sino imposible, de borrar de allí.

Gracias Amalia por ti, por tu estilo tan lindo, tan pleno. No me despido, no quiero despedirme. Te esperaré fiel, con esa fidelidad de oyentes y televidentes que sienten el vacío y que saben esperar.  

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