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Nerón de Orinoca

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tribuna

Alfonso Gumucio Dagron*

Sábado, 24 de agosto de 2019

Hay fuegos de vida y fuegos de muerte. Fuegos como el de Prometeo, que se sacrificó para que el conocimiento permitiera la evolución de la civilización, y fuegos de la estupidez humana, que son los que destruyen el planeta. 

El fuego de la inteligencia permite crecer y anima la espiritualidad creativa, y el fuego del amor enriquece las relaciones entre los seres humanos y hace de la sexualidad un ámbito hermoso, como lo describe con tanta lucidez Octavio Paz en La llama doble. 

También hay fuego en el infierno de los cristianos, que sirve para aterrar a los ingenuos y castigarlos en vida. Y hay fuego en la tierra, que destruye lo que tomó muchos siglos construir. 

En estos días hemos tenido en Bolivia un ejemplo doloroso del fuego destructivo causado por la indolencia de un gobierno incapaz. No es un fuego casual el que arrasó la Chiquitania, no es “mala suerte” ni castigo de algún dios: es producto de la insensatez, de la estupidez humana y del oportunismo de corto plazo. 

En julio tuve oportunidad de recorrer con mi hija mayor, mi yerno y dos de mis nietas la zona de la Chiquitania que ahora ha sido envuelta por las llamas. Estuvimos en San José de Chiquitos, luego en Chochis, la misión Mariana, Roboré y Santiago de Chiquitos. 

Gracias a los consejos de Carlos Hugo Molina, del Cepad, disfrutamos cada minuto ese itinerario que ofrece la historia y arquitectura de las misiones y las pinturas rupestres de El Manantial, pero también el ecosistema que se brinda como un regalo inmerecido porque no es obra del hombre, ni de dioses, sino de la propia naturaleza. Bosques acogedores, aguas termales, alturas vertiginosas con vistas extraordinarias sobre la serranía. Aguardar el amanecer en el mirador de Santiago de Chiquitos fue una experiencia inolvidable. 

Todo ello ha sido devorado por las llamas, por el fuego destructor de una política irracional enemiga de la Madre Tierra, enemiga de la naturaleza. 

Los culpables están bien identificados. El principal se llama Evo Morales, que funge como presidente de Bolivia, aunque no le corresponde, porque viola la Constitución Política del Estado que él mismo impuso en 2009 entre gallos y media noche. Morales debe ser juzgado por autorizar (Ley 741, PDM-20, DS 3973, RA-ABT 217/2019) la deforestación y la ampliación de la frontera agrícola, además de los cultivos transgénicos y de agrotóxicos. 

Debe ser juzgado por decir que los “chaqueos” son necesarios. Para el autócrata soberbio, medio millón de hectáreas calcinadas no es nada. El Nerón de Orinoca sólo se preocupa por eternizarse en el poder: en dos semanas ha sido incapaz de pedir ayuda internacional que podía haber llegado en 24 horas.

La ignorancia del personaje es bien conocida y muy aprovechada por otros culpables. Por una parte, los empresarios soyeros y ganaderos: angurrientos, sólo les interesa su propio enriquecimiento. Avaros e indolentes, no les preocupa que los bosques de Bolivia queden destruidos mientras en sus cortas vidas disfruten sus ganancias. Y si fracasan aquí, tienen la posibilidad de abandonar Bolivia para gozar su fortuna en Europa o en Estados Unidos. Son aves de rapiña que despojan al país de su riqueza.

Luego están los llamados “interculturales”, una categoría inventada por el gobierno del MAS, que incluye a masas de avasalladores que arrasan con motosierras y topadoras destruyendo lo que la naturaleza tardó siglos en establecer. 

Estos interculturales son los obreros de la expansión de la frontera agrícola. Aliados a los empresarios, carecen de un horizonte de largo plazo, solo pretenden el usufructo inmediato: deforestan para negociar la madera, luego hacen chaqueos que no pueden controlar, para exterminar lo que queda de vegetación y de especies animales desorientadas por falta de bosques.

Todo lo anterior es el resultado de la ignorancia de quienes nos gobiernan, incapaces de entender el equilibrio de la naturaleza. No entienden que la ausencia de nieve en las montañas y de humedad en la serranía es el resultado de la deforestación. Bolivia carga la vergüenza de ser el país en el mundo que más deforesta cada año (por habitante). 

La nieve retrocede en los picos de Los Andes porque no recibe suficiente humedad desde la cuenca amazónica. Por ello llueve menos y los ríos tienen menos agua. La tierra se seca, hay lugares áridos en el altiplano donde antes se podía plantar quinua y ahora las dunas de arena llegan hasta la puerta de las casas. Hay dunas de arena también en Santa Cruz, por la sobreexplotación de la tierra. 

La falta de consciencia es el peor de los males. La gente inconsciente no entiende que la naturaleza es una trama compleja de relaciones y que la deforestación tiene un efecto dominó que acabará por derrumbar todas las fichas, hasta llegar muy pronto, a un punto sin retorno. 

*Escritor y cineasta 
 

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