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La Revolución china

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tribuna

Rafael Puente*

Viernes, 04 de octubre de 2019 ·

En estos días se ha celebrado los 70 años de la revolución que hizo pasar la vieja China de los mandarines a lo que ahora es la “China comunista”. Tratándose de un Estado tan grande, tan rico histórica y culturalmente, y tan poderoso en el escenario internacional, no podemos dejar de reflexionar sobre lo que ha pasado en estos 70 años.

El elemento incuestionable es que el Estado chino como tal se ha fortalecido muchísimo, hacia adentro y hacia fuera, y que el Partido Comunista Chino nunca ha dejado de ejercer un poder implacable. La primera etapa, comandada por el inolvidable y controvertido Mao Zedong (antes decíamos Tse Tung), ciertamente tuvo mucho de comunista. Se estatizaron las industrias y otros centros productivos y se intentó que todos los ciudadanos, y ciudadanas gozaran de todos los derechos humanos y políticos; pero el punto de partida era tan precario (con una población tan enorme como hambrienta), que se tuvo que hacer diferentes intentos revolucionarios exclusivos de ese país.

Entre ellos destaca la llamada Revolución Cultural (que hoy es una mala palabra en la propia China) y se rompió relaciones con el otro gigante comunista, que era la Unión Soviética. A estas alturas se puede afirmar que esa famosa Revolución Cultural, que apuntaba a la radicalización del proceso político, se convirtió en un desastre autoritario (a cargo de los llamados Guardias Rojos).

Con la muerte de Mao —cosa que algún día tenía que ocurrir— el Partido Comunista da un viraje radical, maldice la Revolución Cultural y bajo la conducción del nuevo líder, Deng Xiaoping, ingresa a una nueva fase, que consiste en la renuncia al socialismo “utópico” y la aceptación nomás de los principios capitalistas, entre los que sobresalen la aceptación del capital extranjero y el establecimiento de empresas privadas… 

El resultado fue la potenciación económica del Estado como tal, la disminución parcial —pero muy importante— de la extrema pobreza y la creación de una serie interminable de empresas que se vuelven transnacionales, y que en el fondo son privadas…

¿Y dónde quedó el “comunismo”? Se fue limitando cada vez más a las ventajas de militar en el único partido, que era el llamado “comunista”. Y a pesar de la innegable mejoría de la economía estatal y la también innegable disminución de la pobreza extrema, hoy somos testigos de la pobreza en que viven millones de chinos, y de ahí su disponibilidad para salir a trabajar a otros países con un sueldo de hambre. Resulta asombroso que las empresas chinas traigan a Bolivia a sus propios trabajadores, porque lo que cobran los obreros bolivianos les resulta carísimo (¡¡¡!!!).

Por supuesto, en esas condiciones los poderosos superempresarios chinos no tienen ningún inconveniente en ser militantes del Partido Comunista. ¿Qué dirían Marx y Lenin ante este modelo socialista controlado por empresas privadas, la mayor parte de ellas ya transnacionales? Nos imaginamos lo que ya habrían dicho cuando el Estado comunista ordenó, hace ya 30 años, la brutal represión de jóvenes críticos/as en Tiananmen. O sea que de democracia nada…

Además, la apertura de la economía no se ha visto acompañada de reformas políticas. China tiene otro aniversario este año, uno que el partido se aseguró de que no se conmemorase: el 30 aniversario de la brutal represión de la protesta prodemocracia de jóvenes en la plaza Tiananmen.

Bueno, hasta aquí es el proceso seguido en estos últimos 70 años por la “revolución”. El otro tema es que aquí en Bolivia, donde tenemos un gobierno formalmente anti-capitalista y anti-imperialista, la influencia china aumenta año tras año. Nos llenamos de empresas chinas que cobran lo que quieren, que se meten a veces en temas que no conocen y que explotan vilmente a sus propios trabajadores (quitándoles de paso el puesto de trabajo a los nuestros). Nuestro gobierno maldice coherentemente el imperialismo norteamericano, pero bendice el imperialismo chino. Y ahora, como diría el Chapulín Colorado, ¿quién podrá defendernos?

*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba 

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