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31 de octubre de 1952: Bolivia recuperó el subsuelo bajo la revolución nacional que transformó la realidad minera

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Wilfredo Pomar Miranda*

El Diario. 31 de octubre de 1952

Hace 73 años, la Revolución Nacional de 1952 puso fin al poder de "La Rosca" (los barones del estaño) con la nacionalización de las minas y la creación de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), transformando la riqueza minera en el pulmón financiero del país. Hoy esa empresa histórica estatal es apenas una sombra administrativa, superada por una realidad minera radicalmente distinta: el oro ilegal de las cooperativas y las grandes empresas privadas, cuyas actividades generan una mínima proporción de regalías y beneficios para el Estado, dejando abierta una agenda de futuros desafíos por soberanía y desarrollo.

Contexto de la minería de ese tiempo

La República de Bolivia, en la primera mitad del siglo XX dependía casi íntegramente del estaño, cuando el país era uno de los principales productores mundiales, pero las riquezas que se explotaba de sus montañas no beneficiaban a la población. La industria minera estaba controlada por tres grandes grupos privados conocidos popularmente como los barones del estaño: Simón I. Patiño, Mauricio Hochschild y Carlos Víctor Aramayo. Este pequeño círculo económico denominado La Rosca, concentraba el poder productivo, político y social del país.

Mientras ese grupo oligarca consolidaba fortunas que trascendían fronteras, los trabajadores mineros enfrentaban jornadas extenuantes, salarios bajos y una realidad marcada por la silicosis, accidentes y precariedad. A finales de los años 40, la falta de inversión, el agotamiento de las vetas ricas y la crisis posterior a la Segunda Guerra Mundial habían deteriorado aún más la producción minera del estaño.

En este escenario emergieron los sindicatos mineros, fuertemente politizados y con una ideología obrera que reclamaba justicia, dignidad y participación. El país se encontraba al borde del colapso político y económico cuando estalló la Revolución de Abril de 1952 bajo el liderazgo del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

Para llegar a este escenario fue fundamental la tesis de Pulacayo realizado en noviembre de 1946, que fue elaborado sobre la base del proyecto presentado por la delegación de Llallagua (Siglo XX), como tesis central de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB).

Nacionalización de las minas

La nacionalización se produjo el 31 de octubre de 1952, pocos meses después del triunfo de la revolución encabezada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). El nuevo gobierno, respaldado por el movimiento obrero, con el protagonismo de la clase minera, tomó una de las decisiones más profundas en la historia económica del país: retirar los yacimientos de manos privadas y trasladarlos al Estado boliviano.

Ese acto histórico no fue solo administrativo, fue simbólico. Por primera vez, los trabajadores mineros y la ciudadanía sintieron que el Estado les pertenecía. La medida fue presentada como un gesto de soberanía y dignidad nacional, destinado no solo a redistribuir la riqueza, sino también a financiar las reformas estructurales que se avecinaban, como la Reforma Agraria, el Voto Universal y la Reforma Educativa.

No obstante, el proceso de nacionalización fue motivo de controversia. A diferencia de otras revoluciones latinoamericanas, Bolivia decidió pagar indemnizaciones a los antiguos dueños, un hecho que generó tensiones entre los radicales del movimiento obrero.

Fundación de COMIBOL

La respuesta institucional para la nacionalización de las minas fue la creación de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) el 2 de octubre de 1952. Esta nueva empresa estatal, tras la firma de la nacionalización, asumió de inmediato la administración y operación de las minas recuperadas. Desde sus primeros días, COMIBOL se convirtió en el pulmón financiero del país, llegando a aportar hasta el 80% de los ingresos estatales durante la década revolucionaria.

Su existencia definió una nueva relación entre el Estado, los trabajadores y el desarrollo nacional. COMIBOL era más que una empresa: era un símbolo de soberanía, un actor político y un espacio donde se experimentó con modalidades de cogobierno entre sindicalistas y autoridades estatales. Para esto fue importante la creación de la Central Obrera Boliviana (COB) realizada meses antes, el 17 de abril de 1952, que basada también en la Tesis de Pulacayo, estuvo a la vanguardia del movimiento obrero en Bolivia.

Sin embargo, su misión era monumental: modernizar maquinaria obsoleta, estabilizar una producción inconstante y sostener las finanzas del país en un mercado internacional cambiante; aspectos que no los pudo realizar plenamente, con la posterior decadencia de la minería estatal.

Situación actual de COMIBOL

Setenta y tres años después, COMIBOL ya no es la poderosa corporación que definía el rumbo económico y político de Bolivia. Hoy tiene un rol más administrativo que productivo. Muchas de sus minas tradicionales quedaron agotadas, fueron cerradas o pasaron a control de cooperativas mineras.

Para llegar a esta situación de debilitamiento se debe recordar la “Relocalización” que fue el proceso de cierre de minas estatales tras la promulgación del DS 21060, en agosto de 1985, por el que 30.000 mineros fueron retirados de COMIBOL, quienes tuvieron que migrar a otras regiones de Bolivia.

En la actualidad COMIBOL participa en algunos proyectos estratégicos, como Huanuni, Colquiri y el Mutún. También trata de incursionar en el campo de la prospección y explotación de metales estratégicos y tierra raras, como es el caso del yacimiento de Mallku Kuta en Potosí. Para estas actividades cuenta con unos 8.000 trabajadores.

La empresa COMIBOL trata de tener un rol importante en la fiscalización y regulación de la actividad minera. Enfrenta dificultades estructurales como ser: baja inversión, infraestructura antigua, dependencia de precios internacionales y la actividad ilegal de la minería del oro. A pesar de ello, sigue siendo un referente histórico y un actor necesario en la política minera nacional.

Comparación entre el periodo de los años 50 y la situación minera actual

La minería en Bolivia ha cambiado profundamente desde la Revolución Nacional de 1952 hasta la actualidad, donde tienen más peso las actividades de la minería ilegal del oro y de las empresas privadas.

En la década del 50 del siglo pasado, el estaño era el eje de la economía nacional, siendo uno de los mayores exportadores de estaño COMIBOL se convirtió en una de las empresas estatales más grandes de América Latina. La minería, de estar fuertemente concentrada en pocas manos privadas, pasó al poder del Estado que asumió un rol empresarial directo. Los trabajadores mineros representados por la FSTMB y la COB eran la fuerza más organizada del país, que representaba genuinamente a los intereses de la clase obrera. En este marco la nacionalización de las minas fue un acto político y simbólico de liberación económica.

En la actualidad el sector minero está diversificado en la producción de oro, zinc, plata, hierro y, recientemente, litio. El protagonismo de los barones del estaño ha sido reemplazado por una minería estatal que se reduce a la producción de Colquiri y Huanuni. La actividad de las llamadas cooperativas mineras se caracteriza por su acción depredadora e ilegal. En la actividad privada se tiene a la Mina San Cristóbal como ejemplo, que explota concentrados de zinc-plata y plomo-plata; actualmente es la operación minera más grande en la historia de Bolivia. Tanto la producción de las cooperativas mineras y la minería privada dejan muy pocas regalías a las arcas del Estado. En relación a los sindicatos mineros, estos ya no tienen el mismo peso político e histórico que en la década revolucionaria, se convirtieron en agentes oportunistas y prebendales de los últimos gobiernos a manos del Movimiento al Socialismo (MAS).

A manera de conclusión

La nacionalización de las minas de 1952 y la creación de COMIBOL marcaron un punto de inflexión en la historia del país. Ese acto no solo transformó la economía, sino que redefinió la identidad nacional y dio voz a trabajadores que durante décadas habían vivido bajo explotación y olvido.

En la actualidad, cuando Bolivia enfrenta nuevos desafíos en su bicentenario, desde el avance del oro informal hasta la urgencia de industrializar el litio, la memoria de aquella revolución minera sigue viva. Mirar atrás no es un ejercicio nostálgico, sino una oportunidad para comprender que la verdadera soberanía no consiste únicamente en controlar los recursos, sino en garantizar que estos generen desarrollo, bienestar y futuro.

Se tiene que dejar de lado la lógica y la práctica de que la explotación de recursos naturales solo sirva para soluciones coyunturales a crisis económicas; se debe invertir los ingresos en una real industrialización y diversificación de la economía del país.

La historia demuestra que la riqueza natural, por sí sola, no transforma países; lo hace la capacidad de convertir esa riqueza en oportunidades reales. Ese fue el espíritu de 1952 y ese es el desafío pendiente de nuestro tiempo que debe enfrentar el nuevo gobierno.

*El autor es educador, activista de la APDHLP y miembro del Comité Ejecutivo de la APDHB

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