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Bolivia conmemora el día de la democracia enfrentando una nueva etapa política

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El país celebra 43 años del retorno al orden constitucional mientras se prepara para un balotaje que podría marcar el fin definitivo de dos décadas de hegemonía del MAS

Wilfredo Pomar Miranda*

10 de octubre de 2025

Cada 10 de octubre, Bolivia revive una fecha trascendental: el retorno a la democracia ocurrido el 1982. Tras casi veinte años de dictaduras militares, represión, exilio, golpes de Estado, el entonces presidente Hernán Siles Zuazo asumió el mando constitucional y puso fin a una era de oscuridad marcada por la violencia, violación brutal a los derechos humanos, el exilio y la censura. El Día de la Democracia recuerda la victoria del pueblo sobre el autoritarismo, una conquista social que costó sangre, cárcel y sacrificio a miles de bolivianos que defendieron las libertades democráticas.

A mediados de los años 60 la dictadura de Barrientos y Ovando, en los 70 la dictadura de Hugo Banzer Suárez y en los inicios de los 80 la dictadura de Luis García Meza Tejada, impusieron un clima de terror: la tortura, los asesinatos políticos y las desapariciones fueron prácticas cotidianas. Entre las víctimas figuran Isaac Camacho (desaparecido), César Lora (asesinado), el sacerdote y periodista Luis Espinal Camps, defensor de los derechos humanos, y el líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz que impulsó un juicio de responsabilidades a Banzer; los dos últimos fueron brutalmente torturados y asesinados en 1980, sin encontrarse a la fecha los restos del líder socialista.

Con su retorno a la vida democrática, Bolivia tenía un nuevo horizonte con la esperanza de que sea de justicia, diálogo, respeto e inclusión de las bolivianas y los bolivianos.

Veinte años de concentración de poder autoritario

A 43 años de aquel momento histórico, Bolivia enfrenta otro momento decisivo. Tras dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), encabezadas primero por Evo Morales Ayma (14 años) y luego por Luis Arce Catacora (5 años), el país atraviesa una crisis multidimensional que ha debilitado sus instituciones y erosionado la confianza ciudadana en la política, con aspectos similares a la década del 80, como la tremenda crisis económica, la violación a los derechos humanos, la corrupción y la influencia del narcotráfico.

El largo ciclo del MAS se caracterizó por una creciente concentración del poder, el control del Órgano Judicial y la utilización de la justicia con fines políticos. Durante el gobierno de Morales, el discurso del “proceso de cambio” derivó en autoritarismo civil, ignoró el referéndum del 21 de febrero de 2016, que negó la reelección indefinida, y se impuso un fallo judicial (legal, pero ilegítimo) para mantenerlo al líder en el poder. Posteriormente Morales fue protagonista en un fraude electoral el 2019 que lo llevó a renunciar a su mandato debido a la insurrección de la población. El clientelismo político, la corrupción en empresas estatales, la represión a movimientos cívicos, el incremento de la actividad del narcotráfico y la destrucción ambiental por los incendios en la Amazonía y la Chiquitanía marcaron los años de su gestión.

El actual gobierno de Luis Arce, lejos de romper con ese modelo, ha mantenido prácticas similares: falta de independencia judicial, persecución política selectiva, deterioro de la economía, crisis sanitaria, mala calidad educativa, etc. Mientras el país enfrenta un déficit fiscal y pérdida de reservas internacionales, la población siente el desgaste de un modelo económico y de poder que confundió una supuesta estabilidad social y económica con el control político y cooptación de movimientos sociales.

Una transición con esperanza

El primer balotaje que tendrá Bolivia, protagonizado por dos frentes aparentemente contestatarios al MAS, representa para muchos analistas un punto de inflexión en la historia reciente de Bolivia. Por primera vez en dos décadas, la ciudadanía tiene la oportunidad de elegir entre opciones que no responden a la estructura política del oficialismo. Este escenario simboliza un renacimiento democrático, donde la alternancia, la pluralidad y el respeto a la institucionalidad vuelven a ocupar el centro del debate nacional.

La sociedad boliviana, que ya resistió a las dictaduras militares de los 80, 70 y 60, y soportó los abusos del poder partidario del MAS en el primer cuarto de siglo, demuestra nuevamente su madurez política. El voto se convierte en un acto de memoria histórica, una afirmación colectiva de que la democracia no puede ser monopolio de ningún grupo, ideología o caudillo.

El Día de la Democracia, conmemorado cada 10 de octubre, no es solo una fecha simbólica: es un recordatorio de que la libertad se defiende todos los días. El país que se liberó de los cuarteles en 1982 hoy busca liberarse del autoritarismo civil y de las redes de corrupción que minaron la confianza pública. Bolivia necesita reconstruir sus instituciones con base en la ética, la transparencia y el respeto a la ley.

El futuro democrático dependerá de la capacidad colectiva de aprender del pasado y exigir rendición de cuentas. La democracia no es solo votar: es participar, fiscalizar y garantizar que el poder no vuelva a ser patrimonio de unos pocos. El pueblo boliviano ha demostrado que su vocación por la libertad sigue viva. Por eso, a los 43 años de la recuperación de la democracia, la consigna que debemos tener debe ser clara y urgente: ¡Nunca más dictaduras, nunca más abusos de poder, nunca más impunidad!

*El autor es educador, activista de la APDHLP y miembro del Comité Ejecutivo de la APDHB

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