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El autoritarismo y el periodismo

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Redacción Semanario Aquí

22 de noviembre de 20225

La relación de los gobernantes autoritarios con el periodismo siempre ha vulnerado uno de los derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”

El reciente impase que tuvo una periodista de una red periodística estadounidense con el presidente de ese país no es un hecho nuevo ni aislado. Ya en su primer gobierno el gobernante del país del norte se ha ensañado con los profesionales de la prensa: antes como ahora, las amenazas, la displicencia, hasta el insulto son lo normal en ese primer mandatario. Pero, ¿cuál es el origen de ese comportamiento?

Está claro que el poder no es un mérito propio; el poder nace de la gente que rodea a determinados personajes, como dice Yuval Noah Harari en su obra Nexus: “…el poder humano nunca es resultado de una iniciativa individual. El poder humano surge de la cooperación entre un gran número de personas.”

Estos personajes aprovechan de alguna “cualidad” que tienen —puede ser dinero, origen, éxito en alguna actividad—, la que es magnificada con técnicas comunicacionales y amplificada por varias organizaciones no gubernamentales, medios periodísticos, incluso gobiernos.

Sus comportamientos tienen una dosis de arrogancia, de egocentrismo, de complejo de superioridad (que en fondo es de inferioridad), pues sus desplantes y atropellos solo revelan las debilidades e inseguridades que tienen; sin embargo, son festejados por sus allegados —en su mayoría serviles aduladores— quienes son incapaces de reflexionarlos, otorgándoles de esa forma más poder a los autócratas de turno.

En Bolivia hemos tenido, también, durante un largo tiempo a un autócrata que se valió del halo o imagen creada de indígena, pobrecito, discriminado, humillado… asentando de esa forma su poder omnímodo durante 14 años continuos y concentrando en su persona todas las decisiones importantes del país, por encima de la Constitución Política del Estado y demás leyes, violándolas cuando así lo decidía.

La relación de Evo Morales con la prensa siempre fue tensa, pero más conflictiva a un comienzo (2007) que a partir del 2013. El segundo año de su mandato dijo que entre el 80 o 90% de los medios eran sus opositores, mientras que el 2013 afirmó que solo quedaban de 10 a 20 medios opositores. Y claro, pues para ese tiempo muchos medios se habían alineado al gobierno o habían sido comprado por gobernantes o empresarios allegados al poder: El 24 de septiembre último (2013) el Presidente nos ha confirmado que entre el 80 y el 90 por ciento de los medios de difusión, ahora, ya no son sus opositores. Esta afirmación debemos entenderla como que es verdad que esos medios o varios de ellos han sido comprados por gobernantes o por empresarios que a la vez son sus socios políticos y económicos.”[1]

Sin embargo, pese a tener gran parte del control comunicacional, tanto el gobernante como el régimen no disminuyeron el hostigamiento al periodismo investigativo, a la fiscalización de los actos de función pública, pues hubo periodistas y medios que hicieron su trabajo, en cumplimiento a los preceptos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos como a la Constitución Política del Estado en cuanto El Estado garantiza a las trabajadoras y los trabajadores de la prensa, la libertad de expresión, el derecho a la comunicación y a la información.” (Art. 106 CPE)

El régimen y el primer mandatario utilizaron, además, el amedrentamiento, la intimidación, la humillación pública a varios periodistas que trabajaban en su oficio de buscar información, obligación que fue obviada por el régimen, aunque la transparencia aparezca repetidas veces en la Carta Magna del país. Un caso emblemático de amedrentamiento fue la apertura de un proceso penal al periodista Ricardo Aguilar Agramont, acusándolo de espionaje y traición a la patria, por el artículo “De cómo en la demanda marítima triunfó la idea de los ‘actos unilaterales’”[2] publicado el 13 de abril de 2014, días antes de la presentación de la demanda marítima boliviana en la Corte Internacional de Justicia en la Haya

El recurso de victimizarse frente a los pocos medios que hacían su trabajo, fue otra forma de hostigamiento del gobernante Morales, llamándolos incluso “el cartel de la mentira”. Así también, recurrió a la asfixia económica contra los medios críticos, al dar publicidad estatal solo a los medios que le aplaudían.

Es posible que el deseo de estos gobernantes autócratas es tener una prensa totalmente sometida, como la que hubo en las dictaduras de Hitler, Stalin, Mussolini, Franco y de otras de ayer y hoy, pero como nada es eterno y como la lucha por los derechos ciudadanos no cesa, llega siempre el día en que el autoritarismo es derrotado, donde el periodismo honesto juega un rol importante contra toda forma de despotismo.

 


[1]https://semanarioaqui.com/index.php/de-sabado-a-sabado/1754-evo-morales-antes-sentia-que-el-80-o-90-de-los-medios-eran-mis-opositores

[2]https://semanarioaqui.com/index.php/nuestra-tierra/2649-de-como-en-la-demanda-maritima-triunfo-la-idea-de-los-actos-unilaterales

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