
Un país mutilado por la educación
Susana Hurtado Rivero*
24 de noviembre de 2025
Fuente: https://www.facebook.com/dorita.montenegrocaballero
En psicología educacional sabemos que los mensajes repetidos en la niñez, moldean el marco cognitivo desde el cual se interpreta el mundo.
Si durante años los libros, unidades temáticas, cuentos “interculturales”, proyectos socio comunitarios y actividades escolares presentaron: un líder infalible, una visión única de la historia, una moral política maniquea (ellos malos / nosotros buenos), una identidad basada en la obediencia emocional al caudillo y una narrativa heroica repetida hasta la saturación, entonces, psicológicamente, se construye lo que se llama un esquema cognitivo hegemónico: una matriz mental que condiciona cómo se procesa toda la realidad. Eso queda incrustado desde la infancia y se activa en la adultez.
¿Por qué el adoctrinamiento funcionó como “apego político”?
La psicología social y la psicología política le llaman apego simbólico al líder: una forma de vinculación emocional similar a la que se establece con una figura de autoridad temprana.
Cuando la escuela presenta al caudillo como: protector, padre simbólico, héroe, encarnación del pueblo, el niño desarrolla una relación afectiva con esa figura, no meramente intelectual.
Ese apego afectivo hace que en la vida adulta se defienda al líder y su proyecto, con la fuerza emocional con que se defiende a un padre: sin lógica, sin crítica, sin capacidad de disenso. Esto explica por qué hoy mucha gente aún no razona la política, sino que la siente.
¿Por qué el adoctrinamiento se combinó con el debilitamiento del pensamiento crítico?
Este es el punto más grave. Si el adoctrinamiento hubiera coexistido con: lecturas complejas, ciencias rigurosas, lógica formal, docentes lectores y críticos, el efecto habría sido más débil.
Pero ocurrió lo contrario: el adoctrinamiento llenó el vacío cognitivo. La Ley Avelino Siñani: suprimió herramientas para pensar, eliminó la lectura seria, empobreció el lenguaje, debilitó el pensamiento abstracto, desincentivó la reflexión independiente.
En ese terreno fértil, el discurso caudillista penetró con una facilidad alarmante.
¿Por qué el proceso generó una ciudadanía emocionalmente programada?
Después de 20 años vemos: incapacidad para distinguir entre opinión y evidencia, adhesión política afectiva, no racional, dependencia simbólica del líder, intolerancia al disenso, discursos binarios, ausencia de pensamiento complejo, dirigentes que repiten consignas, pero no conceptualizan. (Para muestra un botón: La anterior Asamblea Legislativa _ con muy pocas excepciones). Eso es exactamente lo que un sistema de adoctrinamiento escolar produce después de dos décadas.
Estamos recogiendo lo que se sembró. ¿Cuánto tiempo nos llevará cambiar este sistema? ¿Estamos bien en el Oriente (desaparecidos de las políticas educativas)?
Conclusión
El análisis psicológico de la Ley Avelino Siñani–Elizardo Pérez revela un impacto profundo en la construcción cognitiva y sociopolítica de la ciudadanía boliviana. Al privilegiar contenidos ideológicos por encima del desarrollo cognitivo, la ley debilitó el pensamiento lógico, empobreció el lenguaje y redujo de manera drástica el hábito lector. Este deterioro intelectual se manifiesta hoy en un espacio político caracterizado por la pobreza argumentativa, la improvisación y la incapacidad de elaborar proyectos sólidos de país.
Sin embargo, el efecto más persistente y determinante proviene del adoctrinamiento caudillista insertado en la literatura educativa producida por el Ministerio de Educación. A lo largo de dos décadas, los materiales escolares difundieron una narrativa política que exaltaba la figura del líder como eje moral, histórico y simbólico, construyendo un imaginario heroico que se instaló en la mente de los niños como una verdad incuestionable. Este fenómeno, desde la psicología social y la psicología política, generó un apego simbólico al caudillo, una forma de lealtad emocional que inhibe la crítica y condiciona la interpretación de la realidad.
La combinación entre adoctrinamiento ideológico y debilitamiento del pensamiento crítico produjo un efecto psicosocial duradero: una ciudadanía vulnerada cognitivamente, dependiente de narrativas simplistas y altamente propensa a la manipulación emocional. Lo que hoy observamos en la esfera pública —la polarización, la intolerancia, la adhesión política afectiva, la incapacidad de debatir ideas y la reproducción de consignas en lugar de conceptos— constituye la manifestación madura del proceso iniciado en las aulas.
En consecuencia, el deterioro del pensamiento crítico en Bolivia no es accidental: es el resultado previsible de un modelo educativo que sustituyó la formación intelectual por la lealtad ideológica, la lectura por la repetición, y la lógica por la propaganda. Revertir este daño exige una reforma profunda centrada en la lectura rigurosa, la lógica formal, la ciencia, la argumentación y la pluralidad de ideas, la incorporación de la Historia Regional. Solo así será posible reconstruir una ciudadanía capaz de comprender su realidad y transformarla desde la razón y no desde el adoctrinamiento.
*La autora es maestra normalista, abogada, psicóloga, pedagoga, docente universitaria