cabecera aqui blog

Chile 1973: Cuando la revolución se topó con el reformismo

AddThis Social Bookmark Button

Publicado en 08/09/2013de Redacción

Hace 40 años del golpe de estado que derrocó el gobierno democrático de la Unidad Popular y causó la muerte a su presidente Salvador Allende. Aitor Bayón analiza la histórica pugna entre reforma y revolución.

Desde que el 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende, cabeza de la Unidad Popular (UP), ganase las elecciones y se hiciera con el control del poder político en Chile, la derecha no paró en ningún momento de preparar su caída, en este caso unida a los intereses de EEUU y el imperialismo internacional.

El Partido Socialista de Chile de Allende, junto al Partido Comunista, el Movimiento de Acción Popular Independiente, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), escisiones de la Democracia Cristiana como Izquierda Cristiana y grupos provenientes del partido radical y socialdemócratas formaron la Unidad Popular desde 1969. Frente electoral y político interclasista que consiguió agrupar a amplias capas de la sociedad bajo un programa de reformas y transformación social.

Este programa conectó muy bien con los sectores populares debido al descontento con las políticas precedentes. El democratacristiano Eduardo Frei y su llamada “Revolución en Libertad” no dieron solución a los problemas más importantes de la vida social chilena (vivienda, salud, educación, dependencia tecnológica), ni cumplió su programa al no nacionalizar las riquezas básicas ni emprender una efectiva reforma agraria. Factores que dentro de un capitalismo en expansión supusieron desilusión y frustración, y a su vez activaron un movimiento obrero crecientemente combativo.

La Guerra Fría con su política de bloques seguía marcando la escena internacional. Pero dentro de esta misma escena, cuestionando a las izquierdas tradicionales, se abría paso una nueva izquierda revolucionaria, que destacó en el Mayo del 68 francés, contra la guerra de Vietnam, en los movimientos radicales de occidente, las guerrillas latinoamericanas, etc. Mientras, la vieja izquierda se intentó acomodar, haciendo juegos de poder con la burguesía formulando teorías como el eurocomunismo y el “compromiso histórico”, entre las que también estaría la “vía chilena al socialismo”. A cambio de renunciar a la revolución como método podían tener la posibilidad de gobernar en sus países. En Chile la influencia de la revolución cubana y del Che eran notables en estos momentos.

Será en este contexto en el que el programa de la UP proponga 40 medidas para el cambio, que abarcaban desde la nacionalización del cobre, el hierro, el salitre, la banca y los servicios de utilidad pública, la expropiación de superficies agrícolas superiores a 40 hectáreas de riego básico, reformar del Poder Judicial y el Parlamento, promover la planificación económica y la industrialización, hasta el reparto de medio litro diario de leche a la infancia chilena1.

La victoria electoral

Antes de la victoria electoral de la UP se produjo, durante el gobierno Frei, un aumento de huelgas por la subida de precios, la represión y el desempleo. Allende obtuvo en las elecciones de 1970 el 36’3% de los votos, lo que le impedía gobernar a no ser que llegase a un acuerdo con la Democracia Cristiana. Acuerdo que se plasmó en el semisecreto Estatuto de Garantías, que aseguraba conservar las libertades de enseñanza (privada), prensa, asociación y reunión, y la indemnización legal de todos los bienes expropiados, así como respetar las instituciones y las fuerzas armadas.

El primer año de gobierno fue desvelando una serie de contradicciones internas a las que se enfrentaba la UP y el movimiento obrero y popular. Pues desde la base se intensificaban las demandas y las actuaciones independientes, más aún tras la victoria en las elecciones municipales con casi el 50% de los votos. Estos sectores no entendían que la llegada de Allende al poder significase la desmovilización de sus luchas. Los partidos de la UP seguían teniendo mucha fuerza y controlaban los sindicatos. Las primeras reformas, como la nacionalización del cobre, se sentían como beneficiosas entre la población pobre y trabajadora.

Pero con ocasión de la visita de Fidel Castro a Chile a finales de 1971, la derecha, que se había ido recomponiendo ese año de su derrota, organizó su primera gran movilización contra el gobierno, la “marcha de las ollas vacías”, en la que paradójicamente se encontraban en la protesta las mujeres de clase media acompañadas de sus empleadas de hogar que cargaban las ollas. Pero tras esta protesta que se realizaba por la escasez, se encontraban otros motivos de mayor alcance: “movilizar a la clase media, alertar a la burguesía a escala internacional sobre las batallas que vendrían, y expresar el escepticismo burgués en cuanto a la capacidad de la UP para controlar a la clase trabajadora”2.

1972 se caracterizó por un plan económico que Allende discutió y negoció con la oposición, pero no con los sindicatos o las organizaciones de base y de la izquierda. Y por la sonada huelga de propietarios/as de camiones y un cierre patronal que casi paralizó Chile. El cierre patronal se debió a las medidas que tomó el gobierno de Allende en beneficio de las clases populares desde el año anterior, al miedo de la burguesía a que fueran a más y para echarle un pulso a la clase trabajadora que aumentaba su organización. Fue gracias a la actuación de la clase trabajadora, haciendo un llamamiento a aportar vehículos y a no cerrar las industrias ni comercios, como se pudo revertir la situación, enfrentando los ataques físicos de la extrema derecha y organizando comités de defensa de barrios y fábricas.

La derecha puso sobre la mesa el llamado “Pliego de Peticiones de Chile”, exigencias burguesas para obligar a Allende a la renuncia. En medio de una situación de polarización social, con la clase trabajadora y demás sectores populares organizándose en los cordones3 y los barrios, y la derecha con una actitud golpista, Allende optó por tomar el camino de la conciliación. Aceptó la renuncia de muchos de sus ministros e incorporó representantes de las Fuerzas Armadas que luego jugarían un papel en la represión del movimiento obrero y en el futuro golpe.

El golpe: revolución o contrarrevolución

Tras las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, se compuso de nuevo un gabinete sin militares. Pero esas elecciones dieron a la UP un 43’3% frente al 54’2% de la nueva coalición de la derecha, la “Confederación de la Democracia”. Se empezaba a preparar el golpe, ya que Allende tenía la presidencia pero el Parlamento era mayoritariamente de derechas.

Se iban produciendo escisiones en el seno de los partidos de la UP, mientras los organismos de base estaban decididos a no entregar las fábricas y comercios que habían conquistado tras el cierre patronal de octubre. Estos organismos eran atacados por un gobierno que a la vez que prometía nacionalizaciones de nuevas fábricas para crear un sector estatal fuerte.

En julio la derecha ya defendía abiertamente el derrocamiento militar de la UP y preparó para el día 26 un nuevo cierre patronal. Parecía que Allende estaba más interesado en atacar a los cordones y a la izquierda por llevar al país, según él, al borde de la guerra civil, al mantener en sus manos numerosas empresas, centros de abastecimiento y comenzar a reformular las organizaciones de autodefensa. Durante el mes de agosto las fuerzas armadas ocuparon y entraron por la fuerza en algunas de las fábricas y hospitales recuperados por la clase obrera. Mientras, el líder del Partido Comunista, Luis Corvalán, alababa el “firme patriotismo y lealtad”4 de las Fuerzas Armadas.

El 11 de septiembre de 1973 una operación combinada derrumbó el gobierno de Salvador Allende. A su frente se encontraba Pinochet, que en agosto había sido nombrado Comandante en Jefe del Ejército por el propio Allende. Las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles y barriales más combativas habían sido desarmadas y desarticuladas semanas antes durante un Estado de Sitio que para declararse debió ser consentido por Allende, cuyo pretexto siempre era la Ley de Control de Armas (control únicamente ejercido sobre las armas en manos de los organismos de base y populares).

No hubo una respuesta organizada, los militares tomaron el poder y organizaron una feroz y cruel represión contra las clases populares y sus organizaciones. Todo el odio de clase se vertía contra quienes habían osado poner en cuestión la sociedad capitalista. La profunda y sólida tradición democrática y el profesionalismo de las fuerzas armadas de los que hacían gala Allende y los partidos reformistas de la UP se revelaron en su verdadera naturaleza: la defensa incondicional de los privilegios de la clase explotadora.

Allende en el marxismo

Yendo al grano, Allende era un reformista, honesto, sí, pero no un marxista. Las ideas que esboza en cada discurso así lo proclaman, y aunque utilicen fraseología revolucionaria, Allende y el gobierno de la UP preconizaban una política de conciliación de clases y de reforma del capitalismo, que se ve con claridad cuando Allende dice: “sabemos que cambiar el sistema capitalista respetando la legalidad, institucionalidad y libertades políticas exige adecuar nuestra acción en lo económico, político y social a ciertos límites”5. Esos límites son siempre los de la democracia burguesa y se los impone a la clase trabajadora para frenar y encauzar sus reivindicaciones en un plan trazado desde arriba.

En lo que se refiere a la naturaleza de clase del Estado, en el “Primer mensaje al Congreso Pleno”6, Allende establece que a partir de ese momento su gobierno no dará respaldo a la clase dominante tradicional, sino a las grandes mayorías. No debemos olvidar que, aunque apoyado por una amplia movilización social, llegó al Palacio de la Moneda por medio de unas elecciones y con poco más del 36% de votos, teniendo que pactar con la Democracia Cristiana para poder gobernar. En ese mismo discurso señala que se hacía necesaria “una profunda transformación en el orden socioeconómico que el Parlamento está llamado a institucionalizar”7.

Desde el marxismo, el estado se concibe en una sociedad capitalista, sea cual sea su grado de madurez democrática, como “una organización de la clase dominante”8. En ningún caso llegar al poder por medio de las elecciones cambia el hecho de que el estado burgués sirve sólo a los intereses de la clase dominante. Según el reformismo, el estado estaría separado de la sociedad y actuaría de arbitraje entre las clases para conciliar sus diferencias. Lenin señalaba, citando a Marx, que el estado “es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases”9. Pero en ningún caso los intereses opuestos de clase pueden conciliarse. Ninguna clase social dominante se ha suicidado entregando el poder y todos sus privilegios a la clase dominada, de forma pacífica y generosa.

La UP expresaba y ponía todo su énfasis en el desempeño del poder político por medio de las elecciones. Allende, en el mensaje citado más arriba, indica que “en nombre de la reconstrucción socialista ganamos las elecciones presidenciales”. Lo que se conoció como la “vía chilena al socialismo” ya había sido antes esbozada en los comienzos del siglo XX por, entre otras personas, Kautsky y Bernstein, líderes reformistas de la II Internacional. Éstos hablaban del “Estado popular” y otras caracterizaciones similares para mostrar que a través de reformas profundas se llegaría al socialismo.

Pero si la UP llegó al poder en Chile fue en parte por la debilidad de la propia burguesía, tras el fracaso de Frei y su “Revolución en libertad” y el empuje de la movilización obrera y popular. Llegados a ese punto, la burguesía se recompuso y sólo tardó tres años en arrebatar el poder por la fuerza a la UP. Como señalaba Lenin frente a las ideas de Kautsky, “no hay estado, incluso el más democrático, que no tenga en la Constitución alguna rendija que asegure a la burguesía la posibilidad de lanzar a la tropa contra los obreros, declarar el estado de sitio, etc. ‘en caso de alteración del orden’ –en realidad, en caso de que la clase explotada ‘altere’ su situación de esclava e intente hacer algo que no sea propio de esclavos”10.

En Chile fue más grave aún, pues se sucedieron varios incidentes en los cuales la población trabajadora era reprimida por las fuerzas de seguridad y militares del estado que controlaba la UP. Destacan, entre otros, la llamada de mayo del 71 que hizo Allende al MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y al campesinado sin tierra para que cesasen las ocupaciones y no actuasen fuera del marco legal, así como el incidente de Lo Hermida, barrio pobre de Santiago asaltado en busca de un grupo guerrillero de ultraizquierda tras la toma de un supermercado y su posterior distribución entre la población, o la amenaza contra la Asamblea Popular que reunió en Concepción a más de 3.000 personas delegadas de organizaciones sindicales, populares y estudiantiles, hacia la que un comunicado de Allende se refería como “un proceso que sirve a los enemigos de la causa revolucionaria”11.

El gobierno de la UP estaba inquieto ante los sectores de la clase trabajadora que decidían no esperar a las medidas legales con sus amplios plazos para llegar a consensos con la Democracia Cristiana y que tomaban en sus manos los medios de producción que les hacían falta para vivir. Es en ese contexto cuando de la lucha conjunta de la clase trabajadora agrícola e industrial, en la huelga de Cerrillos, surge el “Cordón Industrial”, el cual en su declaración de julio de 1972 demandaba el control de la producción por parte de las y los trabajadores y la sustitución del Parlamento por una Asamblea de Trabajadores/as. Tras este se constituyeron otros, y tanto el Partido Comunista como el ala derecha del Partido Socialista ordenaron separarse de ellos y que toda la actividad pasase por la CUT (Central Única de Trabajadores).

Fue la experiencia de los Cordones, que posteriormente se extenderían por Chile, la que marcaba la línea de independencia de clase para avanzar en el proceso revolucionario y esbozar un órgano independiente para la defensa de las conquistas trabajadoras. Pero esos mismos órganos de independencia de clase no terminaron de definir correctamente la línea a seguir, ni siquiera frente a la inminencia del golpe militar, pues debían haberse posicionado por la toma del poder, lo que inevitablemente les habría llevado a chocar con el gobierno de la UP. Ante estos sucesos, Allende argumentaba constantemente que las concesiones a la burguesía que realizaba su gobierno aseguraban que esta respetase los procesos constitucionales.

En los momentos históricos en que la clase trabajadora empieza a movilizarse seriamente y de forma independiente para tomar en sus manos lo que la clase capitalista lleva siglos arrebatándole, no hay ninguna razón para encorsetar su lucha en largos procesos de medidas legales, acuerdos, etc. Como indicaba Rosa Luxemburgo, “la reforma legislativa y la revolución no son métodos diferentes de desarrollo histórico que puedan elegirse a voluntad del escaparate de la historia, así como uno opta por salchichas frías o calientes. La reforma legislativa y la revolución son diferentes factores del desarrollo de la sociedad de clases. Se condicionan y complementan mutuamente y a la vez se excluyen recíprocamente, como los polos Norte y Sur, como la burguesía y el proletariado”12.

Por tanto, cuando señala Allende en su discurso ante el Congreso en Pleno13 que en Rusia se tomó el camino de la revolución obrera y campesina para la construcción de la sociedad socialista, afirma que puede haber varias formas para llegar al socialismo y elige otra que le parece más adecuada: “la vía chilena al socialismo”. Prosigue Luxemburgo: “quienes se pronuncian a favor del método de la reforma legislativa en lugar de la conquista del poder político y la revolución social en oposición a éstas, en realidad no optan por una vía más tranquila, calma y lenta hacia el mismo objetivo, sino por un objetivo diferente”14.

Allende habla claramente como un reformista cuando dice que “el pueblo de Chile está conquistando el poder político sin verse obligado a utilizar las armas”. No puede ser más elocuente. Pero, ¿de verdad el pueblo estaba conquistando el poder?, ¿por ganar unas elecciones parlamentarias y ni siquiera por mayoría absoluta? Se trata de un posicionamiento un tanto pretencioso que sobreestima la capacidad de transformación social de un gobierno. Como señala Marx en el Manifiesto Comunista, “¡la Clase Obrera no puede adueñarse sencillamente de la maquina estatal existente, tiene que destruirla”15.

Y para destruirla con éxito, necesita varios elementos. Debe en primer lugar levantar su propio poder, independiente, al margen y contra el poder capitalista. Este poder es la democracia obrera (directa y de clase). Este poder, que es un poder transitorio, debe erigirse como tal para vencer la resistencia de la burguesía al cambio y ser capaz de combatir los ataques reaccionarios, así como garantizar el establecimiento y mantenimiento de la nueva sociedad socialista, con la victoria sobre las y los enemigos de clase. Para garantizar esa fuerza, debe producirse, entre otras cosas, la desorganización del ejército y el armamento de las organizaciones obreras, una de las demandas clave de los cordones industriales antes del golpe, ya que como señalaba Lenin, “la contrarrevolución no ha tolerado ni pudo tolerar jamás que junto al ejército existieran obreros armados”16. Debe plantearse su avance a nivel internacional e ir construyendo las bases para, tras la victoria, ir extinguiéndose dando paso a una sociedad sin estado y sin clases sociales.

Como hemos ido analizando, hay momentos en la historia en que la clase trabajadora se ve cara a cara con la burguesía y debe decidir el camino a seguir para liberarse por fin de sus cadenas. La experiencia chilena debe servir para hacer un análisis riguroso de los procesos políticos que están teniendo lugar en nuestro tiempo, en América Latina, Europa, el mundo árabe, etc., y de esta forma preparar a las nuevas generaciones para asaltar los cielos.

Notas:

1 Silva, O., 1999: Breve historia contemporánea de Chile. Mexico DF: Fondo de Cultura Económica, p. 313.

2 González, M., 2002: Chile, 1972-1973: Revolución y contrarrevolución. Barcelona: En Lucha, p. 10.

3 Los Cordones Industriales eran organismos de base insertos en las fábricas y posteriormente extendidos a los barrios. En el proceso de lucha chileno, pasaron de hacer peticiones a Allende a tomar el control de distintos medios de producción y distribución y a hacer llamamientos por la toma del poder.

4 Gonzalez, M., 2002: op. cit. p. 41

5 Roitman, M. (selec), 2010: Salvador Allende Presente. Madrid: Editorial Sol 90, p. 69.
6 Ibid., p. 69

7 Ibid., p. 70.

8 Luxemburgo, R., 2009: Reforma o revolución. Madrid: Editorial Sol 90, p. 43.

9 Lenin, V., 1997: El estado y la revolución. Madrid: Fundación Federico Engels, p. 23.

10 Lenin, V., 1976: La revolución proletaria y el renegado Kautsky. Barcelona: Ediciones R. Torres, p. 30.

11 Gonzalez, M., 2002: op. cit. p. 16.

12 Luxemburgo, R., 2009: op. cit. p. 88.

13 Ritman, M. (selec), 2010: op. cit. p. 71.

14 Luxemburgo, R., 2009: op. cit. p. 89.

15 Lenin, V., 1976: op. cit. p. 136.

16 Ibid., p. 85.

http://enlucha.wordpress.com/2013/09/08/chile-1973-cuando-la-revolucion-se-topo-con-el-reformismo/#more-1278

Síguenos a través de:

facebook icontexto inside icon  twitter-logo-enelpc

Publicación Aquí 334

Visitas

26548850
Hoy
Ayer
Esta semana
Este mes
Total
989
19500
78618
78618
26548850