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Solidaridad con Vietnam del Sur

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(Pronunciado en diciembre de 1963)*

Ernesto Che Guevara

Compañeros del Frente de Liberación de Vietnam del Sur, compañero embajador de la República de Vietnam: el Gobierno Revolucionario y el Partido Unido de la Revolución me han comisionado para saludar, en su nombre y en nombre del pueblo de Cuba, la lucha de liberación del pueblo sudvietnamita y el tercer aniversario de la lucha armada por la liberación de su pueblo.

La lucha del pueblo vietnamita lleva ya muchos años, porque no podemos considerar al pueblo de Vietnam dentro de la artificial división que se estableció tras los acuerdos de Ginebra. Cuando todo Vietnam pertenecía al poder colonial francés y se conocía en nuestra geografía corno Indochina, las fuerzas populares iniciaron una larga lucha de liberación.

Precisamente cuando en América asistíamos a la caída de la única auténtica democracia que en esa época existía en nuestro continente —a mediados de 1954— llegaban noticias del triunfo de las fuerzas populares en Dien-Bien-Fu. Era corno un llamado de atención a los imperialistas para avisarles que una victoria parcial en un lugar determinado del mundo no significaba, de ninguna manera, la victoria del imperialismo. Y era también una voz de esperanza para los pueblos oprimidos del mundo, en el sentido de que una derrota parcial de las fuerzas populares no constituye, de ninguna manera, frustración definitiva de las ansias de libertad de los pueblos.

Pocos meses después, la tropa colonial francesa, convencida de la inutilidad de una lucha en que iba desgastándose todo el pueblo francés, llegaba a la decisión de poner término a la lucha, y se firmó en Ginebra un acuerdo mediante el cual se dividiría Vietnam en dos partes, acuerdo similar en sus características esenciales al que años antes había dividido también al pueblo coreano en dos mitades. Pero en esta segunda oportunidad se establecía la celebración de elecciones generales mediante las que el pueblo de Vietnam decidiría su destino. El imperialismo francés, en franca retirada de esa zona asiática, iba dejando su lugar al imperialismo norteamericano. Y los norteamericanos bien pronto se dieron cuenta de que cualquier libre manifestación popular daría como único resultado la pérdida total de sus posesiones del sur del Asia, zona por ellos conceptuada como estratégica.

Así violaron los acuerdos de Ginebra. Así violaron la voluntad del pueblo vietnamita y empezaron a prepararse para una larga guerra de exterminio que ya preveían.

El pueblo de Vietnam del Sur esperó algún tiempo. Entre 1954, en que acabó la guerra, hasta 1960 en que vuelve a empezar, hubo muchas pacíficas manifestaciones de pacífica lucha para hacer respetar la voluntad íntegra de un pueblo. Llegó un momento en que estaba claro que no había más remedio que empuñar nuevamente las armas. Y decimos que no había más remedio porque ese tipo de guerras populares, de ejércitos pequeños y de grandes bases desarmadas, contra poderes coloniales que tienen todos los medios de destrucción a su alcance, significan gran desgaste del pueblo. Y un verdadero holocausto de fuerzas populares antes de lograr la liberación definitiva. Pero ya no quedaba otro camino, y nuevamente se inició la lucha en Vietnam del Sur.

En esa época otra vez en América se les había anunciado a los pueblos del mundo que los pueblos americanos no estaban dormidos ni habían renunciado definitivamente a su liberación, así como que la Revolución Cubana comenzaba a constituir uno de los grandes problemas de Norteamérica según ellos paladinamente confiesan. Por aquella misma época también llegaba a su apogeo la guerra de liberación del pueblo de Argelia, que algunos años más tarde daría como resultado los acuerdos de Evián, y luego la liberación del pueblo argelino y su actual gobierno socialista. América, Asia y África —los tres continentes oprimidos— daban señales de que no admitirían por mucho tiempo más la presencia de los poderes coloniales en cada uno de esos continentes.

Después han surgido nuevas guerras de liberación: en Laos todavía se mantiene una situación inestable tras haber logrado al menos que no se cumplieran los designios imperialistas; en Angola y Guinea Portuguesa se lucha directamente en guerras de guerrilla; y en nuestro continente —actualmente en Nicaragua, Honduras, Guatemala, Santo Domingo, Colombia, Venezuela y Paraguay— las fuerzas del pueblo están demostrando su vitalidad y, además, la impotencia de los ejércitos integrados para la represión de los pueblos y oponerse a su libertad.

En los últimos meses de este año grandes victorias han obtenido las fuerzas populares venezolanas en este continente y el Ejército de Liberación en Vietnam del Sur. Ocho mil bajas infligidas al enemigo en las últimas acciones —de las cuales cuatro mil corresponden a prisioneros y desertores, y cuatro mil entre muertos y heridos— demuestran la potencia que ha alcanzado el movimiento de Vietnam del Sur. Las bases montañosas del norte están prácticamente liberadas, y las fuerzas armadas de Vietnam del Sur convergen hacia las llanuras donde está la capital, Saigón, y oprimen cada vez más el poder de los títeres sudvietnamitas.

No podemos decir cuánto va a durar esta lucha. Son luchas muy largas, o procesos a veces o casi siempre muy lentos, de sacrificios muy grandes, pero que van acumulando, en forma geométrica, las fuerzas del pueblo, y apenas la correlación de fuerzas ofrece un pequeño margen al partido del pueblo se precipitan rápidamente las soluciones. Así ocurrió en nuestra Cuba, así ocurrió en Vietnam del Norte, así ocurrió en la larguísima guerra de liberación que dio por resultado el establecimiento de la República Popular China.

En un momento dado las fuerzas populares alcanzan un poderío tal que pasan inmediatamente a una ofensiva en gran escala, transforman sus fuerzas guerrilleras en ejércitos regulares o semirregulares, pasan de la simple acción guerrillera a la acción de columna, a la táctica operacional y en poco tiempo destruyen al poder opresor.

No sabemos cuándo podremos saludar la liberación definitiva de Vietnam del Sur. No podemos decir nunca cuándo se establecerá la liberación de cada uno de los pueblos que hoy luchan, con las armas en la mano, por su libertad. Sí sabemos que el resultado será, indefectiblemente, la libertad de los pueblos. Y que cuando éstos la lleven a cabo con más energía, con más entusiasmo y con más fe, más corto es el período en que la población tiene que sufrir los embates del poder opresor.

En Vietnam del Sur se crearon hace meses condiciones tales que Estados Unidos resolvió hacer un cambio de equipo en el poder. El dictador de turno no se resignó a ello, y Estados Unidos dio ejemplo, una vez más, de lo que les ocurre a los títeres que en algún momento no obedecen órdenes. Y por lo que transmitieron las agencias informativas norteamericanas, el dictador Neo Dinh Diem y su hermano sufrieron lo que en aquel momento se llamó "suicidio accidental". Más o menos la misma suerte que corrió Trujillo en nuestras regiones cuando tampoco se prestó a servir de cambalache en alguna de las transacciones que oportunamente el poder imperial realiza cuando su equipo se desgasta.

Esto indica, sin embargo, que la situación se vuelve incontrolable para las fuerzas opresoras en Vietnam del Sur, y los compañeros del Frente de Liberación lo han dicho claramente. Hay tres caminos. Este actual, de utilizar tropa natural de Vietnam del Sur y solamente un equipo especial de asesores en la lucha, en la represión y en la tortura, va indicando la imposibilidad de mantenerse. Y se presenta la alternativa de pasar a la invasión directa de Vietnam del Sur y a la utilización masiva de fuerzas expedicionarias yanquis.

Naturalmente que eso hará más dura la lucha, pero más claro su sentido para el mundo. Si hoy, cuando se celebran las victorias y se anuncia que hay ocho mil bajas en el ejército sudvietnamita de represión, cabe preguntarse cuántas de esas ocho mil bajas estarán constituidas por hombres inocentes, por hombres del pueblo que por una u otra causa han sido enganchados para luchar contra la libertad como sucedió tantas veces en Cuba, donde soldados de Batista que se enrolaban en el ejército por no tener otro lugar donde trabajar, tenían que entregar su vida en la tentativa de frenar el desarrollo de la lucha revolucionaria. Si la tropa Intervencionista yanqui penetrara masivamente en Vietnam del Sur, se sabría bien a las claras a quién se tira y por qué se le tira. Todo el mundo comprendería mucho mejor quién es el enemigo y sabría identificarlo más rápidamente. Eso también lo saben los yanquis.

Cuando nosotros levantamos hoy, con todo entusiasmo, la bandera de Vietnam del Sur no lo hacemos sólo por el internacionalismo proletario por el afán de justicia que la revolución ha inculcado en todos nosotros. Lo hacemos también porque aquel frente de lucha es importantísimo para todo el futuro de América.

Allí, en Vietnam, se están entrenando las fuerzas que un día podrán reprimir a nuestros guerrilleros. Nuestros en todo el territorio americano. Allí se están probando todas las nuevas armas de exterminio y las técnicas más modernas para luchar contra la libertad de los pueblos. En este momento Vietnam del Sur es el gran laboratorio del imperialismo yanqui para preparar todos sus equipos con vistas a una contienda, más impresionante si cabe, acaso más importante, que tendrá que darse en el traspatio de su posesión colonial en todo el continente americano.

Ellos saben que el final victorioso de esa lucha significará también el final del imperialismo norteamericano. Por eso le dan tanta atención, sin contar, naturalmente, con la importancia estratégica que tiene Vietnam del Sur como base de operaciones para atentar contra todo el flanco del bloque socialista en Asia. Estas dos características estratégicas hacen catalogar a Vietnam del Sur como otro de los graves problemas que afronta la nueva administración yanqui, y seguramente están analizando concienzudamente qué hacer en estos momentos.

Natural es que nadie piense en que se va a ir hacia una fórmula real y democrática de paz y que sin más ni más va a permitírsele al pueblo vietnamita que logre su victoria, que se unifique en nación, y que pase activamente, como ya hicieron sus hermanos del norte, a construir el socialismo sobre las bases de atraso que legó el colonialismo y de las riquezas destruidas que legó la guerra. Ellos piensan en otras tácticas y en otro sentido estratégico. ¿Cuál será su decisión? Todavía no podemos saberlo, pero auguramos una larga lucha y un gran padecimiento al heroico pueblo de Vietnam del Sur, o sea lo mismo que se puede augurar a todos los pueblos que luchan por su libertad.

Sin embargo, la presencia viva de las fuerzas de liberación de Vietnam, sus éxitos constantes, su avance constante hacia las zonas mejor defendidas del enemigo son un ejemplo que recogen todos los pueblos. Nuestra misión aquí, en Cuba, es recoger ese ejemplo vivo, es hacerlo carne en nuestro pueblo por lo que significa de justo y por lo que significa como parte integrante de toda la gran confraternidad de pueblos oprimidos del mundo, y además trasladar su ejemplo, por todos los medios, a la América oprimida para demostrar cómo en todos los continentes se puede luchar por la emancipación de los pueblos. Y demostrarles a nuestros pueblos de América algo más, todavía, y es que cuando las condiciones pacíficas de lucha se agotan, cuando los poderes reaccionarios engañan al pueblo una y otra vez no solamente se puede enarbolar la bandera de la revolución sino que se debe enarbolar la bandera de la revolución.

No hablamos de países determinados. Hablamos de situaciones concretas. La forma, el medio y el día lo determinarán las fuerzas populares de cada país. Pero los ejemplos están ahí, vivientes y demostrando cómo a pesar de la guerra química, a pesar de los nuevos métodos de destrucción, que prueban día a día los yanquis mismos, se puede hacer la lucha. Y si nos detenemos un minuto frente al mapa de Vietnam -pequeño como es- y nos detenemos después frente a los veinte millones de kilómetros cuadrados de nuestra inmensa América veremos con certeza aún que la lucha se puede hacer muy fácilmente.

Muchos pueblos de América están maduros para la revolución. No solamente los que hoy ya han comenzado su lucha. Hay algunos que no han comenzado todavía y que, sin embargo, están afilando pacientemente sus machetes porque saben que la hora se acerca. Saben que el imperialismo norteamericano intervendrá en América, pero saben también que mientras más frentes se abran simultáneamente más difícil será la lucha. Ya hoy no se trata de países, como Cuba no es un país en esta región del mundo, sino una parte de un solo país, y, además, un símbolo para toda la América.

Así cada pueblo que inicia su lucha empieza también a cavar la tumba del imperialismo y debe merecer todo nuestro apoyo y todo nuestro aplauso.

Hoy tratan de liquidar a Cuba para liquidar el "mal ejemplo", y seguramente pensando que si pudieran triunfar aniquilarían todo lo que este gobierno ha hecho, todas las conquistas sociales y a todos los representantes de este gobierno. Todos lo sabemos bien. Por eso la lucha es a muerte. También lo sabe el pueblo de Vietnam del Sur. No hay alternativa que no sea la victoria, o la destrucción con años y años de poder imperialista sentando sus plantas sobre los países oprimidos. Por eso se debe meditar bien, se debe madurar bien la lucha, pero después de empezada se debe continuar hasta el fin. No puede haber transacciones ni términos medios. No puede haber paces que garanticen a medias la estabilidad de un país. La victoria tiene que ser total.

Con ese sentido está nuestro pueblo en pie de lucha. Con ese mismo senado estuvo en pie de lucha el pueblo argelino durante siete años. Y con esa misma convicción está hoy en pie el pueblo de Vietnam del Sur.

Pero tiene, si cabe, algunas ventajas además, tiene el calor y el apoyo de sus hermanos de Vietnam del Norte, tiene más cerca que nadie el ejemplo de lo que significa el batallar incesante de un pueblo por su libertad, o sea el de sus hermanos que lucharon nueve años para sacudirse el yugo francés, y tiene el ejemplo de la situación actual de Vietnam del Norte, en comparación con la que padece el Vietnam del Sur.

Por todo ello su fe ha de ser aún más profunda, su confianza en el triunfo aún más grande. Por todo esto nosotros sabemos —como dijo el compañero delegado— que cualquiera que sea el resultado, cualquiera que sea el método de lucha que emplee el imperialismo norteamericano, el resultado final será la victoria de Vietnam del Sur y la reunificación de todo el país.

Al acabar los festejos de esta semana de salutación por el tercer aniversario de la fundación del Frente saludamos al hermano pueblo de Vietnam del Sur como un hermano de lucha, como un compañero de ejemplo en estos momentos difíciles de la historia del mundo. Y más aún: como colegas nuestros, como soldados de avanzada en las primeras trincheras del proletariado mundial contra el imperialismo. Por todas estas causas cuando nosotros nos reunimos para saludar al pueblo vietnamita estamos saludando a un verdadero hermano, estamos estrechando en nuestros brazos a hombres que en una lejana región del mundo están luchando por nuestra seguridad, y están luchando por los anhelos comunes que unen a los pueblos de los tres continentes oprimidos en este momento: Asia, África y nuestra América.

Compañeros, permítanme finalizar estas palabras de saludo con el grito que hoy ha sido repetido varias veces. ¡Viva el pueblo de Vietnam del Sur!

¡Viva su ejército revolucionario!

¡Viva el internacionalismo proletario!

¡Muerte al imperialismo!

¡Patria o muerte!

*(Discurso en el acto de clausura se la Semana de Solidaridad con el pueblo de Vietnam del Sur, el 29 de diciembre de 1963).

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