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El desarrollo no justifica la destrucción del TIPNIS

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por Hernando Calla

“Cuando queremos construir caminos (...), algunos hermanos indígenas no quieren que se construya el camino; cuando queremos explorar como gobierno más gas o petróleo que nos da la Madre Tierra (...), no quieren algunos hermanos; cuando queremos construir plantas hidroeléctricas (...), no quieren algunos hermanos…”

“¿De qué va a vivir Bolivia?...antes nuestras luchas eran por luz, caminos; queríamos más recursos económicos... [Ahora] en contraposición, las organizaciones indígenas y originarias se oponen a estos planes que generan desarrollo social y económico”,

Evo Morales (LR, 26-8-11)

El conflicto entre los pueblos de territorios indígenas y el gobierno de Evo Morales por su decisión unilateral – sin consulta previa e informada – de construir una “carretera” que cruce por el TIPNIS se aproxima estos días a su punto de mayor tensión. Por un lado, se intentó por séptima vez iniciar un diálogo entre una comisión gubernamental, encabezada por el canciller David Choquehuanca, y los indígenas que marchan desde mediados de agosto rumbo a la sede de gobierno. Por otro lado, la exhortación de personeros del oficialismo a un supuesto diálogo se ha convertido hace poco en un amenazador bloqueo de los campesinos “interculturales” (colonizadores) en la población de Yucumo y otras poblaciones del norte paceño que intentan frenar la marcha indígena con la connivencia de un destacamento policial que pretende dizque evitar un enfrentamiento.

Las grietas del desarrollo

Como muchos paisanos recientemente empoderados, el Presidente de Bolivia se orienta por el faro del “desarrollo” que en la segunda mitad del siglo XX fue el credo de las elites bienpensantes de los países del llamado Tercer Mundo, concepto que ahora se ha vuelto cuestionable por las consecuencias desastrosas para la naturaleza y humanidad cada vez más evidentes —entre ellas, el calentamiento global— y que están estrechamente asociadas con la expansión de la economía productivista.

Por lo mismo, hoy el faro muestra grietas y ha comenzado a desmoronarse. La idea del desarrollo se levanta como una ruina en el paisaje intelectual. El engaño y la desilusión, los fracasos y los crímenes han sido compañeros permanentes del desarrollo y cuentan una misma historia: no funcionó. Además, las condiciones históricas que catapultaron la idea hacia un sitial prominente han desaparecido: el desarrollo ha devenido anticuado. Pero sobre todo, las esperanzas y los deseos que dieron alas a la idea están ahora agotados: el desarrollo ha devenido obsoleto.

Es cierto que enraizarse en el presente requiere una imagen del futuro. Esa imagen del futuro ofrece guía, ánimo, orientación, esperanza. Sin embargo, a cambio de imágenes culturalmente establecidas, construidas por hombres y mujeres concretos en sus espacios locales, se ofreció al hombre moderno una expectativa ilusoria, implícita en la connotación de desarrollo y en su red semántica: crecimiento, evolución, maduración, modernización. También se le ofreció una imagen del futuro como mera continuación del pasado: eso es el desarrollo, un mito conservador, si no reaccionario. (1)

Algunos dirán que el rechazo al “desarrollo” no elimina la necesidad de una palabra para designar la “generación de riqueza”. En realidad, el acuñar nuevas palabras para el desarrollo ha acompañado la historia de los esfuerzos de gente muy creativa por imaginar nuevos “paradigmas” de desarrollo: integral, alternativo, humano, sustentable, territorial y no se qué más. Pero todos estos “paradigmas” son construcciones imaginarias cada vez más alejadas de la realidad circundante, aunque pretendan leer de distinto modo los fragmentos de realidad que todavía captan. En efecto, tanto la riqueza como la pobreza son conceptos tradicionales cuya utilización actualmente oculta la destructividad de los procesos actuales de creación del desvalor(2). Se trata de una desvaloración del entorno como una condición para la acumulación ilimitada de valores mercantiles y del capital transnacional que mal podríamos llamar riqueza en su acepción tradicional de abundancia de bienes y propiedades; por otra parte, esta desvaloración de las condiciones naturales o el contexto cultural implica abismos de miseria para los cuales el concepto tradicional de pobreza es igualmente inadecuado.

La aplicación del concepto de riqueza a la productividad industrial oculta la destructividad inherente a los procesos extractivos e industriales de transformación de la naturaleza en insumos productivos y mercancías de consumo masivo. Refleja la degradación de las cosmovisiones que antaño respetaban la sacralidad de la naturaleza en una visión que convierte los dones de la Madre Tierra en “recursos naturales”: por ejemplo, el gas y petróleo susceptible de ser extraído del fondo de la tierra; pero también los “recursos” maderables u otros que pueden ser explotados de la superficie. La transformación de los dones de la naturaleza en “recursos naturales” es contemporánea del colonialismo que explotaba estos últimos para convertirlos en insumos para las industrias. La filósofa de la India Vandana Shiva extracta una cita de 1870 que proponía la siguiente definición: “Al hablar de los recursos naturales de un país cualquiera, nos referimos al mineral en la mina, la piedra en la cantera, la madera en el bosque, (etc.)”(3). En esta definición, ya se perfila que la naturaleza se ha convertido en un depósito de materias primas que esperan su transformación en insumos para la producción de mercancías.

La guerra contra la subsistencia

A dónde nos ha llevado el mentado desarrollo se puede describir mejor como la guerra contra la subsistencia(4) de la gente sencilla que declaró el Estado moderno desde mucho antes que fueran colocados sus cimientos teóricos en el siglo XVII.(5) A partir de los años 1950s, el desarrollo fue concebido como cierto tipo de ingeniería social cuya meta era la instalación de un conjunto creciente de equipamientos: construcción de más escuelas, de más hospitales modernos, de extensas autopistas para vehículos de alta velocidad, de nuevas fábricas e industrias, de plantas generadoras y redes de energía, y además, junto con todo esto, la creación de una población capacitada para su manejo y entrenada para necesitar estas cosas.

Actualmente, el imperativo moral de hace cincuenta años atrás parece una ingenuidad y son muy pocos los pensadores críticos que tienen una visión tan instrumentalizada de la sociedad deseable, aunque estas ideas perviven en el imaginario colectivo de nuestras sociedades mentalmente “subdesarrolladas” y que intentan modernizarse desesperadamente a cualquier costo. Dos son las razones que les han hecho cambiar de parecer: la primera, la existencia de externalidades indeseables que exceden los supuestos beneficios del desarrollo económico: sólo para poner un ejemplo, las ciudades congestionadas de motorizados que avanzan lentamente, no obstante estar implementadas con autopistas de alta velocidad, contaminan el aire hasta volverlo irrespirable, lanzan a la atmósfera enormes cantidades de gases de efecto invernadero (los que provocan el calentamiento global) y empobrecen el paisaje urbano y rural con su patente fealdad.

La segunda razón, quizá la más difícil de articular convincentemente, la aparición de la contraproductividad paradójica al interior de las metas de producción de determinado sector económico: los usuarios del transporte y los que conducen su propia “fuerza de trabajo” hasta su fuente laboral todos los días terminan desplazándose a velocidades cada vez menores no obstante estar equipados con vehículos cada vez más veloces y, en consecuencia, encontrarse crecientemente endeudados (en tiempo y dinero) para pagar los gastos correspondientes (no únicamente los pasajes del transporte o el combustible sino los impuestos y las cuotas mensuales del financiamiento para su automotor), además de sentirse psicológicamente frustrados por la creciente dificultad para volver a poner los pies sobre la tierra y valerse de sus propias piernas para llegar a destino (no importa cuán distante, como lo han vuelto a demostrar los indígenas que marchan desde la amazonía rumbo a la ciudad de La Paz).

¿Una “carretera” de integración regional?

Si bien no todos los que marchan o apoyan la marcha indígena están plenamente conscientes de la caída del desarrollo como justificación legítima para la construcción de la “carretera” que pretende vincular la región del Beni con el eje troncal (por el Chapare cochabambino, en vez de hacerlo mejorando el camino ya existente por los Yungas de La Paz), el actual conflicto por el TIPNIS ilustra la confluencia de múltiples iniciativas de minorías (indígenas de tierras bajas y altas, defensores de la naturaleza y la biodiversidad, activistas por los derechos de los pueblos indígenas) cada vez más lúcidas respecto a los peligros reales que implican los proyectos de mega infraestructuras y menos propensas a confiar en las promesas vacías del “desarrollo económico y social”. Estas minorías de indígenas y activistas que defienden sus derechos están dispuestas a resistir activamente las arremetidas del capitalismo global que, en colusión con el Estado boliviano y los intereses creados de masas crecientemente empoderadas (cocaleros, colonizadores, poblaciones de las ciudades), pretenden vaciar espacios cada vez mayores (y áreas potenciales para una extracción ampliada de recursos naturales) para la circulación sin interferencias de los valores mercantiles y la acumulación ilimitada de capital.

Frente a la guerra declarada contra la subsistencia (como en el caso del TIPNIS) por parte de los poderes dominantes, es urgente librar pequeñas batallas epistémicaspara tomar conciencia de la degradación sufrida por el lenguaje ordinario a manos de aquellos que detentan el poder, sean estos tecnócratas que “venden su charque” a los políticos que se justifican con obras, o bien ideólogos (oficialistas u opositores) que intentan convencer a las masas de sus propósitos loables. Es el caso de la pretendida “carretera” que quieren construir por el TIPNIS: ¿quién podría oponerse a una carretera que permite conectarnos con nuestros parientes que viven más allá del cerro (o del parque)? Agucemos el oído: carretera viene de carreta que el diccionario define como “carro bajo y alargado de madera, con dos ruedas, con una vara larga a la que se ata el yugo [de bueyes]”. ¿Será legítimo seguir utilizando esta palabra para referirse a este tipo de pistas para automóviles (autopistas) que circulan a velocidades mayores a 80 km/hora? Lo mismo puede argumentarse sobre lo inapropiado de referirse a estas autopistas como si fueran “caminos” por donde la gente camina a pie o marcha a paso firme (como los marchistas del TIPNIS). Pero incluso si ambos términos pueden seguir utilizándose perfectamente para referirse a la mayor parte de los caminos de tierra o ripio que conectan nuestras comunidades y pueblos con las “carreteras” troncales o asfaltadas de la red fundamental, lo cierto es que existe un punto de quiebre donde la utilización de estos términos constituye un abuso del lenguaje a favor de empresas y gobiernos cuya principal justificación es venderle a la sociedad este tipo de mega “herramientas” usando los términos más familiares a los oídos de sus actuales y potenciales electores.

Consideraciones similares se podrían hacer respecto a muchos ‘lugares comunes’ o ‘palabras trilladas’ que dificultan la percepción e impiden entender lo que verdaderamente está en juego. Por ejemplo, cuando se habla de que la mentada carretera permitirá la “integración regional” y la “unidad nacional”, lo que ocurre es que se utilizan términos con una connotación tradicional que ha dejado de reflejar la realidad. Antes que una verdadera integración entre dos regiones, la autopista permitirá una conexión más directa entre productores y consumidores que podrían estar no en la región próxima sino en el país vecino o en otro continente; o como lo han denunciado otros analistas, la pretendida “carretera” forma parte de una estrategia regional de infraestructura “caminera” (IIRSA) que facilitará la vinculación de la economía del Brasil con los mercados emergentes de la China. Tampoco el ensalzar la unidad nacional impedirá que, de implementarse el tramo II de la ruta San Ignacio de Moxos –Villa Tunari, el impacto resultante sean múltiples divisiones: entre comunidades a un lado y otro de la autopista, entre las comunidades indígenas y los pueblos “interculturales” que ya viven en el parque, entre los departamentos del Beni y Santa Cruz; además de dividir como con una regla la fauna y flora inextricablemente ligadas en las condiciones naturales del parque tropical o TIPNIS.

El imaginario del desarrollo fue construido a mediados del siglo XX. A este imaginario le corresponde, según Iván Illich, una imagen del hombre actual y una autoimagen como homo transportandus, el hombre que está en un lugar y siente que en el siguiente momento debe de estar en otro lugar.(6) En esta coyuntura crítica del proceso político boliviano, uno está tentado de pensar que el Presidente aymara del Estado Plurinacional ha dejado de ver el mundo con los ojos del marchista indígena que otea el horizonte para encaminarse a su destino, y ha terminado adoptando la visión del hombre que se transporta y mira la realidad a través de la ventanilla de su avión presidencial.

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(1) Ver Wolfgang Sachs (comp.), El diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder. Lima: PRATEC (Proyecto Andino de Tecnologías Apropiadas), 1996. Particularmente, la introducción del ecologista alemán W. Sachs y el ensayo sobre “Desarrollo” escrito por el mexicano Gustavo Esteva.

 (2) Ver Jean Robert, La crisis: el despojo impune. Cómo evitar que el remedio sea mejor que el mal. México: Editorial Jus, 2010 (Serie Conspiratio), p. 171.

 (3) Vandana Shiva, Recursos. En Wolfgang Sachs (comp.), op. cit., p. 319

 (4) Ver Iván Illich, La guerra contra la subsistencia. Cochabamba: Ediciones Runa, 1991.

 (5) Ver: Thomas Hobbes, Leviathan, or the Matter, Form and Power of a Commonwealth, ecclesiastical and civil. London, 1951.

 (6) Ver Jean Robert, La lucha de resistencia contra la modernidad - Congreso Carfree documentado por Iván Alejandro M. Zazueta.

 

Hablaremos a calzón quitado: ¿Cómo mantener el TIPNIS como pulmón de la humanidad?

La octava macha indígena encabezada por la CIDOB en el rol de defender el pulmón de la humanidad, el medio ambiente y la madre tierra; ha encontrado eco en el discurso de la oligarquía, en los reconocidos históricamente como depredadores, saqueadores de los recursos naturales y asesinos del medio ambiente. Este hecho difundido por la Radio “TIPNIS ERBOL” y otros medios de comunicación tienen el único propósito desgastar la imagen del presidente y la gestión del hermano Evo Morales.

La mayoría de nosotros no conocemos de cerca el territorio TIPNIS, imaginamos que es un bosque, paraíso, con montes, animales diversos, con comunidades originarias, intocable por ser el pulmón de la humanidad y moralmente nos lleva a crear conciencia para no matar animales, no contaminar el medio ambiente, no construir caminos carreteros asfaltados para que nadie entre al bosque sagrado, sólo los que viven ahí y tener sendas de acceso, por lo tanto se movilizan para oponerse a carreteras que afecten los bosque del TIPNIS, en este caso el proyecto que atraviesa al TIPNIS con la carretera internacional es considerado por los hermanos indígenas como atentatorio a su forma de vida y a la madre naturaleza.

Pero hay otra realidad adjunta ligada a las operaciones del narcotráfico que se asienta en el Isiboro Sécure y otras referidas a las concesiones petroleras, mineras, manejos forestales en proyectos de ejecución o ejecución en curso. Igualmente se sabe que existiría 50 motosierras tumbando 70 árboles por día y madereros saqueando los recursos naturales. Si fuera verdad y de ser corroborado esto estaríamos engañados en nuestras apreciaciones como defensores del bosque. Entonces nos preguntamos ¿Cómo cuidamos los pulmones de la tierra desde el TIPNIS? ¿Será con camino o, sin canino?

Se ha querido hacer entender que somos enemigos de TIPNIS, enemigos de nuestra madre tierra, del medioambiente y de nuestros hermanos indígenas: que hemos claudicado. Nunca hemos claudicado ni nos hemos juntado con la oligarquía menos hemos aceptado su apoyo y colaboración, ellos son nuestros verdugos, por esonos mantenemos con la moral en alto y seguiremos defendiendo la vida, la madre tierra y el medio ambiente. TIPNIS? No son acaso los errores permanentes de los ministros del gobierno, esta realidad ya no se puede ocultar a los ojos del pueblo. La última intervención a los marchista en Yucumo es un ejemplo, pero también debemos reprochar la intervención de otros sectores muy conocidos políticamente.

Los marchistas cada día han difundido el llamado al diálogo para no dialogar, más bien para botarlos cada vez cuando se presentaba alguna comisión de ministros y el diálogo propuesto por el gobierno ha ido a saco roto, se ha convertido en una trampa para unos y otros. Por eso los hermanos marchistas indígenas obligaron a su hermano indígena, el actual canciller David Choquehuanca, a caminar con ellos para romper el bloqueo de los hermanos indígenas interculturales que por si solos no lograron. Es claro que desde la oposición se enfrentó a hermanos para enemistarlos y querer hacer ver al gobierno como incapaz de solucionar el problema.

De lado del gobierno el llamado al diálogo fue para hacer conocer de que la carretera debía pasar por el TIPNIS, pero esta propuesta fue rechazada sin considerar las razones del gobierno. Los que entendemos el significado del diálogo confiamos siempre en la flexibilidad de las dos partes y agotar argumentos hasta llegar a un consenso, eso se llama diálogo lo contrario no es dialogo. Estas fallas son capitalizadas por la oligarquía para buscar algún triunfo político pero gracias al buen tino de gran parte del pueblo todavía está por verse si pueden lograrlo.

Buscando victorias, la oligarquía se lanzó a anular la papeleta de sufragio en las elecciones judiciales del 16 de octubre, disputándose el viejo mecanismo del trotskismo boliviano concebida para rechazar las disputas electorales acusándolas de burguesa, esta vez la oligarquía superó a los troskos pero de ninguna manera a la democracia. Los troskos se alinearon a la oligarquía y juntos   han anulado papeletas para proclamarse ganadores y tratar de deslegitimar los resultados, ahora los resultados están polarizados por que el voto nulo ha ganado en los centros de las ciudades y en el campo gana el voto válido, este hecho en lo político tiene una significación. Lamentablemente, los resultados del voto blanco y el voto nulo sólo sirven para jalar la lengua a los analistas y manipular y confundir al pueblo.

Como van las cosas en este momento lo que podemos imaginarnos es que desde la oposición se está apuntando a las próximas elecciones generales, para ello desde luego necesitan promocionar un candidato que pueda enfrentar al hermano Evo Morales, pues no podrán hacerlo con un q’ara entonces es mejor otro indígena, por eso en esta marcha han sobresalido dos posibles candidatos: Pedro Nuni y Adolfo Chávez. La fórmula tendría que estar compuesto candidato a Presidente Adolfo Chávez y, su acompañante a Vicepresidente, Rubén Costa, o, lo contrario, puede ser también la otra fórrmula: Juan del Granado y Pedro Nuni. Bueno hay otras opciones que se orientan en la misma línea.

Se trata de hacer pelear entre indígenas y de esa forma tener un candidato de la oligarquía para competir con Evo. Es muy interesado el apoyo a los indígenas por parte la derecha y la oligarquía, y está claro que quienes abusaron y patearon a indígenas, ahora quieren tapar lo ocurrido del pasado, acaso no se acuerda Adolfo Chávez lo que hicieron con él, los asambleístas de la media luna en el aeropuerto de la ciudad de Sucre.

Frente esta realidad lo único que nos toca es reflexionar seriamente y aceptar lo que siempre hemos pregonado, la UNIDAD, frente a la oligarquía separatista medialunera, además hay que aceptar la crítica y autocrítica para una conducción de este proceso de cambio junto a nuestros hermanos y hermanas y sus organizaciones, es decir, retornar de donde hemos salido para lograr este proceso revolucionario en democracia y sumar al proceso de cambio a la COB, Pacto de Unidad, (CSUTCB, CSCIB, CNMCIOB”BS”, CIDOB, CONAMQ), organizaciones cívicas que estén identificados con el proceso; gremialistas, juventudes y el pueblo en general, pilar fundamental del proceso de cambio revolucionario, lo contrario sería claudicar y traicionar a los objetivos históricos de nuestro pueblo y permitir el retorno de otros 500 años de opresión explotación y marginamiento.

La Paz, 21 de octubre de 2011

Juan de la Cruz Villca

Ex setcretario Ejecutivo de la CSUTCB

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