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El califato de la nueva disneyworld

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Elvis Vargas Guerrero

Los hijos de medio oriente juegan en un cementerio musulmán. Haciendo la guerra con armas de verdad. Ven... te mostraremos el verdadero disneyworld, así invitaba uno de los miembros de Al-Shabaab desde el desierto de Somalia. A él le escuchaban los mujahedines europeos que empinaban hacia Siria, aún a sabiendas de que el camino hacia Dios es pedregoso. Y la mayor parte sucumbió con orgullo mediático en su rol de carne de cañón. El existencialismo martirológico es el sueño de todo púber... Y no faltan padres que afirman que la Jihad siempre es mejor que el alcohol.

La ubicación geográfica de la nueva disneyworld está tierra adentro: entre Irak y Siria. ISIS (El Estado islámico en Irak y Siria) tiene lo que Al Qaeda nunca pudo lograr: un territorio propio. Osama, como era de conocimiento de Obama, jugaba a ser estrella de Hollywood. Y Abou Bakr al-Baghdadi, quien de clérigo sólo tiene la sotana, piensa muy simple, sólo aspira a ser el Califa Ibrahim. Hombre pragmático que solucionó de un plumazo la dicotomía que dejaba en vilo a los izquierdistas en el siglo pasado: la revolución mundial o la revolución en un país. A él nadie lo mueve de su nueva capital Raqqah. Su nuevo Estado, formado al estilo de Israel, basándose en una identidad religiosa y no nacional, una especie de parodia de lo que fue la Babilonia Mesopotámica.

Y es que ISIS misma es una cruel parodia. Ni tan moderno ni tan retrógrada como los Talibán. Una perfecta criatura de este tiempo. Estaciones de propaganda propias, como los tenía la Unión Soviética y voluntarios que todo el día andan colgando videos, cuán más violentos mejor, fans y sponsors. Sobre sus grandes sponsors, distinguimos en primer lugar a los salafistas de Arabia Saudita. Para los acostumbrados al Islam, los sunitas son la versión islámica de los cristianos protestantes y los chiíes la versión musulmana de los católicos. O sea desde Arabia Saudita se financia la cruzada contra los herejes. El segundo sponsor es la CIA americana que para debilitar a Al Assad ayudó subterráneamente a este movimiento. El tercero, muy asolapado, porque no quiere tomar partido es Israel. A éste Estado le interesa tener un mundo musulmán dividido y disfruta cruelmente cómo sus enemigos se destruyen entre sí mismos. La Mosad hace horas extras. Israel logró en estas revueltas lo que en décadas con su guerra preventiva no pudo, arrinconar a Irán contra sus fronteras, debilitar a Hezbolá, distraer a los padrinos de Hamas para que destinen su plata a otras causas, casi logra echar a Al Assad del poder y ganar legitimidad en acciones contra los palestinos, quienes perdieron en Egipto uno de sus mejores amigos.

ISIS y su nueva disneyworld no tendrán un final feliz porque ella representa la disgregación. No sólo de Irak donde los kurdos consiguieron al final su pedazo de tierra para fundar su república, los Chiíes que se atrincheran para defender sus lugares sagrados y los suniés se apoyan en ISSIS para preservar lo que Sadam había perdido, también de una religión. ISSIS,  Al-Shabaab, Boko Haram nada tienen que ver con el Islam; al igual que toda esa gente asesinada, las mujeres violadas, los niños que son enviados con chalecos bomba hacia el enemigo; ellos no representan a esta religión sino a contradicciones culturales, étnicas y religiosas. Todos estos son experimentos sociales que se resisten a seguir existiendo y no dejarse devorar por el retrete de la historia.

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