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¿Qué pasó con el Estado Plurinacional y Participativo?

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tribuna

Vamos a andar

Rafael Puente

Viernes, 05 de julio de 2019 ·

Cuando se aprobó la nueva Constitución y empezó a tener vigencia el nuevo Estado Plurinacional, el ejercicio de la política se pintaba prometedor en Bolivia. Todo el mundo tenía derecho de opinar, de pedir y de expresar desacuerdos, ya fueran partidos políticos, organizaciones sociales o la ciudadanía en general. Y así fueron los primeros cuatro años de Evo, que por su parte, el año 2008, formuló el principio de que “a los que piensan diferente que nosotros los tenemos que convencer, no los tenemos que vencer”. Y efectivamente así empezó el nuevo Estado (eran momentos en que la llamada “Media Luna” podía darse el lujo de disentir radicalmente del gobierno sin que le pasara nada).

A partir del 2010 las cosas empiezan a cambiar (el primer aviso alarmante fue la represión de Chaparina, en el Tipnis y últimamente estamos asistiendo a una cadena de actitudes alarmantes:

—La Federación de Campesinos del Norte de Potosí amenaza con envenenar a quienes hagan campaña electoral opositora, y su dirigente se atreve a gritar como consigna –delante del Presidente Evo–: “¡Qué mueran los q’aras!” (sin que nadie lo desautorice).

—Dirigentes de las 6 Federaciones del Trópico de Cochabamba advierten que no permitirán ningún tipo de campaña opositora en su territorio (como si éste no fuera parte del Estado Plurinacional).

—Una senadora beniana del MAS se atreve a ordenar a los tribunales que golpeen a los periodistas que plantean preguntas incómodas.

—A cualquiera que piense diferente, desde el partido de gobierno se lo descalifica.

—Nada menos que la Asociación de Productores de los Yungas es víctima de persecución, de encarcelamiento y de marginación por el delito de no pensar igual que los cocaleros del Chapare.

—La opinión de la mayoría de la población en el referéndum del 21-F es desconocida porque la única opinión válida es la del MAS y la de su gobierno.

Etcétera. El nuevo Estado ha dejado de ser plurinacional, ha dejado de ser participativo, además se ha vuelto más desarrollista que nunca (chau el Vivir Bien) y está destruyendo a la Madre Tierra con más ganas que nunca. Esto sin contar con la generalización de la corrupción, con el incremento y el creciente descontrol del narcotráfico, con la descarada irrupción del peor de los machismos en el aparato del Estado (la igualdad de género se reduce a la presencia callada y obediente de unas cuantas mujeres indígenas en el Órgano Legislativo) y con la desoladora impunidad de todas las autoridades abusivas.

¿Cómo se explica esta degradación que no parece tener un límite y que por supuesto seguiría aumentando si el MAS vuelve a ganar las próximas elecciones? Sólo se explica por el hecho comprobado de que “el poder crea daño cerebral” y, por tanto, aparecen muy sabias las disposiciones constitucionales vigentes que establecen como máximo tolerable dos gestiones gubernamentales seguidas (que en nuestro caso ya se convirtieron en tres y que ahora quieren convertir en indefinidas).

El país y la población merecen más respeto. Y ojo, no se trata de negar los decisivos cambios que marcaron el primer gobierno de Evo como el mejor de nuestra historia. Al contrario, de lo que se trata es de comparar ese primer gobierno con los dos siguientes, de explicarse por qué se da la degeneración política y social que estamos viviendo. Y, por supuesto, de ponerle un remedio a todo eso. Porque lo que hemos apuntado al empezar esta columna nos muestra que esa degeneración puede seguir creciendo… ¿Estaremos todavía a tiempo? ¡Ajina kachun!

*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.

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