tribuna
Rafael Puente*
Viernes, 18 de octubre de 2019
Es sabido que hoy la producción y exportación de quinua se ha puesto de moda y ha alcanzado precios realmente interesantes, pero que incluyen como condición la certificación orgánica de esa quinua. Y esa certificación presupone la exclusión de productos químicos, lo que es muy positivo, pero no necesariamente alivia la presencia de plagas, enfermedades y malezas.
Sin embargo, el experto Joaquín Milz (el de Ecotop) una vez más llama la atención por el hecho de que la quinua orgánica se produce nomás eliminando toda la vegetación (sobre todo thola y paja) al principio de cada año, dejando el suelo durante ocho meses expuesto al sol y al viento, pese a que el cultivo tradicional combinaba la siembra de quinua con el respeto a la vegetación natural. Y nos hace pensar también en el efecto negativo de la creciente sustitución de llamas por ovejas, siendo así que la cría de llamas era un componente favorable para el cultivo de quinua.
Como ocurre en otros rubros, esta forma de producción intensiva (sin que deje de ser estrictamente ecológica) favorece momentáneamente la producción y por tanto la ganancia; pero, al mismo tiempo, prepara un creciente deterioro de los terrenos de cultivo y, por tanto, a la larga de la producción (y de las ganancias). El resultado es la aceleración del cambio climático, lo que conduce a menos lluvia, menos fertilidad del suelo e incremento de plagas.
Ante esta situación –que debiera ser preocupante para todos– el propio Milz plantea una serie de condiciones para que esto no ocurra y el cultivo pueda ser permanente:
• Evitar la eliminación de la vegetación nativa en áreas grandes.
• No arar la tierra.
• No dejar el suelo descubierto.
• Mantener y recuperar la vegetación nativa (incluida la vegetación arbórea) en franjas situadas a distancias de ocho metros.
• Manejo de la vegetación de las franjas (podas regulares, las cuales podrían ser realizadas también mecánicamente).
• Implementar sistemas de producción que incluyan el ganado camélido.
• No hacer de la quinua un monocultivo.
Por lo visto, tanto Aopeb (la Asociación de Productores Ecológicos de Bolivia) como Anapqui (la Asociación de Productores de Quinua) están buscando sistemas de producción sostenible, para lo cual, el primer paso, es restablecer las barreras vivas de vegetación.
Por su parte, el Gobierno está promoviendo la mecanización de la producción, junto a productores ambiciosos que han arrasado inmensas áreas del altiplano sur con el boom de la quinua. El resultado es la desertización acelerada. Así mismo, la propuesta del Gobierno (véase las grandes propagandas sobre la producción de urea) ¡¡¡es precisamente utilizar urea!!! Lo que faltaba.
Mientras tanto, la población de llamas –elemento vital para una producción sostenible– se ha reducido en un 40%…
Por lo demás, ese estudioso transcontinental, que es J. Milz, plantea que el problema del altiplano –y su desertización– presenta una magnitud similar al de la Amazonia, aunque la superficie afectada sea menor. Y que se han encontrado productores de quinua que habían emigrado nada menos que a Caranavi. Pero al subir los precios de la quinua han vuelto a sus tierras para arar con tractor los tholares y participar así en esta especie de juego de lotería: gano o no gano. Y siempre a costa de la pobre Pachamama…
Un verdadero desastre y además otro fracaso de nuestro Gobierno, que hace tiempo no se acuerda de la Pachamama
*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (Cueca) de Cochabamba.