periodismo
Remberto Cárdenas Morales**
Aunque en el último tiempo, sin el convencimiento de antes, organizaciones sindicales, profesionales, académicas e incluso algunos empresarios proponemos, ahora, buscar o mejor dicho luchar, por otro periodismo, y sin las mentiras que difunden los medios, agregamos; mentiras que proceden, casi siempre, de funcionarios del Estado y del gobierno, de políticos, de sindicalistas y de empresarios, para hablar de las personas, sectores e instancias que contaminan la información, comunicación, opinión e interpretación: los derechos individuales y colectivos que están inscritos en la nueva Constitución Política del Estado (CPE) en vigencia.
Esta Ley Fundamental, además, norma que la información debe ser verdadera y la opinión debe ser responsable; añadimos que la comunicación debe fomentar el “diálogo y la participación” de los que tienen que decir y mucho que decir, pero que no disponen de medios para hacerlo; y la interpretación, asimismo, tiene que ser ética, es decir, sin manipulación alguna…
Las cualidades de estos cuatro derechos, individuales y colectivos, no deben faltar en el oficio periodístico y entre quienes los ejerzan porque están constitucionalizados para todos los bolivianos y para los residentes en nuestro país.
El ejercicio eficiente de esos derechos debe ayudarnos, por tanto, a contrarrestar lo que, creemos, es una práctica cotidiana en la mayoría de los medos de difusión en los que hay censura, autocensura, se dicen medias verdades, se manipula y se miente (o se mata a la verdad o se lo intenta). Confiamos en las excepciones positivas.
Sobre las mentiras reales o supuestas en el oficio periodístico, es necesario rememorar que el presidente Morales, hace menos de un año, avisó que iba a presentar un proyecto de ley en el que se disponga, básicamente, que los periodistas no deben mentir.
En la Constitución Política redactada por Bolívar y para Bolivia, aprobada por la primera Asamblea Constituyente reunida en Sucre (1824), se lee que aquí no existe la censura previa y en la Ley de Imprenta de 1925 se establece el derecho a réplica, cuando una noticia contiene imprecisiones o acusaciones infundadas o mentirosas.
La Convención de los Derechos Humanos de San José de Costa Rica (1969), que es ley de Bolivia desde 1993, garantiza la libertad de pensamiento y de expresión, y allí se establece que no se debe informar de modo que se lesione la seguridad del Estado, ni se deben enviar noticias que afecten la salud pública.
Especialmente las normas de autorregulación de periodistas y comunicadores determinan la necesidad de informar con veracidad: en esta materia, los códigos de ética de los trabajadores de los medios se llevan la flor: en esas normas hay un mandato que se destaca: se debe buscar la verdad como actividad periodística de todos los días.
Si embargo, tenemos que admitir que en el ejercicio del periodismo sólo algunas veces se deja constancia de las diferencias entre noticia, comunicación, opinión e interpretación. Es que no es lo mismo interpretar que informar, ni se comunica cuando se opina
Podría haber periodistas que sean mentirosos compulsivos, a los que se debe buscar, procesar y sancionar. Los tribunales de honor de los trabajadores de los medios se organizan para eso, y sí funcionan con regularidad, y según las normas de autorregulación de los periodistas y comunicadores que también se aplican.
Pero la difusión de las mentiras que lanzan funcionarios del Estado y del gobierno, políticos, sindicalistas y empresarios, casi nunca las pueden evitar los periodistas. Éstos, además, en esos casos no mienten, aunque facilitan de hecho, como parte de su labor, la propagación de esas mentiras, aunque no lo quieran.
Ejemplo uno: El Vicepresidente dijo que en un mes funcionarían los hospitales de primer nivel si se entregaba al Órgano Ejecutivo la administración de esos centros de salud, y que si ocurría lo contrario que se les “saque la mugre” a los gobernantes. Se advertía que en un mes difícilmente iba a funcionar el SUS, sin sobresaltos. Los médicos en La Paz han protestado, con un paro, ante las carencias de ese servicio, que se improvisa, para decir lo menos, porque con él los gobernantes buscan apoyo electoral.
Otra mentira: El presidente Morales, en un mensaje anual (enero de 2018), dijo que Bolivia es el país más fuerte de la región latinoamericana. Esa mentira, verificable en cualquier momento, fue difundida por el diario Cambio, entre otros medios.
Tercera falacia: Empresarios (medianos y grandes) dicen que no tienen capacidad para pagar el segundo aguinaldo, este 2019, pero en realidad no quieren disminuir sus ganancias.
Cuarta mentira: El secretario Ejecutivo de la COB afirmó que exigirían el aumento (reposición en realidad) del 12,50 por ciento a la masa salarial y el 10 por ciento al salario mínimo nacional; sin embargo, los miembros de la COB aceptaron la oferta de Evo Morales sin discusión (4 por ciento de reposición salarial y 3 por ciento, también de reposición, al salario mínimo nacional).
Políticos y una quinta mentira: Si Evo Morales es candidato a la reelección retiraremos nuestra postulación. Varios de los que hicieron esa afirmación ya están en campaña electoral.
Una adición útil: Un docente universitario alemán afirma que lo primero que muere en una guerra es la verdad. Apoyados en esa tesis, en esta nota decimos que cuando se agudiza la lucha de clases sociales, en Bolivia, se mata a la verdad o se lo intenta.
Un estudioso francés asegura, con razón, que la publicidad comercial y la propaganda política tienen no poco de mentirosas. En el prólogo de un libro sobre esos temas nos animamos a proponer que comunicadores y periodistas debemos hacer cuando esté a nuestro alcance siquiera para mermar aquellas mentiras en la publicidad comercial y en la propaganda política. Para acometer ese quehacer se necesita especial empeño.
Espinal, el cura asesinado por orden de los narco-fascistas, con letras de fuego, dejó escrito que callar es lo mismo que mentir, y que los periodistas vendemos nuestra fuerza de trabajo, pero no nuestra conciencia, aunque nos la quieren comprar, añadió.
Dichas así las cosas, en el Día del Periodista boliviano, recogemos de nuevo la propuesta para buscar, entre nosotros, otro periodismo —que es posible— y que sea sin mentiras.
¿Con qué actores? Con los que se han formado o se han acabado de formar, de veras, en las salas de redacción (entre los antiguos viven pocos) y con los alistados en universidades e institutos (entre éstos, todos los posibles).
Esa tarea gigantesca tenemos que asumirla sin más dilaciones. Manos a la obra colegas, salud y lucha.
*Publicado en El animal político del diario La Razón, de La Paz, el 12 de mayo de 2019.
**Periodista